“He disfrutado de una vida tan indecentemente buena que aunque mañana se acabase mi suerte y el resto que me queda (treinta, veinte, diez años…) fuese desdichado, el balance total sería indudablemente positivo y feliz)”. (Fernando Savater: La Peor parte. Memorias de amor).
Dedicado a Mariasela Álvarez y su hermoso programa
La palabra cambio es tan amplia como alteración, variación, mutación, transformación, metamorfosis, sustitución, variedad. Es el ciclo permanente de la vida misma. Es la variabilidad de nuestra existencia y el centro dinámico de la sociedad, tanto en su estructura como en su organización social. El cambio, en la dinámica societal, entraña en sí mismo, en su propia naturaleza, el epicentro nodal de su propia razón de ser.
El cambio en la sociedad, que es intrínsecamente la naturaleza esencial de todo lo construido, se anida en la corporeidad de su ser de tal manera que Lavoisier sintetizaba “todo cambia, todo se transforma”. Nada permanece inmutable y todo se irradia con su entorno y contorno, en su contexto. El cambio, pues, es contraste, es paradoja, es evolución, es, a veces, el ratio de la ciclicidad, de la asunción del equilibrio en el desequilibrio y la marcha de la historia con su conflictividad como partera en el vientre de una nueva vida, en el núcleo de la eternidad, en el abrazo acariciado de la herencia de las hazañas, proezas construidas para recrearnos en el pasado, el presente y el futuro de los distintos escenarios, posibilidades del futuro.
El cambio se verifica, como diría Cristina Puga, Jacqueline Peschard y Teresa Castro, en su libro Hacia la Sociología “la de la estructura social, entendida como el conjunto de organismos e instituciones (la familia, la escuela, la fábrica, la comunidad religiosa, el municipio, la nación, el Estado) que constituyen y dan forma a la vida en sociedad; y, la del cambio social, que se refiere a los procesos y mecanismos que modifican la fisonomía y las relaciones de la estructura social, y da lugar a situaciones novedosas, e incluso inimaginables, producto de la propia acción del hombre”. El cambio matizado por las acciones del ser humano es fragua del asalto del dominio de la naturaleza; empero, muchas veces, la naturaleza nos guarda sus incógnitas y emerge con nuevos desafíos. Cambios propiciados por factores geográficos, tecnológicos, ideológicos y de liderazgo y el desarrollo de las fuerzas productivas, los intereses y la lucha de clase, como motor de la historia, para expresarlo en la frase lapidaria marxiana.
El cambio se vuelca como erupción en la construcción de la vida cotidiana, es el desafío permanente del individuo de convertirse en un ser social, es el oír inaudible de la práctica social que se subvierte en la desigualdad, en la pobreza, en la estratificación social, en cómo se fraguan y pervierten las clases, pobreza y bienestar. Como el poder dominante en cada época configura una estratificación que jerarquiza, no por competencias si no por acumulación de capital y herencia factual. Como a lo largo de la historia, los cambios han rupturado paradigmas alrededor de la raza, la etnia, las migraciones, las perspectivas de género y sexualidad, religión y creencias, la conformación de la estratificación por edad.
En una investigación de la Universidad de Cantabria concluyeron que entendían por “cambio cultural o por cambio social la transformación que afecta a la cultura y a las instituciones sociales con el paso del tiempo. Ya hemos dicho que las culturas y los grupos sociales cambian. Este cambio ha sido muy grande a partir de la industrialización. Aunque la industrialización nace en una parte de Europa en el siglo XVIII, hay Estados del mundo actual que no han conocido aún este proceso de cambio”.
Agregaban que “Las sociedades cambian, en primer lugar, porque autogeneran innovaciones, en forma de invenciones y de descubrimientos que trasforman la cultura y las instituciones sociales. Sin embargo, la mayor parte de las sociedades generan internamente una escasa innovación, aunque se transforman porque perfeccionan rasgos culturales que ya poseían con anterioridad”.
El devenir del cambio, constantemente, es vislumbrar como desplazamos para satisfacer nuestras necesidades materiales y espirituales, de manera más amplia las estructuras sociales y económicas que subyacen en la economía, el empleo y el consumo. La pandemia, eclosión de la naturaleza animal-inferior, en nuestro cuerpo como resultado de nuestra banalidad y deseos indescriptibles, ha generado cambios abruptos, iconoclastas en la vida cotidiana de los seres humanos, cuasi en todo el planeta tierra.
