El gran científico francés Lavoisier, parafraseándolo, esbozaba “Todo cambia, todo se transforma”. Hoy, esa frase cobra más cuerpo y el cambio significa la característica más inalterable, la regla imperturbable que se origina con mayor velocidad. La revolución del conocimiento, de la información, digital, los espacios de nada es para siempre, se redimensionan radicalmente.
El Capital Humano es el alineamiento en el campo humano del tejido productivo, de la competitividad, es la respuesta del presente y al mismo tiempo, la estela del futuro que, con la creación de una visión, trasciende el mero ritmo de la coyuntura, para capturar proactivamente el futuro en el hoy.
Cambiar no es una opción, es una obligación. Inexorablemente, el Capital Humano ha de captar ese presente coadyuvando simétricamente con el futuro, para generar los cambios sin sorpresas, sin sobresaltos, aglutinado el presente en una perspectiva conjugada de futuro. El Capital Humano, hoy, tiene que redimensionarse en función del tejido productivo, buscando nuevas competencias, nuevos perfiles profesionales, para ahora y los nuevos tiempos. Es la necesidad de asumir toda la problemática que encierra el tejido productivo y al mismo tiempo, trascender para abarcar las necesidades de la sociedad. Las necesidades de la sociedad contienen al tejido productivo, pero van más allá. No puede ser subalterna al mero mercado. El mercado no es neutral ni axiológico ni se cubre con la venda de la justicia verdadera.
La competitividad y el tejido productivo solo encuentran ecos positivos a través del Capital Humano, hurgando en las competencias más relevantes, encontrándonos con el knowmad, socialnetworkers, Millennials y de cómo podemos utilizar el Big Data en todo lo concerniente a la gestión del talento humano. Vale decir, la combinación del necesario Capital Humano, el tejido productivo y la competitividad, es como logramos imbricar, articular, mediante una creatividad innovadora, nuevas fórmulas para conectar el talento humano.
Talento Humano es la suma de conocimientos, habilidades, destrezas y comportamientos. Comportamientos y el conocimiento es lo que produce las competencias. Tener personas, no significa, tener inevitablemente, talento. Talento, son las personas dotadas de competencias y que requiere de cuatro condiciones inexorable:
- Conocimiento (Saber),
- Habilidad (saber hacer, es la transformación del conocimiento en resultado.
- Tener buen juicio,
- La actitud, como clave de compromiso.
Uno de los problemas más graves de la sociedad dominicana es la asintonía entre la necesidad de Capital Humano, que derivan una inefectiva competitividad como país. El Capital Humano constituye la variable estratégica de la competitividad, aunque existen otras variables que están determinadas por las políticas públicas de una nación. Se requiere de un gran esfuerzo entre los actores hacedores de políticas públicas y las universidades, para sentarnos a diseñar las necesidades, problemas, oportunidades que tienen que ver con el Capital Humano.
Nos aterra lo que señaló Barómetro de Las Américas con respecto a los hallazgos encontrados en el potencial proceso de migración para los próximos 3 años, donde un 42.1% desea irse del país. En las edades de 18 a 24 años, la escala asciende a 60, y, entre 25 a 35 años, ronda el 48%. Lo pavoroso de ese panorama social es que, en gran medida, los que desean irse, son jóvenes con educación alta y de clase media y media alta. Eso significa una pérdida del Capital Humano, una sangría de fuga de cerebro, que es el principal medio de producción en la sociedad del conocimiento.
Otro ominoso dato que nos deja con los brazos en la cabeza es el suministrado por EDUCA, donde señalan que el 50% de estudiantes no culminan la secundaria y que el 25% de los jóvenes entre 15 y 29 años están sin empleo, el más alto de Latinoamérica. La densidad escolar en nuestro país es de 44%, en cambio, el promedio en la Región es de 73%, sin adentrarnos en categorizar la calidad. El Foro Económico Global, a través de su Índice de Competitividad, nos ilustró como descendimos 13 puntos de un año a otro: 104/138 países, en el 2017. En el 2016, habíamos obtenido: 92/137. Perdemos competitividad, a la luz de tan importante INDICE, entre otras cosas, por:
- La ineficacia de la burocracia,
- La problemática de la justicia;
- El problema de la corrupción;
- La dimensión institucional;
- La ética de las empresas privadas;
- La energía eléctrica,
- La calidad de la educación.
El Capital Humano sintetiza todo lo que significa productividad, calidad, innovación, que es lo que al final, genera: el bien vivir y el bien estar, como sinergia compensatoria del Capital Social. El Capital Natural de un país nos da una cierta ventaja comparativa, empero, es el Capital Humano que nos otorga la verdadera ventaja competitiva. Capital Humano, Talento Humano, Capital Intelectual, producen en el seno de una sociedad un plus, que ha de fortalecer la armonía social y la asunción de menos desigualdad. Si logramos articular cada uno de esos diferentes capitales, con la potencialización del Capital Institucional, los factores del tejido productivo y la competitividad se expanden positivamente. Podemos crecer, sin embargo, si no aunamos los elementos vitales que convergen hacia una sociedad más sostenible, nos convertiremos en un síndrome permanente del Ícaro.
La visión es tener la mirada cierta en el desplazamiento de las competencias; como objetivizamos la necesaria innovación y definir el tipo de Estado que queremos, que haga posible, una mayor inclusión; evitando lo más posible la profunda miopía y ceguera que tienen las elites en la sociedad. La inteligencia, deviene en talento cuando amplifica sus posibilidades. Por eso, hoy no basta la inteligencia cognitiva y la inteligencia emocional. Requerimos de la Inteligencia Ejecutiva, que es la inteligencia en acción y para la acción.
Como diría José Antonio Marina, “El talento es, por lo tanto, la inteligencia actuando de manera adecuada, brillante y eficiente. Es actividad y evaluación”. El desarrollo del Capital Humano es la verdadera concreción de la disruptiva del pasado, del tejido productivo añoso, que se expresa sin aire ni brisa de competitividad, impidiendo el alcance efectivo de un nuevo modelo económico, que desbroce y posibilite más y mejores empleos.