«Los seres humanos no son como ovejas, e incluso las ovejas
no son indistintamente iguales».
John Stuart Mill,
On Liberty.
No pueden ser “esclavas” en la posmodernidad ni obligadas ni inducidas al silencio perpetuo, ni condenadas a priori por la intolerancia de la sombría ideología machista que se esconde tras las paredes de la Junta Central Electoral (JCE), porque entonces el sexo femenino continuará siendo víctima de los prejuicios del patriarcalismo para que continue en el imaginario colectivo/cultural que deben ser las mujeres, sumisas y obedientes.
En el presente continúa latiendo la pérdida de fe en la democracia y, muchos más, en los principios de la igualdad. Los muros de la JCE ni sus despachos pueden seguir guardando secretos o no, a voces, de Estado ni secretos “concertados” de y entre los partidos políticos del sistema. La emancipación femenina en el siglo XXI significa también «dejarse oír» y «hacerse oír», porque de lo contrario interpretaremos que las doctoras Imbert Brugal y Graciano de los Santos estuvieron limitadas en el ejercicio de sus funciones, quizás, por el autoritarismo machista enquistado en dicho organismo.
Las mujeres exigimos constantemente en distintos foros y escenarios, demandamos a viva voz, mayor democracia; y más aun cuando entendemos que, los derechos políticos de las funcionarias públicas no pueden ser vulnerados por una “malsana” dirección que -al parecer- no permitía el disenso, ni mucho menos que se diera a la luz pública el disenso dentro del Pleno de la JCE.
La institucionalidad de la JCE ha sido socavada, y continúa siendo socavada a medida que se desarrollan las entrevistas a los/as aspirantes a ser miembros de dicho organismo por la Comisión Especial del Senado de la República.
Lo que se percibe es, después de la comparecencia de Imbert Brugal y Graciano de los Santos, que ambas magistradas fueron víctimas de obstáculos para que fluyera y se transparentara (hacia ellas) la información in sito y de manera externa. Fueron a lo interno, probablemente, bloqueadas en su derecho a la expresión libérrima y de actualización de comunicación; estuvieron en desventaja, no en teoría sino en real política para conocer sobre aspectos tecnológicos fundamentales del montaje y posterior desarrollo de los comicios. Consideramos, que el conglomerado social no debe inquisitivamente decir, solamente, que «es tarde» o «ha sido tarde» lo que ambas miembros titulares de la JCE han expresado sobre las fallidas/suspendidas elecciones municipales del mes de febrero de 2020.
Entendemos que, hay que poner en escena -y nada a dicho al respecto el movimiento de mujeres ni el feminismo local- instar a que la reestructuración de la JCE implique y asimile, que la posición machista (de otros funcionarios de la JCE, y encargados de áreas sensibles, muy sensibles para el montaje de las elecciones) de ocultar información pone en evidencia que, en los puestos de mandos no se toma en cuenta las capacidades de las mujeres, sino que, por el contrario, se les arrincona, se les reduce, se les excluye, se les distorsionan sus roles, se les somete a imperativos “mayoritarios” con los cuales están en desacuerdo por la “jerarquía máxima” de la autoridad.
Por ejemplo, decisiones “colegiadas” en disenso; decisiones inoportunas sin mayoría absoluta; decisiones tremendistas personalistas, son incompatibles con la igualdad de género.
Sí existe la discriminación; el referir que estas dos miembros del Pleno de la JCE actual son descartables porque «no hablaron antes». Sí existe la discriminación cuando el paredón mediático es únicamente -y dirigido por distintos sectores- sólo hacia ellas. Sí existe la discriminación cuando la igualdad de participación y la participación igualitaria/equitativa no se produce a lo interno de un organismo cuando se eclipsa la voluntad de las otras, por un reñido ego varonil.
Es cierto, Imbert Brugal y Rosario Graciano han hablado «ahora», pero han hablado; se presentan ante el tribunal de la infalible Historia y, los tres hombres del Pleno de la JCE ¿por qué no lo hacen?, y cuentan las interioridades de su “hacer” ¿o es que acaso lo dejarán para después, para sus tardías memorias/desmemorias?
Sí, estamos desde hace un largo período, sumidos como sociedad, en una torturante crisis de credibilidad que riñe con el equilibrio y la armonía del cuerpo social. La pasión política es irracional; la compresión de los problemas de Estado se reduce por la falta de discusión constructiva; la solución a los choques de intereses no es posible porque los “estrategas” del poder se apuñalean entre sí las espaldas. En un intento de reconstruir y restaurar a la sociedad en su conjunto de todas las decepciones acumuladas, solo se puede ganar por partida doble al desencanto, si se cambian las reglas del juego. Esto significa: abolir la opresión genérica; desmantelar ese monopolio del poder patriarcal. Reconocer la heterogeneidad de opiniones al amparo del respeto mutuo de las ideas.
