Se conmemoró por estas fechas un nuevo aniversario del ajusticiamiento del tirano que gobernó subyugando nuestra sociedad durante 31 años, hecho acaecido en mayo de 1961. Y como siempre, la fecha enciende las pasiones que ni la historia ni el tiempo jamás podrá borrar. Esta vez se trata de la remodelación y puesta en funcionamiento del Museo de Historia y Geografía de la Plaza de la Cultura. La intención de la Dirección de este Museo es la de exponer, como es normal y natural en un MUSEO DE HISTORIA, la historia del dictador.

Los Museos son instituciones públicas, en la generalidad de los casos, encargadas de la puesta en valoración y para el conocimiento de toda la sociedad de la historia y todo lo referente al motivo de la temática del museo en cuestión. Si es un Museo de arte se expondrá la historia y valoración de las obras de arte, si es de música, serán exposiciones sobre música. Y así sucesivamente.

No es el nuestro, el único caso en que la represión y el horror sufridos por una sociedad quiera ser olvidada o callada por determinados sectores, por unas razones o por otras. Ahí tenemos la sociedad española y su problema de difusión sobre la tiranía franquista. Está el caso del culto a la personalidad de Josif Stalin mucho tiempo restringido a la sociedad soviética y rusa, por solo citar esos ejemplos. 

En mi humilde entender, la historia es un PROCESO SOCIAL. Los fenómenos, acontecimientos y hechos que acompañan estos procesos son característicos del proceso en sí, que en este caso es la forma en que se manifiesta el control del Estado: en DICTADURA. La dictadura de Trujillo formó parte de un proceso social que continúa en el tiempo, pero cuyas características se modifican. Estas características pudieran decirse que son la colonialidad y la dependencia del Estado a una potencia extranjera, el paternalismo, el compadrazgo y el servilismo cultural, que determina las relaciones entre las diferentes jerarquías presentes en el entramado de la sociedad.

Tuve la maravillosa oportunidad de, en viaje a San José de Costa Rica, visitar el maravilloso Museo del Oro. Allí pude observar magníficas piezas de orfebrería que hacían alusión a las jerarquías de las sociedades precolombinas. De esta forma, los objetos del dictador no son más que una muestra de los símbolos con que se representa la jerarquía del jefe del Estado, en este caso una dictadura y un dictador, que es el fenómeno social que se debe exponer en el Museo, no como una muestra de adoración al tirano, sino como forma en que ese proceso social ocurrió. Para esto es necesario dar una mirada revisora a nuestra visión cultural paternalista, de servilismo y dependencia a los estamentos de poder que SE MANTIENEN INTACTOS en nuestra sociedad, no obstante haya sido asesinado el tirano, hace 58 años.

Diversos sectores se han manifestado en contra de que los objetos que simbolizan la jerarquía del tirano como cabeza del Estado dictatorial sean mostrados en este Museo. Y yo me pregunto, desde dónde ejercía el tirano su poder dictatorial? En qué silla se sentaba? Acaso esa silla no se encuentra en el Palacio Nacional? No es desde dicho Palacio que gobernaba y tenía su cabeza la dictadura? El Palacio Nacional también es un símbolo de la jerarquía del Estado, y hoy en día, votemos o podamos expresar desacuerdos, nuestra democracia es muy cuestionable. Por la misma razón de que el Estado continúa contando con los mecanismos que siempre usa para imponer los intereses de los que ostentan el poder. 

Al parecer, para solventar la situación de contradicción con los sectores que consideran la muestra de los símbolos como un acto de veneración a la dictadura, la Dirección del Museo ha optado por la apertura de cierto número de ¨salas¨. Este hecho ha sido reseñado en la prensa de la siguiente manera:

“Va a haber una galería de expresidentes, una sala de la guerra de abril del 1965 y va una sala, que es lo que le interesa a cierto grupo minúsculo de personas, que va a tratar el aspecto de la política del terror”, puntualizó.

Esto se publica en el periódico Diario Libre en fecha 28 de mayo, en artículo firmado por la periodista Emilia Pereira, citando al señor Miguel De Camps, Director del Museo.

Es característico del sistema conceptual de la construcción del conocimiento en nuestro país que los hechos no se conozcan como parte de un proceso, sino como fenómenos sin hilación, como hechos estancos y separados unos de otros y sin relación entre ellos. Esto impide a la persona, al ciudadano, entender la relación entre ellos, impide ver EL PROCESO del que son parte. Yo, como víctima del terror de la dictadura me he sentido muy tocada por la afirmación citada a que hago alusión. No soy parte de un GRUPO MINÚSCULO de personas víctimas del terror.

Siguiendo la hilación de lo que aquí expongo, y haciendo historia de la historia que debe ser valorada en NUESTRO MUSEO DE HISTORIA Y GEOGRAFÍA como un PROCESO SOCIAL, el terror no ha terminado, solo se ha modificado. Y fue modificado porque a la potencia dominante ya no le servía la forma de control del Estado dictatorial en nuestros países, por lo cual fueron cayendo una tras otra las dictaduras de la región. El terror continúa luego con y del Golpe de Estado al Único Presidente verdaderamente elegido democráticamente, luego del asesinato de Manolo Tavárez y con la invasión de Estados Unidos de 1965 que ahogó en sangre las ansias de democracia y libertad del pueblo dominicano, para ese ¨grupo minúsculo de personas¨ que fueron y siguen siendo víctimas del terror cuando vemos crecer y crecer la brecha entre ricos y pobres y aumentar los bajos niveles de índices educacionales en nuestras escuelas que albergan minúsculos grupos de estudiantes pero que son la mayoría que no ostenta el poder en nuestro país. Porque las formas de violencia simbólica y social son muy diferentes y deben ser adaptadas por las formas de control del Estado según el mismo se manifieste para que siga ejerciendo su función: defender a quienes ostentan el poder.

Lo que debe exponerse en ese Museo de Historia y Geografía no son hechos, son procesos, señores incumbentes.