Hemos estrenado en esta semana un gobierno nuevo, larga y arduamente anhelado. Pero no sólo anhelamos un gobierno nuevo, anhelamos un cambio. Un cambio sustancial en la dirección y formas de ejercer las políticas, y la política, del Estado y del gobierno. Un elemento fundamental y trascendental en este proceso lo constituye el sistema jurídico, legal, que constituyen las leyes. Y es que nuestro sistema jurídico no funciona, es completamente deficiente e infuncional. Pero este es otro tema, que abordaremos en su momento.
Ahora estaremos trabajando sobre las leyes. Es menester que nos demos cuenta de que las leyes, según nuestra cultura, no son para cumplir con determinados límites y reglas de comportamiento social regidos por el respeto a los derechos. Y es que los derechos son inexistentes en nuestra sociedad. Por eso las leyes son solo un marco teórico dentro del cual se movilizan nuestros deseos y antojos, y si esto lo sobrepasamos no pasa nada, a menos que el asunto llegue a algo grave, como un asesinato. Y hasta eso tiene su marco teórico de permisividad.
Y esto lo digo porque no hace mucho, el funesto gobierno pasado emitió la Ley No 94-20 de Educación Ambiental. Y ya ven lo que decía más arriba, no se enseña educación ambiental en las escuelas y colegios porque no existe una ley que mande u obligue a hacerlo. Con razón los jóvenes llegan a la universidad sin saber qué es la fotosíntesis. No sabemos cómo y por qué existe comida en nuestras mesas y consideramos que no es importante la educación ambiental. Seguramente estamos esperando a que todos los ríos se sequen para entonces empezar a preguntarnos qué cosa hicimos, o qué no supimos hacer para evitar la catástrofe. Y es que así de vital es la educación ambiental para la ciudadanía en general.
Si vamos a la mencionada Ley 94-20 podremos encontrar demasiadas generalizaciones que no ayudan a los objetivos que requieren el conocimiento de la naturaleza y nuestro entorno. Porque lo primero que debemos aprender es que la naturaleza y nuestro entorno no son UNA COSA QUE ESTÁ ALLÁ Y NOSOTROS AQUÍ. Lo primero que debe enseñarnos la educación ambiental es que la naturaleza es una sola, es un organismo viviente amplio y MUY COMPLEJO y que un producto de su complejidad somos nosotros, nuestra sociedad y todo lo que nos rodea. La juventud no entiende esto, ni siquiera se ha enterado. Dice que los seres vivos son plantas, animales y el ser humano. Es posible armar tremenda discusión en el aula tratando de explicar que también los seres humanos son animales. Pero el tema de la racionalidad (o irracionalidad?) humana va en otra parte.
Hoy queremos abordar la Ley 94-20 de educación ambiental. No sé quién o quiénes la formularon, lo que sí sé es que no había un solo biólogo, físico o especialista en ciencias ambientales entre las personas que la redactaron. Y es por esta razón que hacía el planteamiento al inicio de esta intervención. No se puede tener una conducta de protección de los recursos naturales, no se puede tener un conocimiento cabal de la necesidad de no deforestar nuestros bosques para que nuestros ríos tengan agua que necesitamos para regar y beber, si hablamos de abstracciones como conciencia ambiental, cambio climático, problemas ambientales y desarrollo sostenible, sin tener conocimiento de los conceptos básicos de la ecología y cómo incide en nuestras vidas.
Los más perjudicados por esta situación de abstracción en el conocimiento y entendimiento de la necesidad de la educación ambiental son los ciudadanos urbanos, que ya viene siendo la mayor parte de nuestra población, por el alejamiento necesario de los elementos naturales y cómo los procesos productivos influyen, en toda la geografía nacional, sobre las dinámicas ecológicas. Citar los ejemplos de la producción agropecuaria, que lleva a cabo ingentes intervenciones sobre los ecosistemas de los bosques y los suelos en sus formas extensiva e intensiva. Las diversas actividades económicas que sostienen el trabajo y la productividad social tienen una intervención sobre los recursos naturales con efectos que debemos conocer y valorar para que las dinámicas ecológicas intervenidas no redunden en un perjuicio, no solamente ambiental, sino a toda la sociedad en su conjunto. Y ahí tenemos los casos de los niveles de contaminación de los acuíferos, las cantidades de residuos sólidos en cañadas, ríos y las costas marinas.
Es por esto que la educación ambiental no debe ser un marco teórico de buenas intenciones para “cuidar el cambio climático o promover el desarrollo sostenible”, el cual solo es $o$tenible en su a$pecto económico. La educación ambiental real se plantea con la inclusión de la dimensión ambiental permeando todo el currículo educativo para la ejecución de una educación transversal e interdisciplinaria que transforme realidades y ofrezca espacios al pensamiento crítico que cuestione y modifique las realidades que viven los ciudadanos a través de su desarrollo personal y social.
Existe un problema muy grave en nuestra sociedad y es el cuidado y la excesiva preocupación por los sistemas económicos productivos por encima del cuidado de los recursos naturales, los sistemas ecológicos y los servicios ambientales que nos brindan. Consideramos que si cuidamos nuestros recursos naturales disminuirá nuestra riqueza, porque siempre hemos aprendido que nuestra riqueza proviene de la intervención desmedida a la naturaleza. Podemos incluso introducir un sistema de permacultura en la economía de mercado para demostrar que se puede cuidar de las plantitas y los pajaritos teniendo a la naturaleza como una cosa. Estamos a tiempo todavía de enmendar nuestro error, y la reformulación de esta ley de educación ambiental es una maravillosa oportunidad de hacerlo. No duden de que la aprovecharemos.