Nueva York.-Víctor contestó el teléfono y extendiéndolo dijo: “es para ti”.

Compartíamos un apartamento frente a la Catedral San Pedro Apóstol; el hoy doctor Víctor Valentín Fernández estaba en la escuela de medicina, yo estaba en la periodismo.

Era Félix Gómez, de El Nacional de Ahora, yo era su corresponsal en San Pedro de Macorís. Me convocaba a una reunión.

Llegué al periódico, había muchísimos corresponsales y nos propusieron trabajar para Hoy, un nuevo periódico matutino.

Nuestro nuevo jefe, editor de provincias, era César Medina.

César abrió oportunidades para corresponsales de mi generación, convirtiendo la sección de provincias de Hoy en un foro para discutir nuestros problemas comunitarios.

Los corresponsales cobrábamos por “pulgadacolumna” publicada, César nos publicaba varios trabajos a la semana aumentando nuestros ingresos, y nos exhortaba a tomar fotos, las ampliaba, aumentando nuestras “pulgadas-columnas” e ingresos.

Nunca nos dijo cómo escribir, siempre nos preguntaba, “no crees que si lo enfocas por aquí es mejor, qué tal si empezamos de esta forma y no de la otra”.

De César recibí las primeras lecciones prácticas de la redacción periodística que Lipe Collado me enseñó en la universidad.

Luego de César, trabajé directamente con el mejor periodista que tenía el país, el director-fundador de El Caribe, don Germán E. Ornes. Ellos me formaron como periodista.

Y, por esas cosas que tiene la vida y los azares de este oficio periodístico, hoy disiento de ambos.

Mi maestro, César, hoy es mi colega columnista del Listín Diario.

Disentimos hasta la pared del frente, y quizá más allá, pero seguimos compartiendo los mismos viejos afectos respetuosos de siempre.

Ninguna disensión borrará la gratitud personal y profesional que muchos periodistas profesionales sentimos por César.

Su diagnóstico de cáncer hepático, consterna a muchos periodistas de mi generación, que hoy hacemos votos por su pronta recuperación.