“Y cuando se acabe el tiempo será tu trabajo poner al país en primer lugar y pensar más allá de tu propio ego, tus propios intereses y tus propias decepciones”. (Barack Obama: Una tierra prometida)

El liderazgo hoy es uno de los recursos sociales y relacionales. Es el grado en que permeamos en el desarrollo de una articulación como basamento de arquetipos y fortalezas del ser. El liderazgo no se logra si no es en conexión con otros, en la asunción, interpretación, deseos y necesidades de los demás en un contexto determinado. El liderazgo refleja la cadena posible como espacio de la determinación y de esa subjetividad para penetrar en la estela de la confianza, de la credibilidad.

El liderazgo es fuente del agua, del sol, del fuego y de la tierra. Se forja como constelación en que hace posible la sinergia de cada uno, de las estrellas. Es el puente de la esperanza. Se constituye como la fragua de cada uno de sus seguidores. El líder es el ser que hace y que logra, influyendo y motivando. Es aquel que hace que las cosas sucedan, aquel que anida, incumba la efectividad que ha de generar los resultados para el bienestar de los demás.

La capacidad del liderazgo, si bien tiene como génesis el ejemplo de su propia praxis, da su impronta cotidiana, de su capacidad de trabajo, del tiempo dedicado, esto es necesario, empero, nada suficiente. El liderazgo cristaliza el pensamiento crítico con el optimismo, objetivizando la realidad. El hilo conductor de un verdadero liderazgo en su capacidad de generar una Misión, una Visión y unos Valores, que muevan a los principales actores políticos y sociales más comprometidos, con más sensibilidad como cantera del presente.

El liderazgo se conecta con la comunicación, pero la trasciende. No es la sobreexposición ante su gente. Es la definición meridiana, cardinal, de los desafíos, de las urgencias, de las prioridades y de lo más importante. El buen líder ha de dominar el cuadrante del tiempo de Stephen Covey: 1) Lo urgente-no importante; 2) Lo urgente-importante; 3) Lo no urgente- importante; 4) No urgente y no importante. Llevado a Vilfredo Pareto es como clasificar el 80 – 20. Que es aquello que nos representa el 20% del tiempo y nos genera el 80% de los resultados. O, como haría un excelente estudiante: se enfoca en las A, luego B, C y D. Caracterizado en una organización si se enfocan en muchas C y D, los resultados serán exiguos, pírricos y al final quedarán exhaustos, estropeados, sin poder exhibir logro halagüeño.

Daniel Goleman nos dice que un buen líder ha de bosquejar en su haber tres clases de empatía: a) Cognitiva, b) Emocional; c) Preocupación empática. El líder de hoy se mueve merced a sus principios y estos nos proporcionan el anclaje y la sensación de equilibrio interior y los valores coadyuvan a desarrollar nuestro carácter. Ello nos lleva a como construimos y desarrollamos el Capital Reputacional más allá del Capital Político. El Capital Político es necesario, pertinente para un actor político, sobre todo si está gobernando; sin embargo, si este Capital Político es una consecuencia del florido de la manipulación y de la mendacidad no cobra sentido. Todo el Capital Político se cae cuando el ejercicio político no responde a las necesidades, a la agenda de la sociedad o luego se visibilizan los verdaderos intersticios del poder, granulados en las cunetas del lodazal totalmente enlodados y salpicados.

De lo que se trata hoy es de envolvernos a través de una construcción del Capital Reputacional. Es el capital que se expresa en la credibilidad, en la confianza. Antorcha que fortalece al Capital Político, social. La tesitura actual del verdadero liderazgo no deviene, no deriva en sí mismo de la jerarquía del puesto. Eso es poder y el poder siempre será transitorio. Para ilustrar: Bosch en los años 60 y hasta el 1973 del siglo pasado fue el líder político con más Capital Político (grado de influencia y magnitud en el número de seguidores). Tenía Capital Reputacional (Ética personal, Ética política).

