Antes de estimular la peligrosa histeria xenofóbica que podría conducirnos a hechos aberrantes, hay que demandar, primero que nada, una política de empleo que castigue a los grandes responsables de esta “invasión pacífica“: el finquero, constructor, hotelero, comerciante o industrial que contrata mano de obra ilegal haitiana para explotarla miserablemente sin pagar consecuencia alguna y, segundo, castigar severamente a todo guardia, policía, agente migratorio o aduanero que tráfique con esa mano de obra desesperada, que tal bandidaje fronterizo macutea o vende por cabeza al mejor postor. (Después de eso hablamos…)