Muchos países celebran carnavales en invierno. Aquí en nuestro país los “carnavales políticos” se celebran en todas las estaciones del año. No ha de extrañar, entonces, que en la estación que coincide con la cuaresma los políticos del patio aparezcan vestidos de nazarenos y que en la estación del “invierno navideño” aparezcan vestidos de Santa Claus.

Y no es que el “carnaval político” sea el más relumbrante pero, sin duda, es el más ridículo y repulsivo porque juega con lo sagrado.  Por eso, en vez de generar una alegría profunda y desbordante, más bien genera indignación y asco.

Ya algunos falsos “papanoeles” han adelantado la comedia y aparecen en spots televisivos regando bendiciones con las mismas manos con las que acarician los tesoros de la corrupción.

Proyectan en pantallas gigantes la miseria del pueblo que ellos mismos han causado o que han contribuido a que crezca y sea más lacerante. ¡Y hacen negocio con ella!

Y regalan funditas y cajitas con juguetitos chinos y alimentos “de tercera” comprados con el dinero que le han arrebatado y regateado a los más humildes, ya sea manteniendo los bajos salarios, las alzas criminales del gas, la gasolina, la comida y otros productos que generan el dinero de los “itebis” que luego se repartirán como las monedas de Judas en subsidios, exoneraciones, salarios descomunales y otras tantas prebendas, privilegios y “bonos”.

¿Por qué hacen esto los políticos criollos? ¿Por qué juegan con las necesidades y las esperanzas de un pueblo asustado, empobrecido, engañado y burlado por ellos, por omisión o comisión? Quizás sea por una mala definición de “inteligencia política”, la “inteligencia sana” no combina con la perversidad.

O tal vez para tranquilizar su conciencia. Pero simplemente, por lo menos la conciencia del bien, de la misericordia, de la solidaridad y de la justicia, escasea en su clase.

Algunos son tan patológicamente audaces que inventaron la “democracia navideña” para justificar que son líderes compasivos   deseosos de “llevar alegría a todo el pueblo dominicano”, olvidando la otra cara de la moneda: la “dictadura navideña”, que simplemente salpica de fanfarria, bombillitos   y alcohol las penas, miedos y sufrimientos del pueblo, convertidos en villancicos profanados por el gobierno y los políticos que pueblan las tarimas de su carnaval.

Convencidos de  que cada “carnaval navideño” forma parte de su propia campaña política, pasan por alto que la versión navideña de sus irritantes payasadas políticas sólo genera un desprecio y un rechazo camuflados de gratitud festiva emborrachada.

En este carnaval navideño no faltarán las vistosas comparsas del gobierno, encabezadas por los gobernantes, ministros, legisladores, alcaldes y demás miembros, que repartirán “a los pobres” alimentos y regalos en cajas y fundas (¡no canastas!) “membretadas” y con el rostro de los falsos “papanoeles”, donadas en nombre de la “generosidad corporativa” del gobierno.

Y cuando pase el “carnaval navideño” los políticos guardarán sus disfraces y volverán a ocupar su lugar de “no-iguales”. ¡Y Cuando pase el carnaval, volverán las tristezas y las rebeldías del pueblo!