Esta noche fría y silenciosa de diciembre, en las cercanías de tu cumpleaños, haciendo planes para ir a saludarte, me estremezco al momento que salen lágrimas de mis ojos, al enterarme silenciosamente que hace dos días habías decidido partir sin despedirte, lleno de sueños y de promesas.
Una aureola de estrellas y de luceros te guió hasta el creador. Como amante de la lectura y de los documentos, sé que tu único equipaje era un maletín repleto de libros, con un zíper eternamente roto porque –eran tantos- que no cabían. Y se, que en medio de las maravillas que te deslumbran en donde estás, no cambiarás. No vas a dejar de leer, de investigar y de escribir. Esa fue tu vocación y la honraste sin vacilación exitosamente durante toda tu vida.
A pesar de la ausencia, sabemos dónde consultarte, te has ido, pero te quedaste entre nosotros en tus aportes, irreverencias y osadías. Abriste tus ojos en España, pero te hiciste dominicano desde que comiste mangú con queso blanco y aguacate.
Contrario a lo que esperaban algunas personas que no te conocían bien, a pesar de tus aportes a la literatura dominicana, con tus novelas, biografías e historias, con tus premios y reconocimientos, decidiste desafiar los temas tabú de esta sociedad y profanar las herencias sagradas de las élites, para desmitificar una historia oficial neocolonizada vigente, en una sociedad “españolizada”, donde estaba prohibido investigar sobre la presencia y la herencia africana en la formación social dominicana.
Con pasión, respeto y amor no había reloj para tus investigaciones, pasando a ser favoritas las madrugadas para leer y escribir, parando solo cuando el sol te avisaba su presencia. Con objetividad, honestidad intelectual y sin prejuicios, te atreviste a ir más lejos, porque osaste revalorizar las dimensiones de la religiosidad popular, una historia que desafiaba la visión oficial de las élites, protagonizada por negros, salvajes, que endiosaban al diablo y a satanás, según ellas.
Pienso que fue un atrevimiento de tu parte, una provocación irrespetuosa, pero valiente y honesta, porque nos indicó el camino para la definición de nuestra identidad, donde la presencia afro es determinante. Tus aportes son invaluables, a tal punto, que no puede entenderse, escribirse sobre la esclavitud, la riqueza, los aportes y la trascendencia de los africanos y sus descendientes sin tus investigaciones, sin tus libros, sin tus palabras, sin tu pasión, sin tu voz.
Maestro, tus alumnos, tus seguidores, el país, están en deuda contigo. Vete tranquilo, con la frente en alto, con la conciencia regocijada, porque has cumplido tu misión como intelectual, como investigador, docente, catedrático universitario.
Tus cátedras eran libros sin escribir, enriquecedoras, donde tus aportes eran trascendentes. En cada una de ellas, afloraban tus investigaciones documentales, contundentes, de fuentes originales, eruditamente elaboradas. Eras un archivo privilegiado fruto de tus investigaciones de primera mano, siempre con la visión de compartirlo, de hacerlo llegar a los intelectuales y al pueblo.
¡Desafiaste lo halagos oficiales, de una cultura falseada, unilateral, racista, para escoger el camino de la dignidad y de la verdad! ¡Aunque te ausentaste sin despedirte, en silencio, te quedaste con nosotros! ¡Estás presente en los caminos que tenemos que recorrer, para dignificar nuestro país, revalorizar nuestra cultura popular, nuestro folklore y nuestra identidad! ¡Aportaste para redefinir una historia neocolonizada, alienada, una historia al revés, para construir la historia del pueblo dominicano, la de Franklin Franco, Hugo Tolentino Dipp, Emilio Cordero Michel, Rubén Silie y Roberto Cassá, entre otros! ¡Gracias por tus conocimientos, por tus aportes, Carlos Esteban, amigo y colega! ¡Hasta luego!