Preocupan las señales que comienzan a dar algunos dirigentes del PRM, y que pronto serán autoridades de Estado, en relación a lo que sería la política exterior del gobierno encabezado por Luis Abinader. Una simple carta de felicitación enviada por el partido al Foro de Sao Paulo (organización a la que, por cierto, pertenece el PRM) generó una reacción airada del presidente del partido y otras figuras partidarias. Rechazando con argumentos propios de halcones de ultra derecha del Partido Republicano estadounidense, una acción que no implica ningún compromiso. Si se convierten en política de Estado los argumentos esbozados para rechazar el envío de dicha misiva, que se presentan como “liberales” y “no ideológicos”, serían muy malas noticias para el país.

En primer lugar, sería nefasto porque estaríamos ante un gobierno sin política exterior propia que más bien se dedicará a obedecer dictados de un sector del estado profundo estadounidense. El cual, en el plano ideológico, tiene como razón existencial arremeter contra todo lo que parezca o sea de izquierda. Es el sector político concentrado en el estado de la Florida, y encabezado por cubanoamericanos de ultra derecha a quienes Trump dio el control de su política hacia América Latina por consideraciones inmediatistas electorales. Quienes, a fin de evitar el regreso de los progresismos latinoamericanos que gobernaron mayoritariamente la década anterior, han sacado todo un arsenal de argumentos trasnochados de Guerra Fría para posicionar que estamos ante la “amenaza” del “comunismo” en la región.

Venezuela es la excusa perfecta de estos halcones para construir un marco discursivo donde toda propuesta progresista, sustentada en una visión de interés nacional y soberanía geopolítica, sea presentada como propia de “castro-chavismo” dictatorial que debe ser combatida por los “demócratas”. Esta narrativa ha logrado amplia penetración mediática en la región, con lo cual se ha constituido en un sentido común asumido por muchísima gente. Y, así, hoy en América Latina imperan estos imaginarios creados, financiados e instrumentalizados desde grupos de poder concretos del Norte. Y que, asimismo, en la actual coyuntura propicia a liderazgos reaccionarios tipo Bolsonaro y Trump, han logrado legitimarse y hegemonizar desde gobiernos.

El nuevo gobierno del PRM, estaría, por tanto, asumiendo unas narrativas que en el propio Estados Unidos no representan a la mayoría social ni a todo su espectro político. Toda vez que, con el cada día más que probable triunfo de Joe Biden, es muy posible que, resultado de acuerdos electorales en la actual coyuntura de convulsión social estadounidense, donde organizaciones progresistas vinculadas a la lucha antirracista y a la figura de Bernie Sanders juegan un rol central, las izquierdas estadounidenses de alguna manera influyan en la próxima Casa Blanca. Son, estos últimos, sectores abiertamente contrarios a la narrativa de Guerra Fría del eje ultra derechista de la Florida. Y que, si en efecto tendrán un rol en el gobierno de Biden, habría que ver cómo inciden en la política exterior hacia América Latina (que, en cualquier caso, no estará orientada por las actuales narrativas de ultra derecha).

Estados Unidos está cambiando como consecuencia de transformaciones internas culturales y demográficas, y dichos cambios, en el plano geopolítico, dejarán una profunda huella. Bien que se impongan los poderes de siempre conduciendo la actual convulsión interna hacia búsqueda de mayor hegemonía geopolítica, o bien que imperan miradas más progresistas de cara al mundo y su vecindario inmediato latinoamericano. En ambos casos -creo que habrá un poco de cada uno en el corto plazo y más de lo segundo al largo plazo- un país como el nuestro debería ir articulando un concepto de política exterior que pueda responder a dichas complejidades y no a la visión estrecha e ideológicamente decadente que algunos del PRM quieren posicionar.

Visión que, como vimos, tiene una matriz completamente ideológica, pero que se anuncia como lo no ideológico. Por contra, presenta lo de izquierda como malo porque sí e ideológico siendo esto último una suerte de estigma. Una operación falsa donde la gente se engaña a sí misma pues toda orientación política es por definición ideológica. Y no hay algo más ideológico que asumirse sin ideologías, puesto que hacerlo parte de entendidos conservadores que ven la política como asunto de mera gestión, esto es, neutralidad ejecutorial. Siendo ese enunciado profundamente ideológico, en tanto tiene su matriz en lo que Chul-han define como la actual deriva del capitalismo en su versión neoliberal donde el sujeto se asume empresario de sí mismo: lo cual conduce a posiciones híper individualistas tendientes al rechazo a todo lo que apele a lo popular y social. Es decir, quienes en el PRM critican el Foro de Sao Paulo por “ideológico”, están asumiendo una postura totalmente ideológica. Precisamente conservadora y reaccionaria.

En definitiva, un país pequeño como el nuestro debe tener una mirada amplia sobre el mundo. Para que pueda ver en toda su dimensión lo global donde intervienen múltiples actores, narrativas y concepciones de mundo. Y así, entonces, pueda establecer articulaciones soberanas en el terreno internacional sin esperar dictados de poderes que siempre van a velar primero por sus intereses. Lo cual aplica desde a la relación con Estados Unidos hasta con China. En la geopolítica inciden corrientes ideológicas de diverso tipo; determinadas por contextos internos, regionales e históricos complejos. Las cuales, a su vez, orientan decisiones y posicionamientos de los actores geopolíticos en función de sus intereses inmediatos y de largo aliento.

Desde esa complejidad, podemos entender que ni la narrativa de “amenazas” comunistas imaginarias del trumpismo internacional con sello miamense, ni la emancipación anti capitalista de ciertos izquierdismos caducos tienen mucho alcance. El mundo es más amplio que eso y estamos en un convulso contexto geopolítico y civilizacional, acelerado por la actual pandemia global, que requiere mejores preguntas y argumentos a fin de interpretar adecuadamente las diversas crisis mundiales a las que asistimos. Crisis que van desde lo económico, ecológico y sanitario, hasta crisis de paradigmas y temporalidades. Perderíamos demasiado con un gobierno cuya política exterior esté anclada en oscurantismos ideológicos fuera de tiempo que, por cierto, sólo ven “dictaduras” e ideologías en la izquierda y nada cuando se trata de represiones, golpes de Estado (caso reciente de Bolivia) y autoritarismos antidemocráticos cuando la cosa es por la derecha. Como se dice en los barrios, ¡así no!