El presidente Nicolás Maduro, como en su tiempo su mentor Hugo Chávez, parece  popular en el país y supongo que eso se debe a la dicha de que gobierna a otra nación y no a la nuestra. Cuando me refiero a su extravagante proceder y su poco respeto por otros líderes me cae una lluvia de correos llenos de insultos que  demuestran la falta absoluta de argumentos y la baja calidad de quienes apoyan y justifican el control de todos los resortes del poder de un país por una sola persona, que en el caso particular del venezolano, no reúne condición alguna de estadista.

Recibí varios de alguien que sólo se identificaba como Maira. Se lamentaba de “lo triste que es ver como este individuo (se refiere a mi) que dice llamarse periodista, maltrata a gente que nos da de vivir, lo cual supone la presunción de que las ventas entonces parcialmente financiadas de petróleo y combustibles de Venezuela constituyen un regalo que los dominicanos debemos agradecer, y no un trato comercial que llevaba implícito un compromiso de deuda con esa nación. Lo que sigue después pueden ustedes imaginárselo, desde “lambón y perrito faldero del imperialismo”, términos desfasados que sólo dinosaurios de la política como Chávez, Maduro y  aliados emplean todavía, a falta de argumentación  para el debate. No satisfecha con su diatriba, la tal Maira se despachó con un segundo correo llamándome “idiota, muerto de hambre”.

En un tercer correo me invitó a leer un artículo de alguien a quien llama “un verdadero profesional del periodismo, del arte de las letras y de las columnas de diarios del país”, que lamentablemente no me anexó, por lo que no puedo complacerlo, para añadir a seguidas todos sus sentimientos, obscenos por cierto, contra el autor de esta columna, quien no sale de su asombro ante tantas muestras de adhesión fanática a un líder tan rústico y desagradable como el presidente venezolano.