Asistir a un 'concierto a toses' no es nada nuevo para mí, ni para los asiduos visitantes a las grandes salas. Les cuento que hace unos días tuve el grato placer de disfrutar (simultáneamente con el de a Toses) de un  maravilloso concierto presentado por el consulado general de Suiza en el Gran Teatro del Cibao a cargo del Trío Arsika , conformado por jóvenes y eminentes talentos del violín, el piano y el violonchelo. La suiza, señorita Sibille Tschopp junto a sus dos amigos armenios Simonian y Kocharyan interpretaban a Antonin Dvorak: piano trío en E menor, op .90 "Dumky". 

Y yo, como siempre, también estaba muy atento al acostumbrado y simultaneo Concierto a Toses que se iba a desarrollar esa noche a cargo de las más educadas toses escogidas de entre el público asistente; público que, de manera espontánea (presumiblemente) y sin práctica previa (no lo creo), usualmente se dispone a armonizar sus toses para crear así un insólito concierto en paralelo al oficial. Esa noche: concierto a Toses en T menor op. 28 "Estafilolocus" de Ninotna Karovd . 

En esta ocasión el concierto fue  extraordinario (el de Toses), ya que en tiempos perfectamente acompasados y siguiendo con esmerado compás al trío ejecutante , se escuchaban en gran multitud, alto volumen e inusitada frecuencia, las diferentes y armonizadas toses que salían desde todos los ángulos de la sala del magnifico teatro. 

Debemos que señalar que a cualquier persona medianamente aficionada a este tipo de concierto le es muy fácil distinguir entre las más hermosas sopranas Toses y las barítonos bajos, todo dentro de la más cabal manifestación del registro sonoro que pueda proporcionar una bien infectada garganta. 

Dentro de todo aquel 'coro de toses' y con un oído bien educado como el mío, pude distinguir a una señora que por su singularísima, aguda y persistente tos entrecortada y jadeante, declaraba a plenitud que muy recientemente había tenido una acalorada discusión con su marido. 

 A tres filas de distancia, justo detrás de mi, un jovencito trataba inútilmente de afinar su característica Tos Castrata (muy escasas desde que esta eclesial y cruel práctica fue descontinuada) con el resto de los tosedores; fue tal su yerro que hasta tuve la intención (a riesgo de ser tosido) de pararme de mi asiento para indicarle al jovencito la nota exacta que debía imprimirle a su cotizada tos para mantener la armonía del conjunto. 

A mi derecha, un poco detrás, resonaba orgullosa una afectada Fumarola Tos que sin dudas, a decir por su insistencia, dirigía el magistral concierto.  Fuerte y melodiosa, esta tos iba indicando el compás de todo el acólito de toses que conformaba el concierto paralelo. A decir verdad   , dentro del prestigioso marco de aquel santuario de la música, todo lucía verdaderamente fantástico. 

Unas veces con sugerentes pausas y otras con repentinos y manifiestos arrebatos imparables, la tozuda y Fumarola Tos hacía competir sus brillantes intervenciones con los momentos más emocionantes del allegro de la música de Antonin Dvorak que se estaba interpretando .Así,  todo el público comenzaba a sumergirse en un paroxismo expurgar de gargantas que no tenía nada que envidiarle en baritonias al violonchelo del brillante Kocharyan. 

Al paso de las gentes que entraban y salían permanentemente de la sala (como en orgía)  ¡Oh Dios mío!… se escucharon  las vibrantes Garrapelas; famosa tos que sólo suelen emitir las señoras gordas (del italiano garrapella). ¡Oh Dios mío! Jamás las había escuchado en la tanta plenitud de su faríngeo esplendor. 

Pero los extasiantes Faringoni también se dejaron escuchar ( Faringoni , por originarse en lo más profundo de la faringe)…¡Hhooorrrggg … Hoorrrrmmm!… ¡Oohhú !… ¡ Gghhaa ! Ellos surgían en sus gloriosos tonos gripones propios de la temporada de primavera. Éstos, junto a los discretos ¡Huurrmmm! …cual inicio de carrera de autos en Daytona, anunciaban el comienzo de cada partitura. 

Entonces surgió el momento más excitante, fue cuando creí escuchar la presencia de la terrible Ferina (Tos fiera o ferina, muy utilizada por los concertistas a Toses en las operas de Verdi) la arrancadora de !Bravos!… ¡Que noche maravillosa! Mis pelos se encresparon al escuchar los inoportunos e indebidos aplausos que la culta audiencia otorgaba a los concertistas al pasar su ejecución musical  del lento al andante y del andante al allegro; todo,  ante las atónitas miradas de los propios concertistas invitados y sus acompañantes auspiciadores quienes estaban acostumbrados al esperado estruendo de las manos sólo al final de cada una de las partituras. 

Entonces sorpresivamente surgieron las triunfantes toses cascadinas, las conocidas como Gargarelas… ¡Oh, Dios mío!… Como el correr de ríos ¡Qué torrente de Toses tan vivaces y fuertes! (del francés gárgolas, debido a la gótica mueca que muestra el rostro del tosedor y del italiano gárgaras, muy conocida también por su efecto curativo bucal). 

En fin, sólo faltó la inconfundible Tos de la gran señora María, la escrupulosa María Gargajos, quién, a pesar de su mala educación, su falta de escrúpulos y sentido común, dio un sorpresivo buen ejemplo y prefirió salir de la sala y perder la función al entender que si participaba con su habitual y galardonada Tos en esa memorable noche, podría terminar trastornando estos dos magníficos conciertos y provocar la ira de los espectadores. 

A la salida, y no pude disimular mí alegría, un fuerte aguacero y la total ausencia de paraguas auguraban memorables 'Conciertos a Toses' para la próxima temporada.