Cada día en la República Dominicana se cometen cerca de once mil intentos de “hackeos” o ataques cibernéticos a instituciones privadas, con una secuela significativa de daños potenciales en lo que implica la seguridad nacional, empresarial e individual, sin que hasta la fecha haya un plan nacional real para proteger el interés general frente a las amenazas significativas del mal uso de la tecnología.
El dato fue formulado en una entrevista reciente al director del Departamento Nacional de Investigación del país, Sigfrido Aramis Pared Pérez, (Listín Diario-03.15.19), en la cual parece confirmar pronósticos de expertos sobre el auge acelerado de ese delito en 2019, así como de un estudio de la Unidad de Inteligencia de la revista británica The Economist que lo califica como uno de los diez riesgos más relevantes del año.
El Informe Anual sobre Ciberseguridad, emitido por la organización Cybersecurity Ventures, concluye que los ataques cibernéticos constituyen la principal amenaza para cada empresa en el planeta, en particular de países democráticos desarrollados, originados en China, Rusia, Irán y Corea del Norte. El mismo anticipa que el costo a nivel mundial de ese delito para el 2021 sería de seis trillones de dólares. Sólo en 2018 se registraron 16-mil, un promedio de 46 por día, según el portal Globb Security.
Entre los efectos malignos del ciberdelito se incluyen: daños a la reputación, espionaje, eliminación y restauración de datos, fraudes, interrupción y/o alteración del curso normal de los negocios, robo de datos financieros, malversación, robo de propiedad intelectual, pérdida de productividad, sustracción de fondos, investigación forense, daños y destrucción de datos, lavado de activos, evasión de impuestos y otros ilícitos de los que no están exentas las instituciones del gobierno.
Los ataques cibernéticos no sólo afectan a las empresas como bancos, financieras, universidades, tribunales, centros médicos, ONGs, bufetes de abogados, manufactura, zonas francas y otros entes públicos o privados a cargo de infraestructuras y servicios esenciales para el funcionamiento de un país, sino también a los individuos en su carácter personal, los clientes y el resto de la sociedad, más allá de lo que prescribe la Ley No. 53-07 sobre Crímenes y Delitos de Alta Tecnología.
Los ciberpiratas buscan robar información personal privada y confidencial, datos sobre tecnologías e investigaciones sensitivas realizadas o en proceso de ser completadas, así como servicios y operaciones de procesos detenidos o fuera de control. Por ello, se ha recomendado desde 2016 a las empresas e instituciones incluir entre sus deberes y prácticas reforzar su ciberseguridad para tomar decisiones acertadas sin afectar los intereses de dueños, accionistas, empleados, clientes y la comunidad en general.
Ante esa amenaza permanente los consumidores no pueden proteger su acceso a los servicios públicos, bancarios, financieros o su información personal. Confían en que aquellas organizaciones que procesan y guardan los mismos adopten protocolos y métodos tecnológicos, al costo que sea. Que garanticen un margen de seguridad adecuado a su integridad individual y a información privilegiada tan sencilla como su fecha de nacimiento, números de cédula o de seguro social, dirección física y en redes, correos electrónicos, número de teléfono o cuentas bancarias y financieras, para prevenir malestares y sorpresas.
El principal dilema político, legal y filosófico de nuestra época consiste en cómo regular la propiedad de los datos, asegura Yuval Noah Harari, célebre autor de ensayos como Sapiens: de Animales a Dioses y Homo Deus: Breve historia del mañana (15 millones de libros vendidos) que lo han convertido en una suerte de gurú digital.
La seguridad cibernética requiere un esfuerzo conjunto y mancomunado de la sociedad, tanto de empresas públicas como privadas, que beneficie la sostenibilidad social, elimine la corrupción, proteja la privacidad, el intercambio de la información y la libertad de expresión, en una época de enormes riesgos geopolíticos, económicos y militares que ya afecta a millones de habitantes del planeta. Y los pronósticos a futuro no son halagüeños, porque la amenaza ya está aquí.