El pasado jueves 9 de junio, el doctor David Gross dictó una conferencia en la biblioteca de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) titulada: La Importancia de la Ciencia Básica.

La actividad tuvo lugar en la UASD, pero fue atendida por académicos e interesados  provenientes de diferentes  ciudades del país.

Este último detalle es revelador, puesto que dado que el conferenciante es un físico teórico, premio Nobel 2004, experto en física de partículas y  mecánica cuántica, era de suponerse que pocos acudirían a la cita; pero no fue así, el salón quedó corto y la atención al discurso fue máxima.

Naturalmente, la conferencia no fue sobre física, sino sobre el lugar de la ciencia entre todas las iniciativas humanas que contribuyen al desarrollo material y al enriquecimiento del intelecto y deleite del espíritu.

Hasta cierto punto podría afirmarse que la ciencia ha gozado siempre de suficiente apoyo y reconocimiento de la sociedad en general. Paradójicamente, aun en sociedades que se precian de tradición democrática, donde los gobernantes dicen escuchar al pueblo, su soberano, lo cierto es que los políticos son poco dados a respaldar y promover la actividad científica, y menos aquellas denominadas ciencias básicas, fundamentales, casi teóricas. Este déficit de políticas públicas es peor en los países subdesarrollados y particularmente en los pequeños, como el nuestro. En el fondo de la cuestión hay también razones de falta de comunicación y de comprensión sobre los vínculos múltiples, ora explícitos, ora sutiles, entre la ciencia básica y el desarrollo económico y social de los pueblos. En ese aspecto, los propios científicos tienen un papel que jugar.

Durante los años 60s y 70s las clases del físico teórico Richard Feymann, en CALTECH  (California Technological Institute), se convirtieron en ejemplos de curiosidad intelectual de alto nivel en los Estados Unidos. Sus clases fueron recogidas en tres tomos titulados  Lectures On Physics, y en los mismos se insertan algunas fotografías de sus cursos repletos de estudiantes que les escuchaban boquiabiertos discurrir con fluidez espectacular sobre mecánica clásica, electromagnetismo, mecánica cuántica y física de partículas. De esa tropa de curiosos, los menos eran los estudiantes de física; asistían estudiantes de antropología, filosofía, ingeniería, medicina, historia, economía, biólogos y hasta de psicología. Naturalmente, Feymann no solo era uno de los físicos más extraordinarios del siglo 20, premio Nobel (1965), sino también un gran expositor y un erudito que viajaba por África y Asia observando detalles culturales que luego comentaba en sus clases.

Se ha puesto de moda entre nosotros hablar sobre la sociedad del conocimiento, pero pocos reparan en que gran parte del conocimiento de mayor impacto lo produce la ciencia, en especial la ciencia básica que son, entre las de la naturaleza, la física, química, biología y geología.

Todas las ingenierías y la medicina tienen como zapata a las ciencias básicas; si estas fueron bien impartidas a os estudiantes de tales profesiones, entonces aquellos serán excelentes, si fueron deficientemente enseñadas, entonces serán copistas y poco creativos.

Según las nuevas corrientes de la enseñanza de las ingenierías, las universidades deberían fortalecer el rigor y profundidad en la enseñanza de la química, física, matemáticas y ciencias de materiales – ¡las ciencias básicas! – a los jóvenes, puesto que la velocidad de los cambios tecnológicos están llevando a que lo aprendido en el primer año de facultad quede superado por innovaciones o nuevos descubrimientos antes de finalizar el último año de la carrera. Un sólido dominio de los fundamentas garantiza capacidad para buscar por su cuenta  nuevas soluciones y aprender nuevas técnicas y teorías.

En resumen, David Gross, uno de los más eminentes físicos teóricos de la actualidad vino al país, invitado por la MESCYT y recibido en la UASD, para decirnos claramente que la sociedad del conocimiento se basa en eso, en el conocimiento, y que para lograrlo  en Dominicana habría que reformular por entero nuestro ineficiente y obsoleto esquema o paradigma  de enseñanza, difusión, investigación, financiamiento y respaldo social de las ciencias básicas. Lo demás es… discurso y panfleto.