La aparición de la pandemia y sus manifestaciones ha creado una onda expansiva orbital. Cambios sociales y culturales desde ya, que auguran mucho su permanencia. Es que el COVID-19 nos ha sumergido en una covidianidad que trastocó la cotidianidad de más de 7,000,000,000 de personas. La revelación de ese terrible virus trajo consigo nuevas formas de relacionarse: los saludos, los abrazos, los besos, las manos han desaparecido por completo en estos dos meses. La interactuación física en el trabajo, en las escuelas, en las universidades, cobran un matiz de cambios cuasi ciclópeo. El teletrabajo acusa su importancia y la sociedad de la red que se había instalado desde los años 80 del siglo pasado, cobra su mayor esplendor en medio de esta crisis, que es al mismo tiempo cambio.
Hemos visto cambio en la integración familiar y en un mayor capital de los roles más horizontalizados sin importar el género. La feminidad y la masculinidad se recrean en un contoneo del verdadero baile de la concreción del ser humano. La pandemia, un cambio por difusión, ha generado una mutación social y cultural muy rápida y los cambios veloces expresan shock y consecuencias negativas que producen una alta alienación, desamparo, impotencia, desesperanza, confusión e inseguridad. Este tipo de cambio tan abrupto nos ocasiona perplejidad y a menudo vacío existencial y se instala el síndrome de la desesperanza. ¡Todo ello antesala de la crispación de tensiones sociales! Si los líderes políticos y sociales no diseñan y construyen una nueva apropiación de los cambios sociales y culturales y económicos, de repensar la sociedad, pueden generarse hipótesis y predicciones de desorganización que acusarán profundas problemáticas sociales.
Solo ver que de 4.7 millones de empleos, tanto en la economía formal como informal, hay más de 45% parados, suspendidos. De ellos, miles y miles sin salarios ni ingresos y los con más “suertes” recibirán un 35% del costo de la canasta del Quintil 1 del Banco Central, que es más pobre (RD$5,000.00), el otro, que recibirán RD$8,5000 pesos, representa el 59% de la referida canasta, que no guarda relación con la verdadera a realidad social y económica de esa inmensa franja social que se mueve entre la sobrevivencia y la muerte lentamente. Fernando Pessoa tenía razón al decir “Si el corazón pudiera pensar, se pararía”.
¿Cuáles son algunos cambios sociales y culturales que se derivan de esta pandemia en el cuerpo social en los intersticios del tejido social dominicano? Veamos lo que me dicen Omar, mi hijo que adoro, mi nuero Darwin y Flhol Leonhela:
- Las personas limpiarán los alimentos luego de hacer las compras;
- La higiene personal de cada quien aumentará;
- Se incrementará el uso diario de vitaminas C;
- Las personas serán muy cuidadosas en compartir bebidas del mismo vaso;
- Las escuelas y universidades prepararán un sistema viable tecnológico en caso de ser necesario y lo más probable es que se siga utilizando de forma habitual;
- Personas seguirán haciendo sus compras digitales para no ir a los supermercados;
- Los sistemas que imparten justicia se han visto obligados a utilizar la justicia de forma digital;
- Aumento de ansiedad y miedo;
- Incremento de actividades recreativas en familia, unión familiar.
- Adaptación digital de los negocios, restaurantes y hoteles. Incremento del comercio digital.
- Mejora de políticas de higiene en viviendas, condominios, empresas y negocios.
- El teletrabajo y nuevas formas de organización social en la familia, empresas y organizaciones.
- Velatorios, entierros, misas.
Algunos investigadores indican que un cambio social es una alteración apreciable de las estructuras sociales, las consecuencias y manifestaciones de esas estructuras ligadas a las normas, los valores y a los productos de las mismas. Que los cambios sociales y culturales pueden acelerar la evolución en los humanos modernos
La pandemia que trajo la crisis sanitaria y con ella, por su vastedad, la crisis económica y social, es ya un coloso fenómeno social, que no puede ser explicado a la luz de agentes “metasociales” (voluntad divina y el destino). ¡Un nuevo liderazgo se cierne que incorporará nuevas actitudes en el altruismo, la solidaridad, la cooperación, la empatía, la compasión, la sinergia, la tolerancia, la energía y la determinación, para augurar como oportunidad a mediano plazo, menos exclusión, marginalidad y desigualdad!