Apreciada y adorada Maricusa:
La realidad política, social y humana, en el presente, a dos meses de tu partida, no es la que nosotras queremos, es decir, las mujeres. Puede ser que tú lograras capitanear la nave de tu vida como si dirigieras -con solemne autoridad- los designios de un siglo, el tuyo, desde 1926 al 2018 y, por supuesto, porque perteneciste a una generación de hombres y mujeres muy distintos a los de ahora.
Sé, y esto lo tengo claro con absoluto convencimiento, que fuiste una mujer inteligente, extremadamente aguda, de muchos conocimientos y elevada capacidad para la discreción y el silencio adecuado. También intuyo que actuaste en todo lo que apreciaste como existencia con una profunda claridad sobre lo que exactamente deseaste realizar y poseer como tus bienes más apreciados.
Demás está reiterarme a mí misma que, que tenías una convicción propia de lo que entendías como dignidad de vida, no importando el desafío que tuvieras de frente.
Creo, sin temor a equivocarme, que fuiste tú, y solamente tú, la protagonista principal de tu destino, y que hiciste correr el telón del final de tu vida cuando lo deseaste; sin embargo, te preguntaste alguna vez ¿qué llevan las otras mujeres que no son de tu generación en el bosque de su alma, qué traen consigo cuando tienen que vivir ante el gran vacío espiritual de este siglo?
Tú, apreciada Maricusa, al igual que otras mujeres que lucharon contra los oprobios de la dictadura trujillista, el totalitarismo y el despotismo, fuiste la creadora de un tiempo que tejiste, que construiste, como si esculpieras para el presente y para el futuro los principios que deben rodear la cotidiana existencia de las intelectuales comprometidas ideológica y éticamente con los preceptos de la libertad y de la democracia. Quizás, es posible, que una al actuar políticamente se deja llevar por las paradojas o por el oleaje de lo pragmático. Tal vez, entiendo, una no deba arrojarse a la conquista de un continente, sino tener un poquito de su contenido.
Sé que nada opaco te atrajo, porque pensabas que cada cosa que construiste en tu universo interior era un continente desbordante cuya perfección motivabas con ahínco.
En el presente, no sé si como escritora huyo de la realidad, si medito o me doy pausas conversando con el silencio, aún cuando parezca una simplicidad decirlo.
Tú sabes que, los momentos son estaciones, no son metas; son devenir, desafíos diarios, afirmaciones, negaciones, cansancio, curiosidades pasajeras, sensibilidad que crece o se arruina, triángulos de amor o desamor, atrevimientos, monólogos confesionales, soledad, pero no sumisión a nada ni a los otros, sólo sumisión a lo que queremos y a quienes queremos.
El dualismo de la vida -entiendo- es éste: hoy estamos, pero mañana puede ser que no estemos, porque los ciclos rutinarios nos aturden, nos brindan a veces felicidad desbordante, pero concluyen inesperadamente.
Y es esta la razón por la cual no me gusta ser espectadora, sino co-partícipe. Tú me permitiste –y te lo agradezco- ser co-partícipe de tu tiempo, de tu tiempo cronológico, y del paso de los años donde compartimos una amistad.
No obstante, siento, y esa es la razón por la cual te escribo esta Carta, que ambas hicimos ejercicios de paciencia ante el aturdimiento que nos provocaban los inesperados giros del derrumbamiento de la jerarquía de los valores de esta sociedad, y que muchas veces intentamos serenar el bosque de nuestras almas en nuestras largas conversaciones.
Pero «¿qué puedo hacer?», me pregunto. Mientras tanto a partir del primero de marzo continuaré haciendo que se conozca tu obra teatral y escénica, que fluya para el conocimiento de la humanidad, ya que me enseñaste a volar con alas propias. No obstante, recuerda Maricusa que, las leyes vitales del tiempo no son las mías ni las tuyas ni las de las demás personas que nos rodean las que se cumplen, y escribo esto porque me apena mucho este momento actual en el cual ya no contamos con mujeres excepcionales –como la de tu generación- que actúen políticamente con una armadura de hierro pretoriana. La República pende de un oráculo de acertijos, y no exagero.
Adorada Maricusa: esta es la realidad que quiero compartir contigo, mi realidad, porque hay momentos y circunstancias en los cuales una debe rasgarse las vestiduras, atreverse a escribir antes que la salida del poniente me logre vencer.
¡Ah!, y recuerda que te quiero…