Sin lugar a dudas, la sociedad dominicana de principios del siglo XXI se perfila muy diferente, en algunos aspectos, de la que era a mediados o finales de la centuria pasada. Muchas cosas han cambiado, para bien o para mal. Más aún en lo que respecta al papel, conducta y desempeño de las mujeres en el quehacer de lo general y en lo particular.
La mujer dominicana es de por sí un testimonios de proezas antológicas. Femeninas, educadas, trabajadoras, responsables, conscientes, fieles a sus hijos, esposos y familiares; mujeres intachables en términos de principios, valores, ética, firmeza, devoción, respeto a sí mismas, dignas de admiración, de virtudes y carácter a toda prueba. Ello no implica que no sean débiles y caigan por la tentación, errores u omisiones. Jamás con la premeditación, ventaja y alevosía.
En el lado opuesto, han surgido otras especies de “damas.” La mayoría influenciadas por los mensajes subliminales de la señal abierta del cable-TV, las novelas con énfasis en el arte de la infidelidad, la dictadura de la moda, la influencia extranjera y la pornografía encubierta. En sus variantes son esclavas al hacer de sus cuerpos, almas e imagen un culto colosal al ego, la vanidad, el egoísmo y la inmoralidad.
Agotar todos los placeres, incluso más allá del Kama Sutra. Sólo da servicio horizontal a su marido, cuando le parece. Nada de cocinar, lavar, planchar o limpiar
El argot popular las bautiza con nombres llamativos y peculiares. La de circulación más reciente es la Chapeadora. Suele pedir dinero con frecuencia, hasta limpiar el bolsillo del tonto que caiga a sus encantos. Su habilidad y destreza es chapear los bolsillos y las cuentas de su consorte, amigo, chillo o amante. Hábil en hacer trucos de cámara. Se siente cara y hay que pagarla como tal. Compite en la pasarela de la vida. Les encanta viajar al extranjero. Son débiles por la buena vida. Sin duda, limpian el terreno de maleza y hierba con el machete donde quiera que van. Suelen tener dos maridos, uno doméstico y otro fuera del país.
Le sigue la Postalita. Es la más original y más popular de estos tiempos. Joven, inquieta, sin formación educativa seria. Rehúye el compromiso. Si es casada, no tiene obligación. No atiende a esposo o hijos. Su dinero es de ella, y el de su compañero también. Le gusta tirarse “una cana al aire” de cuando en vez. Le fascina navegar en la Internet y chatear con desconocidos para atizar el morbo erótico o el flirteo. Les encanta Miami, Nueva York, Washington o Madrid.
Agotar todos los placeres, incluso más allá del Kama Sutra. Sólo da servicio horizontal a su marido, cuando le parece. Nada de cocinar, lavar, planchar o limpiar. Se toma vacaciones a voluntad y le fascina una noche de parranda con “hot pants”, tacos de estilete, espalda, ombligo y medios senos afueras. No usa panties. Suele culminar su parranda con una borrachera en forma. Que nadie le hable de desayuno, comida ni cena. La inmadurez es su mantra. Vive para ella en lo absoluto Libertina en reglas morales o éticas. Suelen ser muy peligrosas porque les fascina sonsacar a las que no están en ese mundo.
¡Ayy, las Mega divas! Son las más atrayentes por su fama mediática. Caras por antonomasia. Su víctima tiene que cubrir todas las cirugías que se les antoje. Incluso, las de verrugas en la cara, los senos, los glúteos, o el rejuvenecimiento vaginal. Su maestría consiste en destruir hogares establecidos. Luego de explotar a sus víctimas, las lanzan como despojos al basurero. Su closet debe ser A1. Vestuarios y perfumes de Versace, Nina Ricci, y carteras MC (Michael Kohl). Les encantan los viejos mayores de 80 años y con buena fortuna y abolengo. A ellos les place tenerlas como trofeos de combate fuera de la cama, en actividades sociales de alto vuelo donde se despierten la envidia y el qué dirán. Las infidelidades abundan.
Las Champañeras son y serán las más veteranas. De cócteles y sociedad. Suelen ser fieles, cuando se enamoran. Los champañas caros y de calidad son su debilidad. Las joyas y vestuarios de fama y renombre. Nada de cachi vaches o baratijas. Las playas, hoteles caros y lugares de bailes exclusivos son sus centros de operaciones. Les atrae los hombres de éxito y dinero dudosos, con líneas de crédito abultadas. Disponer de un apartamento sólo para ellas, y que su conquista llegue de paso y nada más.
En conclusión, las cuatro especies son plumas de una misma ave. Es innegable que ellas reflejan aspectos sórdidos del país actual. Engendradas por la injusticia y la desigualdad que abunda en el lado oscuro de una sociedad machista y misógina, en un relativismo moral insolente. De modo que, cualquier parecido con la realidad, es pura coincidencia.