En nuestra sociedad hay una profunda asimetría que se expresa y deriva en una desigualdad en las oportunidades vitales de los seres humanos que habitamos esta hermosa tierra. El curso vital, que es el “movimiento de los individuos durante el curso de sus vidas a través de varias transiciones creadas socialmente”, es pesaroso, dado que las dificultades de la existencia vital se recrudecen en una pobreza intergeneracional que hoy es de un 85%.

Esto quiere decir que, a diferencia de los años 70, 80, 90, donde la movilidad social intergeneracional era más expedita, en nuestro tejido social, la jerarquización económica-social se hace cada vez más estrecha, a pesar de que la creación de las riquezas se ha multiplicado por 3.5 veces; esto es, de un PIB en el 1996 de 17,000 millones de dólares a 68,000 millones de dólares en el 2017.

En nuestra dinámica social hay una contraposición, una paradoja: el ciclo vital biológico (bebé, niño, joven, adulto, anciano y la muerte final), no encuentra espacio en el tejido social como avance de posibilidades ciertas, en los mecanismos de mayor cualificación, mejoras de competencias y mayor rigor de profesionalidad. El Capital Humano, donde la Educación es el componente protagónico, no trae consigo, hoy en día, nuevas ventanas de posibilidades. El Capital Humano, conjuntamente con la libertad, constituye la fragua medular de la diferenciación, el agregado de valor de las personas en la puesta en escena de poder volar sin alas.

Educación y libertad son las bujías dialécticas del puente infinito de la creación humana y de sus realizaciones. No pueden excluirse una al margen de la otra. Son, por así decirlo, la verdadera sinergia de la creatividad, de la innovación y por vía de consecuencia, de la riqueza y válvula nodal de la felicidad. El Capital Humano es educación que se permea con la experiencia, con el saber, el saber hacer, las actitudes y el buen juicio. Ese Capital Humano, así visualizado, se transforma en Talento Humano, bosquejado con las características precedentes, más el comportamiento.

Los seres humanos, somos los únicos animales de la naturaleza que tenemos conciencia de que existimos y nos vamos a morir. Los que viviendo en el presente, nos proyectamos hacia el futuro. Lo que tenemos un sentido del tiempo y su correlación. Es lo que entendemos que está viviendo la sociedad dominicana, tenemos un sistema de protección social que no crea más Capital Humano. Un sistema de protección que nos hace profesionales de la pobreza, que no crea un círculo virtuoso que genere un nuevo ser humano.

Somos, actualmente, una sociedad de ingresos medios con indicadores sociales pavorosos, propio de una formación social enteramente pobre. Verbigracia: Líder mundial en Tasa de cesárea (Observatorio Oxfarn); estamos peor según el Consejo Nacional para Sida en incidencia del SIDA-VIH; nos encontramos entre los líderes, tercero en Mortalidad materno infantil (neonatal 26% e infantil 31%). Constituimos el octavo país del mundo, según PNUD, en materia de embarazo de adolescentes. Nos encontramos entre los 3 países con la inversión más bajas en Salud de América Latina. Líder entre los 34 países de la Región en matrimonio infantil. Según el Banco Mundial, tenemos el 21% de los jóvenes entre 15 y 24 años NI Ni.(que no estudian ni trabajan, están desafiliados institucionalmente). La esperanza de vida al nacer (72 – 75: Hombres y mujeres) ha quedado estancada, sobre todo, si la correlacionamos con el crecimiento de la economía, en los últimos 25 años. Disfrutar de un nivel de vida digno, acceso a la educación, esperanza de vida al nacer, alfabetización, vale decir, años promedio de escolaridad y años esperados de escolarización e ingresos – familias disponible o consumo per cápita; expresan, realmente, el índice de desarrollo humano.

Ni hablar de lo político institucional de la esfera pública. El Estado de Derecho que abarca: la delincuencia, la seguridad, la hipercorrección y la Justicia, nunca había estado tan desastroso. La tasa de victimización, producto de la delincuencia y la tasa de victimización de la corrupción lejos de disminuir, siguen creciendo. El déficit institucional, nos asfixia como sociedad. El Pilar Institucional nos acogota y nos arrodilla como cuerpo orgánico social. Hipercorrección, impunidad, confianza en la Policía, confianza en la Justicia, confianza en los políticos, es como parodiar la canción de Juan Luis Guerra “Apaga y vámonos”.

Esa mezcla, entre los indicadores sociales y el déficit institucional, crea un panorama desolador para el más del 60% de la población. Alude a una exclusión social, que al decir de Anthony Giddens en su libro SOCIOLOGÍA “a como los individuos pueden verse apartados de una completa participación en el conjunto de la sociedad”. La pobreza y la desigualdad, que están contenida en la exclusión, produce una falta de Cohesión, genera un distanciamiento social de los individuos que conforman la sociedad. Lejos de producir más Cohesión Social, en los últimos años, ha ido deteriorándose.

¿Qué es la Cohesión Social? “Es el grado de integración y unión que se verifica entre los miembros de una organización o grupo social. Ella viene dada en función de compartir los mismos fines e ideales pero, sobre todo, del hecho de auto visualizarse cada miembro como formando parte de un todo que, de alguna manera siente que le pertenece, y del cual él no es un simple número”. La Cohesión social “es el grado de solidaridad y control social necesario para que los miembros de una sociedad sigan vinculados a ella, lo cual implica vínculos individuales y económicos densos y fuertes, consenso entre los miembros de una sociedad respecto a las normas y valores que la rigen, la convicción de compartir proyectos y una identidad territorial”.

La desigualdad no es una construcción natural. Es el reflejo en gran medida, de la calidad de los hacedores de políticas públicas; vale decir, es una construcción humana. La desigualdad aloja por antonomasia, como axioma, la distancia social. La distancia que nos envuelve y dispara sistemáticamente, produce una disfunción social que drena la necesaria Cohesión Social, que ameritamos como sociedad.

Los coeficientes de correlación de rangos de Pearson y/o el coeficiente de correlación de rangos de Kendall, nos dicen que la Cohesión Social no coadyuva al clima social pertinente. Así, consenso, proyecto común, intensidad de la interacción social y pertenencia, desde una óptica societal, no alcanzan ni mucho menos se alinean con el Desarrollo Sostenible que deberíamos tener como sociedad. Un liderazgo político sin visión, sin compromiso. Un liderazgo que mira la política como fuente primigenia de negocios, no logra articular la escultura que anide una constelación donde Protección, Capital Humano y Cohesión Social sean la cantera de una sociedad con más equidad y menos iniquidad.