Nueva York. Del cáncer de Hugo Chávez solo sabemos que en La Habana le extirparon un tumor del “tamaño de una bola de béisbol”. Del cáncer sabemos que muchos tumores generalmente crecen durante algún tiempo antes de llegar a ese tamaño. Quizá Chávez administraba su salud tan mal como administró a Venezuela.
Su muerte grita y repite una verdad ancestral, universal: nadie nos salvará. Cristo fue crucificado, Lenín estuvo equivocado, Mao fue renegado, Fidel está retirado, el Papa ha renunciado, Chávez debe ser enterrado. La salvación nunca sera personal sino colectiva, por eso fracasaron los mesías; se salvarán las comunidades que colaboren y se apoyen.
Embalsamar a Chávez y mantenerlo en en una vitrina, como están Lenin y Ho Chi Ming, es una vulgar manipulación contra el desafortunado pueblo venezolano. Y demuestra la pobreza ideológica, espiritual y creativa de su sucesor, Nicolás Maduro, quien convertirá a Chávez en el nuevo mesías, y vendrán sus “milagros”.
El chavismo puede ser el refugio de políticos sin imaginación, cuyo futuro depende del cadáver que pretenden eternizar. Si las ideas de Chávez tienen la trascendencia que le atribuyen, florecerán y se universalizarán orgánicamente, sin manipulación, como las de Gandi y la figura del Che.
Chávez ayudó a los pobres y aportó ideas brillantes sobre la integración y cooperación regional, pero fue un horrible administrador público. En 14 años aumentó la deuda externa venezolana de $32 a más de $100 mil millones. Vendiendo petroleo sobre $100.00 el barril, Venezuela sufre desabastecimientos, apagones, muchísima delincuencia e inflación.
Chávez también dejó a 125 mil “milicias bolivarianas” muy bien entrenadas y armadas, esa guardia pretoriana tiene una sola misión: “defender la revolución”, entiéndase a los chavistas en el poder. Pronto Maduro y Diosdado Cabello se disputarán el Papado Chavista. A Venezuela le esperan unos días muy difíciles.