Recuerdo que en mi infancia existía una diferencia entre un telegrama y una carta. La carta, normalmente, era un escrito que, por lo general, estaba destinado a comunicar buenas noticias: un saludo, saber de tu salud, comunicar el nacimiento de un niño o niña, felicitar por tu cumpleaños, etc. Con la carta se actualizaba la vida.

El telegrama era todo lo contrario. Cuando en el barrio se esparcía la noticia de que a alaguna persona le llegaba un telegrama generalmente comunicaban el fallecimiento de algún familiar.

Comunicar esta noticia tenía un protocolo que me parece se mantiene todavía que consistía en no decir la verdad, sino envolver la realidad en un aparente manto de escepticismo donde se decía que el familiar se encontraba grave que debía salir de urgencia. A veces era cierto, pero por lo general la persona se encontraba con la sorpresa de que había fallecido.

La curiosidad cundía ipso facto, todo el mundo quería saber el contenido y la gente se agolpaba frente a la casa de quien recibía el telegrama con sentimientos encontrados entre la solidaridad y la curiosidad.

Cuando se sabía la noticia igualmente se esparcía de inmediato: falleció fulano o a fulana le dijeron que saliera de emergencia porque fulano está muy grave.

Hoy en día el internet, las redes sociales y la masificación de los medios de comunicación han relegado las cartas y telegramas al museo de la memoria de quienes tenemos algo más de edad, mientras las jóvenes generaciones no solo prescinden de esto, sino que dudo lo conozcan.

La reflexión viene a colación por dos hechos ocurridos al final de esta semana pasada: la muerte del ex nuncio acusado de pederastia en el país y la proclamación de Danilo Medina como candidato presidencial del Partido Oficialista.

Del exnuncio se esperaba fuera juzgado pero la muerte lo salvó al menos del juicio, no sé si le salvará de la justicia divina. En el caso del Presidente jura ante Dios que esta será su última candidatura presidencial. Mi problema es que no sé si ambas noticias recibirlas como una carta o un telegrama.