Durante el duro discurso del presidente Danilo Medina el pasado jueves 25 frente a miembros del Comité Central del PLD, sinceramente que por un momento temí lo peor, creí que terminaría pidiéndole a Gonzalo que se pusiera de pies y levantara su mano derecha para tomarle juramento como el nuevo presidente de la Republica. Respiré profundo cuando vi que se contuvo y no lo hizo.
Recordemos que en la ocasión Danilo dijo enfáticamente que con 45, 35 o 24%, comoquiera Gonzalo seria el próximo presidente. Lo dijo frente a las cámaras, voz en cuello y rostro duro como madera seca.
Sin embargo, el viernes 26 en la noche su mensaje formal a la nación fue más cercano al de un estadista en sus cabales, muy adecuado para calmar las aguas revoloteadas el día anterior.
Ahora bien, si cotejamos el tren de reacciones de los principales voceros del PLD y de sus repetidoras mediáticas, podríamos concluir que predomina allí un ánimo alterado, un ímpetu aventurero que perfilan a un grupo político desencajado y muy temeroso de perder tanto poder bajo su control.
Se trata de un ejemplo dramático del carácter de fondo del poder político: cuando el Soberano despierta, el poder que una vez delegó a un líder y su equipo se desliza raudo hacia el piso por el tirón de alfombra que un día, hastiados, le hacen los electores.
En resumen, aquellas palabras de Danilo el pasado jueves, dirigidas a los activistas del PLD y a votantes indecisos, también repercutieron en la oposición política y los sectores independientes que rechazan otra reelección del PLD.
El resultado ha sido el inicio de un estado de tensa expectativa, de especulaciones sin parar y de preparativos de todo tipo, de un lado y del otro, en fin, de ruido de sables.
Hemos entrado, pues, a una especie de “calma chicha”, como dicen los navegantes, una cuya mejor descripción la hizo Benedetti en un poema con ese mismo título y cuya última estrofa deberían leer con atención todos los jefes, los del PLD y los del PRM, dice:
“Pueblo, estás quieto
cómo no sabes
cómo no sabes todavía
que eres el viento
la marea
que eres la lluvia
el terremoto”.
(M Benedetti, Calma chicha)