“… La relación entre los impulsos y las prácticas sociales que sirven al bienestar no es sencilla ni desde luego silogística; hallar soluciones óptimas a los problemas sociales suele requerir una gran dosis de sabiduría, buena voluntad, capacidad de negociación, conocimiento histórico e inteligencia”.
(Patricia S. Churchland: El cerebro moral).
El Capital humano es la suma de conocimientos, habilidades, destrezas y experiencia, al reflejar cada uno de estos elementos se transforma en Talento humano. El talento humano es compromiso. El Capital humano, que somos nosotros, es el lugar donde se inician las ideas, el pensamiento y, por ende, constituye las verdaderas fuentes de la creatividad, de la innovación.
El Capital humano, como diría Idalberto Chiavenato, es “el patrimonio invaluable que una organización puede reunir para alcanzar la competitividad y el éxito”. De manera gráfica podemos colegir que todos los factores que gravitan en una organización son importantes; sin embargo, ninguno como el talento humano, pues el dinero habla, empero, no piensa; la máquina trabaja, no obstante, no crea. Pensar y crear, durante mucho tiempo, será obra de la naturaleza social más trascendente de la naturaleza.
La diferencia vital es el cerebro, su conformación para la creación, para el bienestar y para proteger lo mejor de la evolución humana. Toda la ecología social que se acuna, anida, en el temperamento social se releva más allá del carácter individual para aposentarse en las organizaciones. El cerebro se recrea con la cooperación, con las emociones positivas, con la redimensión de su propia imaginación. Dicho de manera seca, el cerebro goza su placer, está configurado en su progenie para el placer y por ende para los resultados.
Es por ello que, en su génesis multiforme, encontramos la oxitocina que es una hormona que coadyuva a desarrollar la cooperación, la confianza en las relaciones sociales, en la integración, en las distintas formas de la interactuación social. Nada cobra más sentido en una organización, en una empresa, que la confianza, es el plus, el extra inicial y final que apuntala hacia el cielo en el logro de los resultados. Expresa, por decirlo así, la frase de Adam Smith “La ciencia es el gran antídoto del veneno del entusiasmo y la superstición”.
La Neurociencia, como campo interdisplinar que estudia el cerebro, comportamiento y actitudes, nos ayuda a entender esas redes humanas en sus emociones, pasiones, sentimientos, pensamientos, valores sociales, percepciones. Todo ello se configura como parte de la complejidad en la conciencia, dado los cambios que alteran a menudo la estructura, la química del encéfalo, por naturaleza fisiológica, nuestras acciones, decisiones e intereses. La Neurociencia, como parte del pensamiento complejo, abarca alrededor de doce disciplinas que hacen posible entender el campo de actuación de los seres humanos. Nos recrea que en la naturaleza social y en los distintos roles de estos, que se dibujan en quehacer de nuestras vidas, todo tiene una explicación. Es la disciplina “que constituye un conjunto de ciencias cuyo sujeto de investigación es el sistema nervioso con particular interés en como la actividad del cerebro se relaciona con la conducta y el aprendizaje”.
La Neurociencia o Ciencias cognitivas, apuntalan en el ambiente organizacional a buscar explicaciones, merced a los indicadores de las acciones y decisiones de la gente, para encontrar estándares de actuación que importanticen la calidad, la eficiencia, la eficacia, la productividad; todo lo cual posibilita el desarrollo del Talento humano.
Hoy, el Talento humano, que somos nosotros con conocimientos, tiene su más amplio espectro porque se conecta la sociedad del conocimiento con la era del cerebro, en su dimensión más significativa. La Neurociencia ha podido construir diagnóstico neurocognitivo para determinar de la manera más cierta no solo el potencial, el caudal de riqueza que tenemos con las personas que vamos a reclutar, a seleccionar; sino que al mismo tiempo nos permite medir, cuestión clave para evitar la subjetividad y como decía Peter Drucker el gran Gurú de la Gerencia de mitad del Siglo XX hasta el comienzo del XXI “lo que no podemos medir, no lo podemos evaluar”.
La Neurociencia nos ayuda a reflexionar en la Gestión del Talento Humano, como poder diferenciar ese Saber, Saber ser, Saber hacer y Saber entender. Contribuye de una manera nodal en el campo de la organización o empresa, a cómo evitar lo más posible la incertidumbre con el conocimiento de la persona, de manera singular y con el dominio del temperamento social, en la dimensión de la ecología social, con todos los elementos en el ambiente. Nos sitúa en el contexto, en la situación actual, con una mirada retrospectiva, para ubicar los determinantes psicológicos, ambientales, familiares y sociales que nos hacen como tales y las proyecciones y potencialidades.
A la luz de esta ciencia que es ciencias cognitivas, la Neurociencia como protagonista de la ciencia del caos, de la complejidad, lo interesante es como redescubre y visibiliza la importancia del Talento humano y su rol decisivo en las empresas, en las organizaciones. Como buscar ese equilibrio que nos ayude a explicar esa naturaleza social que evoluciona, que se asume a sí misma en función de las expectativas, de sus compromisos, de sus valores morales, de su espacio intrínseco y extrínseco.
¡El especialista en la Dirección del Talento Humano habrá de construir el puente en la organización para propiciar el clima organizacional positivo que paute, encamine y desarrolle todo el caudal que encierra el ser humano para crear, imaginar, innovar y sentir el trabajo como una fuente primordial de su desarrollo personal, profesional y social!