Hurgando en todos mis años de vida en los polvorientos caminos de América Latina, no recuerdo haber leído nada sobre el pase a retiro de un policía de cualquier rango; o sobre lo que declara todos los días un jefe de policía del que nadie necesita saber su nombre; ni la obviedad de que "la policía investiga para someter a la justicia a los culpables". En aquellas latitudes nada de eso es más que rutina administrativa que no merece categoría de noticia. Menos aquí, donde todavía vive y manda el compay Concho Primo, que en el resto del Tercer Mundo, créanlo, hace tiempo que murió de olvido.