Estimado Prof. Castaños Guzmán:

Hay veces que una idea fija puede ser la fuente de gran fortuna. Una idea fija puede sintetizar perseverancia, confianza, consistencia. Pero la historia nos enseña, que hay otra cantidad de veces, para nada despreciables, en que una idea fija puede ser el germen de todas las desgracias. Puede que por seguir la corriente a una idea fija se termine “ungido” por el infortunio. Ya lo decía Machado de Assis, en boca de Bras Cubas en sus celebres memorias: “Dios te libre, lector, de una idea fija; sería preferible una paja, una viga en el ojo. Fíjate en Cavour; fue su idea de la unidad italiana la que lo mató”.

Rectificar en la vida implica eso, tener la capacidad de despojarse de la ascendencia que una idea fija sobre uno pudiera en determinado momento tener. Implica la capacidad de liberarse de la obcecación. De volver la mirada hacia horizontes distintos, de pensar, de hacer y de actuar de otras maneras.

Es esa la clave, el sustrato, la filosofía si se quiere, que hay detrás de la sentencia popular de que “el hombre no es como comienza, sino como termina”. Casi siempre a uno se le recuerda por el final. Puede que sea injusto, puedo convenir con usted en ello, pero así se ha venido desenvolviendo la conducta humana. Puede que usted y yo queramos cambiar eso, pero de momento hay que lidiar con que así son las cosas.

A estas alturas, casi 2000 personas han firmado una petición en donde se solicita su renuncia. Se exponen al menos 6 razones que justifican esta movilización a juicio de quienes promueven esta acción. Pero más allá de especificarle cuales son esas razones, las que a estas alturas seguro usted ya conoce, quiero más bien resumir esas y otras razones que para un número cada vez mayor de ciudadanos y actores políticos constituidos, justifican su renuncia: una idea fija.  Si, de forma muy rápida volvimos al inicio de estas palabras. El peligro de una idea fija, de la obcecación, de no ver razones más allá de sus narices o de sus mandatos.

Su comportamiento ha generado mucha angustia. Su conducta no es la de un árbitro. Por el contrario, ha sido un ungido de una idea fija: aquí, no ha pasado nada. No ha querido ver ni razones pequeñas ni medianas ni grandes. Para usted solo su razón es corpórea, la de los demás, artificial. Y cuando se actúa así, se califica uno para servir a una parte del todo, pero al mismo tiempo se descalifica para servir al conjunto de las partes que constituye ese todo; pues, cuando elegimos un arbitro, sea de forma directa o indirecta a través de representantes, pretendemos elegir a alguien que arbitre el todo y que no genere preferencias con partes de ese todo. Y si, lo sé, habrá quien al llegar a esta parte de esta misiva, gritará a su pantalla: “¡Pero esa Junta no la eligió el todo, sino una parte del todo!” Y es verdad, llevan razón quienes eso dicen, pero muy a pesar de eso, prefiero pensar que usted podría haberse sobrepuesto a sus afinidades y actuar, a lo menos, con sobriedad.

La tranquilidad del país vale mucho, sobre todo cuando desde El Rio Bravo hasta la Patagonia, más arriba y más abajo también, la convulsión se da silvestre. Vivimos en tiempo de decepción colectiva, de una profunda desafección por la política y las instituciones democráticas, de ansiedad compartida y de falta de esperanza en la humanidad. Como le tememos al futuro, nos convulsionamos en el presente como el que se arrastra ante la inminente caída por el precipicio. Vivimos tiempos de tempestad, de interpelación y de perplejidad. Aquí se siente la brisa fuerte y ahí no creo que pare. Sin ser agorero, anuncia huracán. Y como dijera el mismo Bras Cubas: “la naturaleza es caprichosa y la historia una eterna cortesana”.

A veces creemos que los pasos solo se dan hacía al frente. Quizás sea el legado del optimismo destemplado. Pero hay que decir, que también se dan pasos hacia los lados. Es este uno de esos momentos para usted, el de dar un paso al costado y con ello abrir paso a la democracia. Permitir que la confianza destruida por la obsesión con una idea fija no empeore. La estabilidad de este país dependerá de la confianza que en sus instituciones tenga la ciudadanía, la cual hoy ocupa sus lugares más bajos en la historia. Usted ha perdido la confianza de los actores políticos y de gran parte de la ciudadanía.

Por eso, como ciudadano y como actor que terciará en las próximas elecciones le digo: Váyase ungido por el buen ejemplo, no por la barbarie que su obcecación y las de sus mandantes puedan provocar. Renuncie, profesor Castaños. 

Sin otro particular,

Bartolomé Pujals S.

Candidato Alcalde del Distrito Nacional

Por Alianza País y El País Que Queremos