A ambas miembros del Pleno de la JCE (Imbert Brugal y Graciano de los Santos), al parecer –por sus declaraciones vertidas ante la Comisión Especial del Senado, el pasado lunes 5 y el jueves 8 de octubre- desde y en la JCE les negaron adrede, por prejuicio genérico, su ciudadanía igualitaria.
Se pensará que esto, lo expresado, no es cierto, pero es lo que se deduce como metamensaje. No es una terrible suposición, es, lo que se interpreta de sus ponencias. No pudieron actuar «como nosotras», fueron compelidas por las circunstancias a ser percibidas «como nosotros» 3H/2M. No es solo el creer que, de cara a la nación, al país, se justifiquen ahora ni que se disculpen ahora; es que hacen la revelación de hechos y acciones de un organismo que se supone “colegiado”. Ellas no se reducen por esto en su dignidad; al contrario, se agigantan, dan lecciones de grandeza ante la opinión pública. Hacen un aporte valioso a la Historia sobre un traumático proceso electoral; no son las suyas simples quejas de fatalidades; son declaraciones graves de omisiones, de inacción, de complejidades de las cuales no estuvieron ni fueron oportunamente informadas. Esta es la peor cara de la democracia: el ocultamiento; la perplejidad ante la impotencia «luego de», «después de», y es lo que puede continuar llevando a un precipicio a todos los actores que están interactuando para lograr escoger una Junta Central Electoral (JCE) como dicen los políticos, los analistas, la ciudadanía en general, “creíble”.
¿Pero es “creíble” un proceso de selección de miembros que, sea o se haga indiferente ante las exposiciones de estas dos miembros titulares actuales?-Evidentemente que no.
El Senado de la República no puede obrar con indiferencia ante lo relatado por Imbert Brugal y Graciano de los Santos, porque de lo contrario no se hará posible un correctivo al principio de la igualdad y al principio de la inclusión per se en el Pleno de la JCE. De no ser así, la Junta Central Electoral (JCE) –la de ahora y la que se escoja- continuará rota, fragmentada, desnivelada, sin una visión de revisionismo, sin posibilidad de generar VERDAD, no simple “credibilidad”, sino VERDAD, y esto no es mera apreciación o teoría política.
Sencillamente, es imposible olvidar la frase de John Stuart Mill, de que «los seres humanos no son como ovejas, e incluso las ovejas no son indistintamente iguales».
Quizás es cierto: es casi imposible erradicar la indiferencia en esta sociedad/política, y que lo más «conveniente» siga siendo el imperio del «dejar hacer», y que el “orden” democrático se sustente en la conveniencia pragmática sin régimen de consecuencias.
No es sólo decir que tiene que “mejorarse” la composición de la JCE, donde las ovejas no son todas iguales; es conocer del porqué las arbitrariedades del patriarcalismo persisten, persistieron, y se evidencia que pueden persistir. El título de “ciudadana” parece ser –todavía- una aspiración de las mujeres; es ignorar esta aspiración la mano oculta que mece la cuna de las discriminaciones, de la violencia genérica, de la violencia gris, y más aún ahora: de la violencia subliminal mediática.
La «experiencia femenina» narrada por Imbert Brugal y Graciano de los Santos en la JCE parece que fue desventajosa, desde nuestro punto de vista. No las trataron ni asumieron como sus «iguales», sino como sus anti/iguales. No fueron siquiera una «cuota afirmativa.»
Las biografías de ambas, se definirán/escribirán desde «el antes» y «el después» de su labor en la JCE; quedará en las expectativas de los lectores futuros saber si las mujeres pueden actuar de «tú-a- tú» con los poderes políticos, fácticos y, con los que se dicen ser los representantes del pueblo y, por consiguiente, de la democracia.
Las mujeres dominicanas requerimos y demandamos esta última reivindicación: el derecho inalterable e inalienable a escribir su propia historia y, esto solo sería posible en el momento actual, si se va al debate público. Nadie está obligado a aferrarse al silencio, como nadie está obligado al silencio perpetuo. No más páginas en blanco.
CARMEN IMBERT BRUGAL Y ROSARIO GRACIANO DE LOS SANTOS ¡TIENEN QUE HABLAR!