Si hay algo que destroza el capital social es la delincuencia y lo que ella trae consigo: la violencia. La delincuencia erosiona todo el tejido social del cuerpo de una sociedad. Desarticula la espina dorsal, la medula espinal del Capital Social: la Confianza. Porque hablar   de Capital social  es significar  la importancia  de la Cooperación,  de  construcción  de  redes  de  relaciones, es importantizar  la integración  a  través  de contactos sociales,  desarrollando comportamientos confiables, comportamiento cívico, con verdadero empuje de asociatividad.

Ese Capital Social como elemento nodal, se expresa al mismo tiempo como un eje transversal que concita mejor calidad de las interacciones, impulsando como paradigma los objetivos  comunes, que de manera meridiana bosquejan y diseñan los necesarios factores institucionales que permean  a toda la sociedad.

El Capital Social propicia  y coadyuva con el sentimiento  de grupo;  con lo que cohesiona  a una colectividad, lo que alinea  a  personas  de diferentes  estratos  sociales:  la identidad . El motor vital que agiliza, moldea, posibilita,  aglutina  la infraestructura  institucional, más allá  del ordenamiento jurídico- normativo  formal  de una sociedad,  es el Capital social, pues  se constituye en la llave para la capacidad para concertar de un grupo social determinado; de individuos que interactúan, se integran, se relacionan en función de sus intereses, comprendiendo aquí la diversidad, la diferencia y por ende, como necesidad, la tolerancia.

El Capital Social es como la válvula, el stent que abre el taponamiento del paso sanguíneo en el cuerpo humano. En el cuerpo social, el Capital social, contiene las leyes, pero la trasciende. Es lo que en verdad operativiza a una sociedad con más eficiencia, más eficacia y más sinergia y empatía. El Capital social positivo, suma, multiplica, potencializa todo el caudal del ser humano al saberse apreciado, valorado y enriquecido en su creatividad y espíritu de innovación.

Pierre Bourdieu, eminente sociólogo, nos decía que el Capital social: es el contenido de ciertas relaciones y estructuras sociales, son las actitudes de confianza y reciprocidad, de cooperación entre los sujetos sociales. Es también, según él, el conjunto de los recursos actuales o potenciales  que  están ligados  a la posesión  de una  red durable  de  relaciones  más o menos  institucionalizadas. James Coleman, establece que el Capital Social tiene que  ver con el grado de integración social de un individuo, su  red  de contactos sociales; y, Robert Putnam , nos define el Capital Social como el grado  de confianza  existente  entre los  actores sociales  de una sociedad, las normas  de comportamiento cívico y el nivel  de asociatividad  que caracteriza a esa sociedad. Son los rasgos de organización social, como confianza, normas y redes.

La delincuencia y con ella, la violencia, han mermado denodadamente el Capital Social. La gente anda en la calle temerosa, tiene miedo. Nadie saluda a otra persona que no conozca. Las mujeres andan veloz y raudamente por las calles. Si a una persona se le daña el carro nadie se para a ayudar; nadie le da “un empujón”, “una bola” a una persona que no conozca. Cuando caminamos a pie y vemos un motor, el sistema nervioso y circulatorio cuasi se paralizan. La nobleza del dominicano en el sentido de “ayudar”, colaborar, el espíritu de solidaridad se ha ido perdiendo.

La sociedad dominicana está sumamente aprensiva. Esto trae un daño horrible a una sociedad: la salud y con ello, los costos económicos y sociales que devienen como consecuencia de la violencia, de la delincuencia. Un ser humano atracado, asaltado, violando, estafado, en riñas, desde la perspectiva humana, a veces se constituye como una enfermedad catastrófica, en el sentido psicológico, del comportamiento humano. El miedo y la ansiedad corroen la sana convivencia, constituyendo el preámbulo fundamental del síndrome de la desesperanza.

Para las empresas y organizaciones, la delincuencia, la violencia, es como un apalancamiento financiero negativo. Le dispara los costos al tener que contratar más personas en la producción indirecta (vigilancia, supervisión). Muchas de ellas tienen que vender más caros y al mismo tiempo, vender menos, de acuerdo al mundo industrial donde operan. Prueba es que en el Gran Santo Domingo, un 48%  no  sale  de su casa  de noche por miedo  a un delito.

Antes del 2010, todos los estudios, enfatizaban, que los principales problemas de la sociedad, eran: Alto costo de la vida, Desempleo, Narcotráfico e Inseguridad ciudadana.

Hoy, todas las encuestas y estudios que han medido la percepción de los dominicanos con respecto a los problemas que nos envuelven, nos destruyen, a unanimidad, no importa la encuesta y su grado de credibilidad, de prestigio, todas coinciden en que el principal problema   que acogota y diezma al dominicano es la delincuencia y la violencia.

La Tasa de Victimización  en la sociedad dominicana es la más alta en toda la Región. Tasa de victimización es el número de delitos que ocurre en una comunidad. Los delitos van desde: robos, atracos, asaltos, violación sexual, riñas, estafas, etc., etc. La tasa de victimización no es tasa de homicidios, que es una parte de la violencia, de la delincuencia y del crimen organizado. La  tasa  de homicidios,  es por  así  decirlo, la parte más cruel, pues conlleva la violencia más extrema físicamente, la pérdida de una vida humana, con las secuelas y consecuencias psicológicas de los parientes y material cuando el desaparecido era el proveedor principal de esa familia.

La firma CID-Latinoamericana recientemente realizó un Estudio sobre la Seguridad Ciudadana y la Tasa de Victimización. Los resultados arrojaron que República Dominicana hoy, constituye el país con mayor tasa de victimización: 25%. No hay nada más peligroso para una sociedad que la Tasa de Victimización, visto en la perspectiva de tendencias; sobre todo, en un país que en gran medida basa su crecimiento económico en el Turismo como la gran locomotora.

Nos parece tan triste, cuasi tétrico, causa escozor, ver como la elite política y la elite empresarial no acometen con la seriedad que amerita un Plan de Seguridad Ciudadana, como parte  de la Agenda Electoral, que traiga  como  resultado  desarticular  a corto, mediano y largo plazo esa pandemia, ese drama social,  desde lo económico y social. Ya hay países que calculan como porcentaje del PPIB, lo que significa la delincuencia y la violencia, en el crecimiento y en el desarrollo humano. ¡Apuntemos la calidad de vida y el bienestar!

El panorama es más  desolador al comprobar  que el presidente  Danilo Medina, entonces  candidato presidencial, nos vendió  en su programa: Vivir tranquilo y esbozó  en su toma  de posesión del 16 de Agosto de 2012 lo que  sería  su programa  de seguridad ciudadana. Lo primero es que nunca tuvieron un Plan de Seguridad Ciudadana y lo segundo, es que hoy, visto retrospectivamente, estamos peor que hace 4 años. Lo más  desconsolador que se anida en la indefensión: no  nos tienen nada en caso  de ganar.

Peter Mair  en su libro Gobernando el Vacío, la Banalización  de la democracia , nos ilumina al respecto con un  destello de estrellas: “Por  definición, los  políticos  trabajan solo  a corto plazo o,  en todo caso, solo son capaces  de comprometerse  a corto plazo, por lo que ceder  a los políticos  el control  de la elaboración política, permitiendo que las  decisiones estén  determinadas por consideraciones del ciclo electoral, significa correr el riesgo de que los  resultados  no sean óptimos”.