La dialéctica como método explicativo de las cosas y del mundo asume las contradicciones como punto de partida de la dinámica social y natural. Las cosas se mueven como expresión de las contradicciones que le son inherentes a su ser: social o natural. Nada se mantiene estático y todo cambia, la sociedad y la naturaleza.
Las contradicciones son el factor provocante de los cambios que hace que las cosas se muevan, cambien y continúen su movimiento y aquello que no expresa esa ley social del materialismo histórico, para los casos de las sociedades o del materialismo dialéctico, para los fenómenos naturales, desaparece.
A esa ley se someten los fenómenos sociales, a cambiar o quedar en el anacronismo del pasado y perder vigencia, y lo nuevo como factor detonante del cambio. Al mismo tiempo la dialéctica marxista exponía que todo lo nuevo trae consigo lo viejo, o también dicho de otra forma, lo nuevo arrastra intrínsicamente parte de lo viejo, pero es necesario el cambio para avanzar en la historia porque llega un momento que lo que se estanca representa el anacronismo histórico y el pasado, confrontado a los desafíos de lo nuevo, lo innovador, el cambio y el avance, no siempre de forma mecánica, pues a veces la historia retrocede, pues la marcha histórica da dos pasos adelante y dos pasos atrás.
La lucha entre anacronismo y cambio reta permanentemente a pensadores, vanguardias sociales y artísticas y a los pueblos. Llegado un momento, lo que fue innovador, cautivante, prometedor y esperanzador, sino se adecua a los tiempos pierde vigencia y se hace anacrónico, ello no debe sorprendernos, pero sí retarnos al cambio que será siempre un desafío y una apuesta al futuro.
Por eso los proyectos sociales que se quedan en las motivaciones de su propia fundación donde fueron cautivantes, sino se transforman constantemente y se sintonizan con la sociedad, se hacen anacrónicos, pierden simpatías, se hacen retrógrados y pasan a una petrificación histórica, a un anacronismo en sus prácticas, discursos y fundamentaciones fuera de contexto y anclados en el pasado bajo una añoranza que ya no despierta motivación de los conglomerados humanos, que a veces se transforman en sus propias vanguardias, y no solamente los grupos privilegiados que la enarbolan. Las sociedades se saben dar su tiempo y también se agotan, se inmovilizan, se saturan, se hartan y viene el desencuentro entre cambio y anacronismo.
La dominicana vive este momento histórico entre anacronismo o cambio. Cuando los grupos humanos viven bajo un modelo societal dos o tres generaciones les llega el hartazgo, a veces combinado con impotencia, cuando la ruptura con el anacronismo resulta dificultosa.
Hoy la sociedad dominicana despertó y muestra un entusiasmo en sus ímpetus, una necesidad de transformación del modelo social que nos ha regido por años y que muestra un agotamiento que cuestiona todos los protagonistas del mismo: poder fáctico, partidos políticos, liderazgo social y político, instituciones, discursos, argumentos justificativos y neutralidades acomodadas, llegando al clímax del hastío social, término no siempre entendido por los grupos dominantes que construyen percepciones erradas para acomodar los mecanismos de gobernanzas y control social.
La dominicana es una sociedad hastiada, pero no agotada. Una nueva generación de jóvenes se niega a su destierro, a su ostracismo social a su invisibilización para convertir en sujetos de la historia, y recomponer el mapa de poder social, económico y político para echar hacia adelante la rueda de la historia. Todo lo que les adversan son anacronismos que contraponen la necesidad de cambio, a un modelo social vegetativo y asentados en practicas y estilos de organización y controles sociales que no encajan con las aspiraciones de la gente.
Es una lucha entre pasado y presente, cambio e innovación contra anacronismo. Democracia participativa o sociedad adormecida, instrumentalizada por los mecanismos del poder que ya no conectan con una sociedad eminentemente joven, que quiere morir en su país luchando por construir futuro, pero en su tierra; que exige simplemente mayor igualdad en la competencia y árbitros más imparciales. Sencillamente por eso se moviliza y despierta la sociedad dominicana de su letargo. la sociedad dominicana de hoy confronta cambio y mutaciones contra anacronismo social.