Catana Pérez de Cuello es heredera de una tradición magisterial en su familia; razón por la cual de su loable trayectoria se desprende su personalidad como colaboradora de la cultura, que asume el trabajo en grupo para desarrollar armoniosamente con los otros un diálogo abierto y reflexivo sobre la esencia del hacer humano: lo humano como arte y como una facultad excepcional de crear que, en lo colectivo se multiplica dando riendas sueltas a una comprensión en torno a lo razonable como interioridad sublime, y alusión al carácter de quien se escucha como un intérprete de su tiempo o se siente un ejecutante a quien Dios ha dado la encomienda de salvar del olvido y de lo perenne todos los significados de su reino.
Sólo una Maestra como ella, de hondura psicológica, forjadora de ideas, que palpita y gravita sobre los peñascos que trae la epopeya dramática de las alusiones simbólicas de la música, puede hacer de la enseñanza una apoteosis de encuentros confesionales, donde la embriaguez de lo excelso que rodea de una atmósfera de encantos a la nostalgia y, a veces, al dolor, se une como esencia de lo tangible al sentimiento cuando se quiebra en las fluctuaciones del amor.
Catana, entendemos, es ante todo una esteta, una mujer artista, dueña de sí misma, pero que, no obstante, se aproxima con inocencia a cada estación donde el ser se hace frágil o fuerte, o viaja de manera itinerante a una cumbre donde se fortifican las voluntades para no sucumbir ante el vendaval y los infortunios que traen los necios. De ahí, que como musicóloga haya creado un estilo muy peculiar de enseñanza: el de narrar -pausadamente y con calidez- los episodios del arte en torno a los cuales giran sus trabajos de erudición, y de investigación
Sus hallazgos como documentalista son esenciales para conocer la historia de la música en nuestro país, en especial ese maravilloso y tradicional ritmo del merengue, a cuya comprensión de sus orígenes aportó a través de una enriquecedora publicación junto al Maestro Rafael Solano. Sus estudios de piano le han permitido ser una exploradora infatigable, y una diestra escritora de opinión crítica.
Catana Pérez representa en nuestro país una de las generaciones más importantes de maestros que hizo el milagro de que no pereciera en los jóvenes el amor por la música clásica. Cuidadosamente, como una alondra, Catana indujo a sus alumnos que asistían a los cursos de apreciación musical en el Teatro Nacional a despertar su sensibilidad para saber apreciar el valor de las obras y elogiar los elementos de lo puro como sustentadores del arte en adicción a la hazaña y a la grandeza del artista que hace suyo -de manera exclusiva- contar con alegrías o llantos lo que el mundo desgarradoramente le inspira o lo que descubre del mundo en el hechizo de las apariencias.
Ella ha sabido establecer los nexos entre enseñanza e investigación, partiendo del axioma de re-conocer en la naturaleza el lugar donde los anhelos cotidianos no son sólo metas sino viveza de la percepción para acercarnos al asombro de lo ajeno y de lo propio que trae cada experiencia. Catana ha hecho del arte un hecho espiritual, una victoria lírica de la ilusión, el aliento total del sueño, la fortuna original y única de todos aquellos que aún con los ojos cerrados recorren a la existencia para adentrarse en lo bello… como una alondra.
La vida de Catana se puede biografiar sin máscaras, porque ella es una protagonista prudente, que nunca se ha dejado desbordar por el egoísmo o ambición alguna, ni ha solicitado tener un primer plano en nada, excepto en transmitir la esperanza de manera intensa cuando alguien tiene la fiebre del desconsuelo o la enfermedad de la desilusión.
Todo deleitante de Johann Strauss o de la ópera Otello siente una emoción inexplicable en su interior cuando cree percibir que el instante se detiene, se arroja o se arrodilla –por decirlo de alguna manera- a lo eterno, sin sublevarse en esa pausa que no alcanzamos a atrapar. Catana, nuestra Catana, conoce ese instante al desnudo que ningún decorado puede interpretar: porque sólo la voz, el sonido del instrumento seducido por el alma del artista nos hace vivir lo que Dios sueña para nosotros y por nosotros. Catana está aquí para ser nuestra guía, y nosotros, pasajeros de un vuelo de amor por la música…