La República Dominicana tiene la fortuna de ser uno de los países con menos personas contagiadas y menos mortalidad. Aunque las estadísticas transparentes, nítidas, no constituyen un rasgo sobresaliente de las instituciones del país, hemos de aceptar que la COVID-19, que impacta de forma feroz a muchos países, es clemente con la sociedad dominicana. Mientras tanto, hay países de Europa que de nuevo aplican medidas para controlar otra ola de contagios, de personas en cuidados intensivos y de muertes diaria. En Italia, Austria, Francia y Alemania, las protestas por las restricciones cada vez se amplían e intensifican. Sin embargo, en nuestro país se han flexibilizado las medidas antipandemia. Se ofrecen condiciones para celebrar, divertirse y compartir con amigos y familiares. La flexibilización de las medidas por parte del Gabinete de Salud constituye una oportunidad para que la ciudadanía fortalezca su capacidad de gestión de la libertad y de la autonomía. Ambos rasgos les permiten diseñar un plan de autocuidado personal y colectivo, previsor de riesgos de salud; y fortalecedor de la voluntad para gestionar con inteligencia los contextos y las relaciones. Estos factores pueden incrementar la expansión de la enfermedad y las variantes que circulan en estos momentos.
Ahora más que nunca es necesario ponerle atención al autocuidado. Esta tarea no busca potenciar la capacidad narcisista de las personas. Por el contrario, se orienta a ponerle atención particular a la vivencia saludable. Se busca el reforzamiento de la salud robusta y libre de los efectos de la diversidad de virus que entretejen la pandemia. El autocuidado acentúa la previsión personal para mantener el equilibrio emocional, la integralidad de los sentimientos y la agilidad de la razón. Esta tríada propicia una experiencia personal activa y sosegada. De otra parte, el autocuidado colectivo es muy importante en este tiempo cercano, durante y pos navidad. Todos hemos de preocuparnos por la vida sana de los demás. Este es un compromiso humano y social. No es aceptable la indiferencia en este campo. La vida de cada persona tiene sentido y un valor incalculable. Asumir la celebración de las fiestas navideñas al margen de estos lineamientos pone en riesgo la salud de la sociedad, el desarrollo económico de la nación y el disfrute de una de las fiestas más anheladas y apreciadas por los dominicanos, la Navidad. Para vivir una Navidad segura, hemos de establecer prioridades en torno a la salud personal y a la salud social. En esta perspectiva es necesario tener en cuenta la necesidad de la vacunación, el uso de la mascarilla según las orientaciones aportadas por el Gabinete de Salud; y administrar de forma estratégica la distancia física y la distancia social. La celebración de la Navidad requiere no perder de vista la pandemia. Esta no juega. Está al acecho para impactar y no de buena manera. Por ello hay que afinar la razón y la capacidad de escucha, para no lamentar en vez de disfrutar y para alegrarse desde una clave saludable.
La sociedad dominicana celebrará una segunda fiesta navideña, marcada por la COVID-19, pero en esta ocasión, con menos restricciones y mayor corresponsabilidad. En estas fiestas que se acercan, quedará demostrado, si la ciudadanía cuenta con la madurez humana y social requerida, para disfrutar y guardar el respeto debido, para que la salud, la vida personal y colectiva, emerjan, con más vigor. La postura de los ciudadanos ante estos desafíos no resiste dudas, mucho menos vacilación. La respuesta ha de ser firme y sostenida. De ser así, la pandemia queda neutralizada y la sociedad en general avanza.