A partir de 1973 su Capital Político disminuyó significativamente. Gran parte de esa alfombra liberal fue asumida por José Francisco Peña Gómez, el líder más popular del Siglo XX. Sin embargo, como Bosch tenía el Capital Reputacional, su trabajo tesonero hizo que en 1990 su Partido – PLD- cuasi ganara las elecciones. El Capital Político comenzaría a eclipsarse hasta su muerte. El Capital Reputacional es la consideración, estima, mejor opinión que se tiene de un ser humano. Lo que la gente expresa de uno aun no esté. Credibilidad y confianza. En cambio, el Capital Político “Es un conjunto variado de recursos que se originan tanto al interior del campo político como fuera de él, que son reconocidos prácticamente como valiosos por los agentes”. Dos ejemplos grafican los dos capitales (Reputacional y Político) con cuatro figuras: Rodríguez Zapatero y Felipe González por el PSOE y José María Aznar y Mariano Rajoy del PP, en España.

La crisis de liderazgo, la enorme recesión de la democracia en República Dominicana, expresado en el fuerte debilitamiento institucional, nos ha conducido en los últimos años entre los países más corruptos del mundo. Para el 2020, según la Estrategia Nacional de Desarrollo (1-12) debimos de tener una puntuación de 51 de 100 y sacamos 28. Obtuvimos en el ranking: 137/180 países. Las más deprimentes evaluaciones las alcanzamos en los años 2019 y 2020 con 28 y el peor ranking en los 19 años que Transparencia Internacional nos ha venido ponderando como país en el Índice de Percepción de la Corrupción.

Tenemos que ser serios profesionalmente y entender que el Índice de Percepción de la Corrupción del 2020, la recolección de los datos e informaciones deben de llegar a una parte del año 2020, por lo que no recoge los 12 meses del año anterior. Lo que resalta en gran medida es la crisis de credibilidad y de confianza. Tenemos actores políticos con una enormidad de escasez del Capital Reputacional. Superar la degradación conlleva unos esfuerzos de ejemplos titánicos y un trabajo descomunal con parte de actores estratégicos (empresarios), que están muy mal en la valoración de la ética corporativa según Foro Económico Global, 137/142.

El liderazgo, su génesis y manantial, es la esencia de habilitador, de facilitador para conducir la agenda de una sociedad, de un equipo, de una empresa, de una organización. Es la expresión de distintas capacidades que emergen desde el interior a lo sociorelacional, por eso es colectivo. En esta nueva era civilizatoria (la Civilización digital) el liderazgo entraña, comporta, el optimismo, la búsqueda eterna de la oportunidad aun en medio del más acérrimo obstáculo. Es la asimilación de manera nodal de la frase de Albert Einstein “No pretendamos que las cosas cambien si seguimos haciendo lo mismo. La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países porque la crisis trae progresos. La creatividad nace de la angustia como el día nace de la noche oscura. Es en la crisis que nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias. Quien supera la crisis se supera a sí mismo sin quedar “superado”. Quien atribuye a la crisis sus fracasos y penurias violenta su propio talento y respeta más a los problemas que a las soluciones. La verdadera crisis es la crisis de la incompetencia”.

Auguramos un liderazgo en la sociedad proactivo que descanse en el Capital Reputacional donde la credibilidad se constituya en la zapata y la marca distintiva, la decantación y diferenciador. El plus inexcusable para los poderdantes. La caracterización del líder de hoy tiene como cimiento: la honestidad, inspirador, competente, justo, franco, intrépido, decidido, con inteligencia emocional e inteligencia social, cumplidor, imaginativo, optimista y persistente. Max Depree dijo una vez “La primea responsabilidad de un líder es definir la realidad. La última es dar las gracias. Entre ambas situaciones, el líder debe convertirse en sirviente y deudor. Eso resume el progreso de un líder habilidoso”.