A veces da la impresión de que  los casos de procesos anti corrupción que leemos a diario en la prensa y en las redes sociales, son fantasmas que intentan recordarnos a carcajadas la lastimosa impunidad que campea en nuestro país.

Algunos vinieron  desde España y no han sido sorpresa por su existencia pero sí porque todos los límites  han sido franqueados tocando incluso la  puerta del mismísimo Rey Juan Carlos I, por la imputación contra su yerno que vincula también a su hija Cristina, hecho que lo obligó no solo a anticipar el traspaso del mando a su hijo, sino a instaurar una serie de medidas de transparencia y ajustes de gastos en la Casa Real.

Pero también salpicaron al poder judicial español, como  los impúdicos gastos de viajes a Marbella de Carlos Dívar, ex presidente del Tribunal Supremo de España, obligado a renunciar tras el escándalo y al Partido Popular, actualmente en el gobierno,  por el alarmante caso Bárcenas conjuntamente con el archiconocido Caso Gurtel.

En Chile, referente  para toda Latinoamérica, se ha desatado un escándalo de corrupción que implica al hijo de la presidente Bachelet, al cual no le bastó renunciar del cargo de director de actividades socioculturales en el Palacio de la Moneda  por un préstamo de US$10 millones obtenido con el Banco de Chile por una empresa en la que su esposa es propietaria de un 50%, sino que ante la solicitud del Partido Socialista chileno a su tribunal supremo interno de evaluar la permanencia de este y su esposa en el mismo, ambos decidieron  renunciar.

Mientras todo esto está sucediendo en el mundo, gran parte de nuestro liderazgo político sigue disfrutando de lo mejor de los dos mundos, tener los privilegios que se derivan de los cargos que ostentan y hacer negocios con los mismos

Asimismo se espera con impaciencia el derrotero del escándalo en la empresa brasileña PETROBRAS, en el que hasta la presidente Dilma Roussef y el líder opositor Neves han sido vinculados.

Pero hasta en la vecina Panamá no solo la Suprema Corte decidió solicitar el retiro de la inmunidad del ex presidente Martinelli para ser procesado por alegada corrupción, sino que un ex presidente  de dicha Corte  recientemente ha sido condenado a 5 años por corrupción, luego de declararse culpable y llegar a un acuerdo.

Mientras todo esto está sucediendo en el mundo, gran parte de nuestro liderazgo político sigue disfrutando de lo mejor de los dos mundos, tener los privilegios que se derivan de los cargos que ostentan y hacer negocios con los mismos.

Aquí los tráficos de influencias por montos astronómicamente superiores a muchos de los que han desatado grandes escándalos y procesos en el mundo, son aclamados  por algunos como éxitos empresariales de funcionarios,  y cualquier intento de acusación contra un funcionario se demerita como persecución política y sus implicados siempre se declaran inocentes víctimas, desatando una inusitada protección partidaria, como si la ley fundamental entre los políticos fuera protegerse mutuamente.

Pero como  gracias al desarrollo de las comunicaciones y al poderío de las redes sociales cualquier evento en el más lejano lugar puede tener un efecto pandémico, por lo que esperamos que más temprano que tarde, dejemos de ser simples coleccionistas de corrupciones archivadas por funcionarios irresponsables o acalladas por el silencio cómplice de gobiernos corruptos, para comenzar a formar parte de la lista de países que están procesando  a los que con sus tramas de corrupción se benefician de los recursos públicos pasando a formar parte de nuestra  corta lista de millonarios a la vez que engrosan la larguísima lista de nuestra miseria.