La amplia votación obtenida por la socialista Michelle Bachelet en la primera vuelta del pasado domingo y que le augura una victoria en la del próximo 15 de diciembre, ha sido el triunfo de la persistencia de la memoria de la lucha política del pueblo chileno. Una memoria que  viene de lejos, últimamente reverdecida por la madurez de un movimiento estudiantil que no renuncia a la política, ni mucho menos a sus referencias ideológicas y de clases.

El carisma y talante político de la Bachelet, han sido factores de primera importancia para su reciente triunfo y buen posicionamiento de cara a la segunda vuelta. Pero han sido las sostenidas protestas de los movimientos sociales durante los últimos dos años, lo que han creado el contexto que le ha permitido elaborar un discurso con posibilidades de recoser el tejido de una izquierda que a veces se ha visto alejada de sus mejores tradiciones.

Además, las amplias posibilidades de que esa izquierda no sólo retorne al poder, sino que lo haga en un contexto de claras propuestas de cambio, creado por un movimiento social y estudiantil de larga tradición de lucha por la democracia y la inclusión social. Un buen ejemplo de que las luchas reivindicativas para ser eficaces deben vincularse a la política, de lo contrario terminan irremisiblemente en frustraciones y desmovilización político/social.

Chile goza de estabilidad y de sostenido desarrollo económico, pero al mismo tiempo, la desigualdad social también se ensancha sostenidamente. Conscientes de eso, los movimientos sociales han llevado su lucha al terreno de la política, poniéndose de acuerdo para presentar candidatos a diputados en listas de partidos y movimientos, tejiendo una alianza para impulsar el triunfo de Bachelet. Una posición, que los diferencia de las actitudes generalmente apolíticas, o peor aún, antipolíticas de los movimientos de protestas en otros países.

Esa posición de los movimientos sociales chilenos no es casual, tienen una larga tradición de luchas por la libertad y la inclusión social, pero siempre vinculados a la clase trabajadora y a los partidos Comunista y Socialista. El movimiento estudiantil que hoy apoya a la Bachelet, la enfrentó cuando era presidenta con manifestaciones por una Ley de Educación que garantizase la gratuidad y calidad de la educación en todo los niveles, entre otras reivindicaciones.

El rostro descubierto y maduro de los jóvenes que tomaron las calles de Chile en los últimos años, es el nuevo rostro del parlamento chileno

En ese sentido, ese movimiento ha sido maduro y coherente, igual que ella, pues a pesar de los desencuentros y las diferencias entre ambos, asumieron el compromiso de la unidad para cerrarle el paso a la derecha. Bachelet tendrá el apoyo de Enrique-Ominami que situado a su izquierda, obtuvo un 11% de la votación, que sumado al 46.68% de aquella serían determinante para su triunfo en segunda vuelta.

Esta experiencia chilena permite una reflexión sobre la relación movimientos sociales y política. Demuestra que las acciones en las calles sólo son eficaces si permiten la participación de la gente, que la violencia, el recurso a la quema de  gomas y hasta armas de diversos tipos y los pañuelos que ocultan el rostro de algunos de sus participantes alejan la gente de las calles, producen desmovilización política/social. Las calles han sido el escenario básico de los movimientos sociales chilenos y cuando las condiciones impuestas por el terrorismo de Estado del pinochetismo impusieron el justo uso de la violencia, a ella se recurrió con valentía.

El rostro descubierto y maduro de los jóvenes que tomaron las calles de Chile en los últimos años, es el nuevo rostro del parlamento chileno. Es el rostro de la esperanza, de la persistencia de lo mejor de la memoria política chilena, esperemos que la Bachelet, de vencer en diciembre próximo, sea consecuente con ese sentimiento, con esa nueva oportunidad esa izquierda.