La corrupción se ha convertido en un tema permanente y obligado en nuestro país.  Consideraciones y mediciones nacionales e internacionales sitúan a la República Dominicana entre los países más corruptos de Latinoamérica y del mundo. No hay día que no se saque a la luz pública algún escándalo de corrupción pública y privada, y nada pasa. En manos del pueblo descansa la responsabilidad de que algo pase.

Se ha hablado tanto que pareciera que no hace falta hablar más del tema. Sin embargo, el hecho de que muchos se hayan acostumbrado a vivir con el “olor putrefacto del cocodrilo de la corrupción”, no significa que debamos renunciar a identificarla, denunciarla y combatirla. Debemos enfrentarla como comunidad nacional antes de que lleguemos al cansancio, a la falta de asombroso y a la indiferencia.

Algunos dirán que en tiempos de campaña electoral los principales temas nacionales pasan a un segundo plano y que el poder económico y político de los corruptos es avasallante e invencible.  Pero no tiene que ser así.  No hay lugar para la indiferencia y el miedo si logramos convertir el tema de la corrupción en una fuerte y vigorosa Campaña Nacional de Alfabetización Contra la corrupción. Y ello es más que posible y necesario.

Si a la campaña electoral actual, como escenario de las aspiraciones de partidos corruptos, de candidatos corruptos y de un gobierno corrupto, la enfrentamos una Campaña Nacional de Alfabetización contra la Corrupción, lo que se haga para combatir a los corruptos tendrá un impacto que no sólo servirá para desenmascarar a los mismos, sino para facturarle en las próximas elecciones su incapacidad moral, social y política para dirigir y gobernar el país como lo requiere la democracia.

Hay que “alfabetizar”, “catequizar”, “ministrar”, concienciar, alertar, conmover, empoderar, sensibilizar, informar, capacitar, movilizar  a todos los ciudadanos, sin excepción, para que comprendan los daños y perjuicios que genera la corrupción y para que reaccionen contra ésta. Hay que definirla, sentirla y analizarla como una perversión social y política y un abuso humillante que enriquece a una minoría a costa de la pobreza del resto de la población. No se trata de una lucha de David contra Goliat, se trata de “una lucha vehemente y participativa del pueblo” contra los corruptos, corruptores y contra los que los protegen y defienden.

Y hay que hacerlo desde el liderazgo moral de todos los grupos, comunidades e instituciones del país: familia, escuela, universidades, iglesias y comunidades religiosas, obispos, sacerdotes, diáconos, catequistas y pastores; maestros, empleados públicos y privados, gremios profesionales y asociaciones campesinas, juntas de vecinos, periodistas, trabajadores, medios de comunicación radiales, televisivos, impresos y digitales; empresas, dominicanos residentes en el exterior, cuarteles, ONGs. Y todos los grupos e instituciones comprometidos con la decencia, la justicia y la defensa de los bienes que son propiedad de todos.

No se trata de “otra campaña política”, se trata sí de una campaña moral, de una revolución de las conciencias basada en los valores que le dan sentido a la vida individual y social. No se trata de promover el arrepentimiento de los corruptos, sino de la acción de la justicia del pueblo contra las deshonestidades repetidas y descaradas de los corruptos que se convierten en burla y atropello del pueblo. Se trata de enfrentar la inteligencia perversa de los corruptos contra la inteligencia cívica y virtuosa de los ciudadanos.

¿Cuándo comenzar? Hoy mismo, en esta semana. Formemos grupos de debate, distribuyamos material informativo, vayamos a los medios, convirtamos la corrupción en tema de clase de todos los niveles las instituciones educativas, en tema central de los sermones, homilías, cultos y escuelas dominicales; en tema de conversación en guaguas, motoconcho y carros del concho, grafitis, prédica en las esquinas, afiches, cruzacalles, artículos en periódicos y declaraciones en las redes sociales.  Investigue las acciones corruptas de funcionarios de su comunidad y denúncielas.

El aumento de la corrupción en el gobierno y la administración pública provoca que aumenten las riquezas de los “elegidos” del gobierno que se creen los “hijos únicos de la patria” a expensas del sufrimiento humano de la gran mayoría de los dominicanos que viven la tragedia del desempleo, la pobreza, la injusticia, el hambre, la enfermedad, la marginalidad y la exclusión y que incluso puede llegar a ocasionar la muerte cuando se les priva de algún servicio básico al ciudadano. Por eso hay que detenerla.

Sumémonos a la Campaña Nacional de Alfabetización contra la Corrupción. Recuerde que cuando un pueblo se olvida de exigir honestidad y transparencia los gobernantes y funcionarios públicos, aparecen los tiranos, los demagogos, los mentirosos, los ambiciosos y obsesionados por el poder, que gobiernan para ellos y para los suyos por encima de los derechos de los ciudadanos que desean vivir en una democracia sana. ¡Contamos con usted!