La pandemia y su triste secuela de muertos, nos hace casi olvidar que la muerte ronda por otros motivos y que la vida sigue su curso imprevisto e indetenible.

Les quisiera contar la historia de Duarte Esteban y Martha Guerrero (conocida como Claudia), una pareja que se fue a destiempo. Duarte falleció de un infarto. En dos meses  y cinco días Claudia siguió a su esposo en el más allá dejando huérfanos a dos varones y a una bebé, una niña de meses que traía nueva felicidad en el hogar.

Quiero hablar de ellos porque es justo reconocer a personas que a veces no trascienden fuera de su propio ámbito y que la sociedad tiende a ignorar. Fueron sencillos y meritorios, ejemplos para sus familiares, amigos, compañeros, vecinos, y para un barrio, Villas Agrícolas.

En este sector la cuarentena y el toque de queda se toman a relajo, el clerén ha hecho estragos y la violencia intrafamiliar es pan de cada día.  No obstante, como en todas partes, hay gente que se destaca por sus bondades, su sencillez y sus aportes desinteresados a la comunidad.

Duarte y Claudia eran parte de esta “estirpe”, formaban una pareja alegre que había echado raíces en el lugar donde se instalaron en un callejón (el de Mamasita), cuando se casaron en el año 2000. Eran de los que aportan adónde van, hijos agradecidos, buenos esposos, padres amorosos, excelentes vecinos, comunitarios y miembros activos de la parroquia San Mateo Apóstol.

Duarte se crio en el ensanche Capotillo con su tía Vianela que tenía seis varones. Desde su niñez fue increíblemente trabajador. Era él quien ayudaba en los quehaceres de la casa y vendía, en las tiendas de la avenida Duarte, los bollitos de yuca que fabricaba la tía para sostener la familia. Era vendedor del periódico Hoy, amplió esta actividad y se convirtió en distribuidor; se graduó en mercadología y vendía también productos para el cabello, así como mabí que él y su esposa fabricaban como hormiguitas laboriosas. 

Obligado al pluriempleo para sostener su familia,  así como a   Walter y Eduardo, hijos de un primer matrimonio, trabajaba en la actualidad en la cooperativa de Edeeste y recorría los salones y barberías los fines de semana.

Era un padre cariñoso, responsable y amoroso.  No escatimaba los besos y abrazos en un barrio donde los golpes son más bien lo cotidiano de muchos niños, niñas y adolescentes. Hansel y Moisés eran su orgullo y les consagraba tiempo de calidad. Para sacarlos de la calle, que es el patio natural de los niños que viven en las cuarterías de nuestros callejones, decidió hacer de ellos deportistas y lo estaba logrando a fuerza de sacrificio.

A pesar de sus numerosas actividades siempre sacó tiempo para ayudar a su comunidad. Era secretario de finanzas de la pastoral familiar de la parroquia San Mateo Apóstol, pertenecía al equipo de los Adultos Seguros (red de protección de menores de la Fundación Abriendo Camino), era socio de la Cooperativa de Servicios Múltiples (COOSERVA) y miembro activo de una de las juntas de vecinos de Villas Agrícolas.

Para la familia Acero Angomás, vecinos con quienes levantaron sus respectivas familias, eran “dos seres humanos simplemente extraordinarios que dieron el todo por el todo en su hogar, con sus amigos y en la comunidad, donde juntos vivimos desde que se casaron hasta sus últimos días de vida. En lo personal, como amigos, serán siempre inolvidables e insustituibles. Hoy partieron a la casa del padre celestial y nos dejan una gran tarea de velar y cuidar a sus tres hijos que desde antes eran nuestros hijos; ahora es nuestro deber de guiarlos, cuidarlos, protegerlos y acompañarlos a crecer como seres humanos dignos”.

Duarte murió de repente dejando su familia inconsolable. Claudia se fue menos  dos meses después. En su caso no se sabe claramente de qué murió, sufría dolores desde que dio a luz por cesárea. Le detectaron un absceso de pared, una complicación infecciosa de la operación que le habían realizado, y la trataron.

Entre luto y pandemia sus dolores se fueron agudizando. Fue muy difícil realizar las sonografías y la endoscopia necesarias en tiempo de coronavirus. Su tía Marilín se fajó para lograrlo. Le diagnosticaron entonces una esofagitis y una fuerte anemia. Le dieron un tratamiento, pero los dolores fueron aumentando. La internaron, de la clínica la mandaron a un hospital. La operaron de emergencia, pero era demasiado tarde.  Al día siguiente Claudia se había ido. La familia no dispone aún de los resultados de la autopsia.

Hansel, Moisés y María Victoria lo perdieron todo en un relámpago. Les queda la fortaleza de saber que fueron amados y cuidados por sus padres, de los cuales podrán estar siempre orgullosos. Les queda su tía Marilín que los quiere y los acogió, así como el cariño de una comunidad agradecida.