1

Mientras el mundo llora la partida de Carilda Oliver Labra la hermosa y sensual poetisa cubana que ha entrado al recinto del lugar de No me olvides, aquí, en la ciudad colonial tuvimos el placer de recordarla junto a Claudia Baldoni, poeta de Argentina que nos visita, y que volverá para la próxima Feria del Libro.

De Carilda hemos presentado algunos de sus famosos versos en el mes de febrero (https://acento.com.do/2018/opinion/8532443-poemas-mes-del-amor-carilda-oliver-labra/), de esta otra rubia hermosa de la Ciudad de la Plata, hemos quedado conmovidos los asistentes, entre los cuales estaba Rolando Forestieri Sanabia, director de la Casa de Italia; María de Mastrolilli ejecutiva de dicha institución internacional, y directora de la Tertulia de los Miércoles recordando a don Enzo Mastrolilli y los Premios Siboney de Literatura, y su hijo Vicenzo Mastrolilli hijo,  en la actividad del último miércoles 29, en la cual Claudia Baldoni puso a circular dos de sus libros: Silencio Recóndito y El ojo que cuestiona mis hurtos, mientras nos hablaba de su vida y de su obra, leyendo unos poemas y hasta cantando un tango a capella. De ambas, más que decir cosas, mostraremos algunos detalles, iniciando con esa torrentosa mujer de los amores que fue Carilda, que vivió y murió tranquilamente en su Matanzas natal, que al ser cremada su espíritu vagará encendido como una antorcha de pasiones por el aire caliente del verano del Caribe, y luego esta otra rubia del fondo de América, desde su Argentina mágica, que frente a la incuria cultural de esta ciudad y sus satélites provinciales no tiene, que se sepa, fuera de las universidades, algunos colegios e instituciones privadas o con acceso restringido al público, más de cuatro o cinco bibliotecas públicas, incluyendo el Archivo General de la Nación, que sepamos, mientras ella nos contaba que en su provincia hay 35, aparte de las privadas y las universidades y colegios. 35 públicas. Aquí, en la zona colonial hubo una, que la cerraron, y a pesar del auge turístico, nananina. Un alerta al Alcalde del Distrito Nacional y a los Alcaldes de las provincias que debe ser oída.

Carilda Oliver Labra (1922-1918) en su espléndida madurez

2

Poemas de Carilda Oliver Labra

Me desordeno, amor,

Me desordeno

 

Me desordeno, amor, me desordeno

cuando voy en tu boca, demorada;

y casi sin por qué, casi por nada,

te toco con la punta de mi seno.

 

Te toco con la punta de mi seno

y con mi soledad desamparada;

y acaso sin estar enamorada;

me desordeno, amor, me desordeno.

 

Y mi suerte de fruta respetada

arde en tu mano lúbrica y turbada

como una mal promesa del veneno;

 

y aunque quiero besarte arrodillada,

cuando voy en tu boca, demorada,

me desordeno, amor, me desordeno.

 

 

Poesía

 

Por poderosa sangre voy llamada

a un latido constante de temblores.

Me quedo en esta huida de las flores,

con ese fin de soledad tocada.

 

Y cerca de esto, que parece nada,

me transcurre una furia de esplendores

con ganas de vivir, como los dolores

del fondo de la vena a la mirada.

 

Trasiego audaz, mandato de la estrella

(cuando te llevo aquí casi soy bella):

ahógame en tu rabia salvadora,

 

recógeme de mí –que soy lo inerte

y tú eres lo que vive de la muerte-

en la pluma patética y sonora.

 

 

Te mando ahora

a que lo olvides todo

 

Te mando ahora a que lo olvides todo:

aquel seno de nata y de ternura,

aquel seno empinándose de un modo

que te pudo servir de tierra dura;

 

aquel muslo obediente pero fiero

que venía de sierpes milenarias,

aquel muslo de carne y de me muero

convocado en las tardes solitarias;

 

aquel gesto al echarme en la locura.

Aquel viaje al amor, de mi cintura;

aquel gusto en la piel a lirio extraño,

 

aquel nombre pequeño bajo el nombre,

aquel pecado de volverte un hombre

Carilda en su maravillosa juventud

en el vicio feliz de hacerme daño.

