Por poco se me olvida, Coronel de siempre, que su gesta fue en la República Dominicana, país donde ganó sus auténticos galones en combate; que fue aquí donde usted cambió sus doradas charreteras por una brillante estrella inapagable, en un país donde los más grandes ladrones de la historia hoy exhiben su odiosa impunidad en plena calle. Por poco se me olvida, en medio de todas las porquerías que nos distraen, que fue en esta tierra donde usted dejó su sangre, que sigue viva, por encima de políticos farsantes, desertores, burócratas venales y demagogos capaces de hacer olvidar a todo un pueblo que ha tenido un pasado grande.