Señor Presidente:

El sentido común nos indica que ha llegado el momento económico y político propicio en que se debe desmantelar de golpe y porrazo todo el tinglado de leyes e impuestos que gravan los combustibles. Entendemos que en vez de operar como retranca, los combustibles deben ser convertidos en factor dinamizante de la economía nacional y en la forma más eficaz de hacerle llegar los subsidios a los pobres nuestra sociedad.

Sabemos que el insumo que más gravita sobre la economía son los combustibles y que a causa de su alto precio por factores impositivos se ha convertido en un grave veneno de alto costo social que irrita a los ciudadanos y endurece todas las arterias del cuerpo productivo nacional. No es política adecuada de ningún estado basarse en este sensible e injusto impuesto inflacionario para nutrir sus arcas.

Entendemos que ha llegado el momento en que se deben reencauzar los subsidios a la clase baja y extenderlos a la media por la vía de la reducción de los costos y de los precios que hoy gravan y constriñen la estructura productiva nacional reduciendo los empleos y encareciendo la canasta familiar.

Sin embargo, muchos dirán que eliminar de golpe y porrazo los impuestos a los combustibles sería catastrófico e irracional; muchos opinan que no podemos prescindir de estas grandes recaudaciones y que de abaratar los combustibles, su dispendio se agrandaría y aumentaría nuestro gasto en dólares afectando la reserva nacional. Ignorando que la dinamización económica que aportaría la medida resultaría en un gran balance positivo político y económico, proporcionando paz social y más recaudaciones y dólares para el arca estatal.

La ecuación económica y la política nos indican que:

–El impuesto al combustible constituye una retranca, una distorsión aberrante que afecta y gravita negativamente sobre todas las unidades económicas y sectores del sistema productivo nacional: industria, turismo, comercio, agricultura, exportación, competitividad de zonas francas, etc. y, sobre todo, sobre el presupuesto familiar.

–La eliminación inmediata de todos los impuestos a los combustibles causaría un impacto favorable, una notable disminución en la estructura general de costos y precios de la economía nacional.

— Esta disminución de costos y precios produciría un optimismo general basado en el efecto real de la medida, es decir: produciría un notable incremento (vía costos, precios, demanda) en toda la actividad económica  nacional

— Lejos de afectar las recaudaciones del Estado como se suele pensar, al final del proceso económico y por causa de la expansión productiva, las arcas del Estado se verían compensadas y hasta aumentadas por efecto del crecimiento de la demanda y de la producción nacional. Al final aumentaría la recaudación de Itebis y otros impuestos, como consecuencia del aumento en la actividad económica general.

— Si bien es cierto que habría un aumento en el consumo de combustible y dispendio, en gran parte, este aumento sería la señal inequívoca y positiva de que se ha producido el arranque de la economía nacional, y no las señales de una “fiesta de dispendios” como se suele pensar.

–El consecuente aumento del gasto en dólares para compra de combustible, lejos de producir un déficit, la cuenta se vería compensada por el incremento de las exportaciones, incentivadas por la reducción del costo, la competitividad, el aumento en la inversión y en la productividad nacional.

–La mejor vía de subsidiar a los pobres, lejos de ser una tarjeta o un bono gas, debe ser por la vía del aumento de la oferta de empleos que dignifica e incorpora a la familia al sistema productivo nacional y .desde luego , por la disminución del costo de la canasta familiar y el consecuente aumento del salario real

Señor Presidente, en tiempos de crisis no debemos limitarnos a aceptar lo establecido, pues, la búsqueda incesante de alternativas creativas ha marcado el éxito de los países desarrollados. Entendemos que en vez de operar como retranca, los combustibles pueden y deben ser convertidos en el factor más dinamizante de la economía nacional.

La ecuación es muy conocida, sencilla y racional:

A menor precio de los combustibles, menores costos de producción, menores precios, más demanda, más actividad económica, más recaudaciones, más empleos, más bienestar, mayor gobernabilidad, más felicidad.

Queda de usted atentamente:

Guido Riggio Pou

(Economista)

guidoriggio@gmail.com