 

 

 Adiós

 

Adiós, locura de mis treinta años,

besado en julio bajo la luna llena

al tiempo de la herida y la azucena.

Adiós, mi venda de taparme daños.

 

Adiós, mi excusa, mi desorden bello,

mi alarma tierna, mi ignorante fruta:

estrella transitoria que se enluta,

esperanza de todo por mi cuello.

 

Adiós, muchacho de la cita corta;

adiós, pequeña ayuda de mi aorta,

tristísimo juguete violentado.

 

Adiós, verde placer, falso delito;

adiós, sin una queja, sin un grito.

Adiós, mi sueño nunca abandonado.

 

 

3

La espléndida Claudia Baldoni

Claudia Baldoni muestra su libro El ojo que cuestiona mis hurtos

Por más que buscamos en los datos de esta poeta que es la vez muchas otras cosas culturales, desde bibliotecaria que coordina las 35 bibliotecas en su provincia natal de La Plata, hasta cantante de tangos modernos, como femenina cuidadosa no pudimos encontrar la fecha de su nacimiento. Por disponer de poco espacio, sencillamente diremos que la hemos disfrutado mucho, a pesar de su ronquera por el cambio climático; que nos asombraron esas rosas tatuadas en su brazo derecho, que nos recuerda La rosa tatuada aquella película de Silvana Mangano. Fue presentada por quien aparece a su lado en la fotografía final, Rolando Forestieri Sanabia, que habló de su vida y su obra, y de las dos obras presentadas, Silencio recóndito y la segunda edición del ojo que cuestiona mis hurtos, tanto él como la poeta fueron muy aplaudidos por la selecta concurrencia. 

Ya hablaremos más de ella y de su obra, por ahora solo dejamos constancia que mientras en Cuba lloraban a Carilda, nosotros aquí, disfrutábamos el recuerdo de la cubana maravillosa. y la presencia cálida de Claudia Baldoni.

  Un poema suyo:

 

Existir

Tu palabra de altura pequeña,

Intrínseca; demasiado ordenada para mí.

Detesto la prolijidad de tu jardín.

Tus rosas

están gruesas,

sus tallos rígidos,

espinas perfectas,

y una flor púrpura;

acostumbrada a ser hermosa.

Mis rosas en cambio …

Están finas,

sus tallos débiles

y una flor pálida

de espinas imperfectas,

no se acostumbro a ser hermosa.

Me perturban.

La glicina que era delirante,

retorcida, libre, la destruiste.

Los balcones hoy no me sujetan.

Tal vez me caiga…

Tenía vértigo y no te diste cuenta.

La hoja del laurel me daba la vida.

Su aroma lo tengo en mis narices. 

No quiero otro perfume.

Tu jazmín me arranca un poco el cráneo,

no me deja pensar…

Siento un hedor, penetrante, ácido…

me trae las ganas de tirarme.

Por qué la flor de pájaro no dio?

Me habían dicho que era blanca.

Nunca antes la había visto. 

No alcance a verla…

Blanca.

¿Tal vez fuese una paloma?

Las otras eran naranjas como mis pájaros.

Pero yo deseaba una paloma…

Blanca.

No sé… olvidé olor del romero,

me esfuerzo, me esfuerzo, pero no lo recuerdo.

Últimamente se me morían las violetas.

Claro, no hacía frío…

Si, también hace unos años que dejé de usar guantes.

Claro, no hace frío…

Sé que no está bien 

pasar tantas veces por mi lengua la cuchara.

Sé que no está bien,

así me decían… 

¡Pero está tan rico el dulce de grosellas!..

La cara lavada de hoy me duró todo el día.

¿Seré igual bonita?

Oigo un susurro que sí.

¿Qué esfuerzo debo hacer para no dejar de existir?

¿Qué esfuerzo debo hacer para que no me despellejen?

 

4. La fotografía final

Rolando Forestieri, Claudia Baldoni y Manuel Mora Serrano  en Casa de Italia el miércoles 29 de agosto.