“… entender que la ideología es útil para generar un cuerpo de ideas, pero que ella debe estar al servicio de una convivencia republicana y en donde mi verdad tiene que estar dispuesta a terminar donde comienza la verdad del otro conciudadano”.

 (Ricardo Lagos Escobar: Mi vida Memorias I)

 

El más manido cliché utilizado por funcionarios y actores políticos son las frases: Caiga quien caiga y hasta las últimas consecuencias. Así mismo, es la socorrida muleta “yo lo que quiero es justicia” de una parte del pueblo dominicano, cuando le cometen un determinado abuso de poder y/o los aparatos coercitivos del Estado le matan un familiar, y/o un delincuente realiza una atrocidad como parte de la ola de delincuencia, en la sociedad dominicana.

Son interjecciones de dolor, de anemia y anomia al mismo tiempo. Son el reconocimiento factual de la frágil debilidad institucional, de la falta de confianza de que está impregnada el país. Que los funcionarios tienen que producir: Caiga quien caiga y hasta las últimas consecuencias es la falta de aplicación de la justicia y el respeto a las leyes. Ninguna nación donde existe el imperio de la ley, la civilidad, prevalecen esas frases. Constituyen la petrificación del Estado de Derecho. La fosilización de las instituciones. Es diciéndole a la nación “esta vez sí es verdad que vamos a investigar y caerá todo el peso de la ley a los infractores, independientemente de la jerarquía que ocupe en la esfera del poder y la sociedad”.

Sucede que cuando LA JUSTICIA, como Poder Público, poder del Estado, funciona, es obvio que tiene que darse el debido proceso y la cantera de investigación ha de llegar a donde tiene que llegar: al o a los responsables de los delitos, a los infractores de las leyes.

Fue así como Richard Nixon, Presidente de los Estados Unidos, se vio compelido a renunciar de la Presidencia por cometer un delito federal frente al Partido Demócrata. La Justicia llegó hasta allí porque ella, allá, sirve de contrapeso al juzgar y condenar los actos que atentan contra el cuerpo institucional y social de esa gran nación.

Caiga quien caiga y hasta las últimas consecuencias es el anhelo de una sociedad drenada y atropellada por el abuso de poder, es el llamado y clamor de una sociedad para que las cosas se hagan de manera correcta y con el debido acatamiento a las normas, al marco institucional. Las evocaciones de las frases aludidas es una alusión sempiterna de que aquí no se investiga a donde hay que investigar.

Así mismo, la gente del pueblo clama con voz atornillada, cuasi la garganta gangrenada por el estupor de su vida cotidiana, lacerada por los robos, atracos, asesinatos, fraudes, estafas y tránsitos caóticos que destruyen vidas, para frente a estos hechos sociales se les haga “justicia”, pues saben que la misma no es ciega, sí sorda, muda, lenta y costosa. El peso de la ley y la justicia no es una añoranza, son las lágrimas gravitantes de un sueño acariciado que nos cercena las condiciones materiales de existencia y la vida espiritual. ¡Es el llanto de postración de un país con signos institucionales del Siglo XVIII! ¡Gritos desesperados de impotencia!

Caiga quien caiga y hasta las últimas consecuencias es la introspección más honda que se anida en las almas crucificadas en el cinismo, la simulación como catarsis del engaño, para responder a la necesidad mediática, al espectáculo de la “rendición de cuentas”, sin hacer nada que conduzca a la justicia. Esa inobservancia permanente de la justicia cierra el paso para solución de los conflictos y va encerrando, achicando la democracia. No entienden que “la democracia es un proceso que tiene un valor en sí mismo y que, en tanto proceso, nunca logra la perfección. La democracia es algo que se cultiva, se preserva y se hace avanzar día a día con cuidado y paciencia”. La democracia lleva de manera intrínseca el peso de la justicia. Sin justicia no existe realmente democracia, sencillamente, se convierte en una cáscara, en una caricatura. La justicia es el axioma de la ley, corolario del alineamiento y horizontalidad de los ciudadanos en los territorios, en la esfera pública. La justicia es el sueño permanente de la perfección del ser humano en lo colectivo, de la verdadera articulación de la convivencia social; en gran medida, puente de la cohesión social, ingrediente inexorable de la mediación.

La ausencia de justicia y del imperio de las leyes es lo que propicia la alteración del orden social aceptado. Es lo que decía ese gran filósofo griego Platón en su libro La República, la justicia “es el signo de la estabilidad social”. Es el campo del respeto a las reglas del juego establecidas en las relaciones de poder que se crean en un juego de poder político y social, como fragua de dominación y transacción. La ausencia de justicia es el derrame cerebral de la institucionalidad y el aumento de la corrupción, de la impunidad y de la farsa.

¿Qué de común tienen los países del continente Americano con más baja puntuación en el Índice de Percepción de la Corrupción de Transparencia Internacional del 2016, donde incluye a: Bolivia (33); República Dominicana (31); Honduras (31); Ecuador (31); México (30); Paraguay (30); Guatemala (28); Nicaragua (26); Haití (20); y, Venezuela (17). Esto es una valoración de 0 – 100 donde mientras más cerca de cero es más corrupción y más cerca de 100 menos corrupción? Los puntos comunes o el hilo conductor que explica ese fenómeno social en esos países, desde una perspectiva de la sociología, son los siguientes:

  • Algunos son cuasi Estados fallidos.
  • Predominio de un fuerte autoritarismo, eclipsado en un fuerte personalismo, desconociendo el marco institucional o cuando no, degradándolo. Existiendo en lo formal pero no hay una verdadera asunción en la praxis.
  • Fragilidad institucional. Debilidad institucional que se expresa en no hacer lo que establecen los procesos y procedimientos normativos frente a un determinado evento o fenómeno.
  • Indican, al mismo tiempo, que los tres poderes del Estado, como parte del contrapoder y el necesario equilibrio, constituyen una ficción, dándose en consecuencia, que no existe una clara decantación, delimitación, en la división de los poderes públicos.
  • Si la corrupción ahonda la desigualdad y lastra, pues ella es un eje transversal negativo, que lo carcome todo; coadyuva a la delincuencia, a la violencia y a crear las facilidades del crimen organizado. La impunidad generalizada acelera la corruptela y destruye los cimientos en que descansan los valores medulares de la democracia.
  • Corrupción-Impunidad: Esa combinación letal, fatal, con el tiempo, produce una crisis de Gobernabilidad. La Gobernabilidad, cristalizada a través de la eficiencia, de la eficacia y en la calidad de las instituciones, deriva en sobrecostos que el cuerpo social no puede resistir, soportar o sufrir.

Caiga quien caiga y hasta las últimas consecuencias llegó a su punto de inflexión con ODEBRECHT. El impacto internacional y las investigaciones serias, proactivas, en otros países, cambiará ineludiblemente una parte del tramo institucional y sacará de la órbita, de circulación, a una parte significativa de la elite política. El tablero de ODEBRECHT, ha traído consigo un verdadero tableteo a tres gobiernos de República Dominicana, donde los receptores del entramado mafioso, del escándalo de corrupción más grande de América Latina, no podrán dormir tranquilos desde aquel esperanzador día que se dio a conocer el 21 de Diciembre del 2016.

¡La partidocracia se resquebraja y con ello, el cronograma y agenda de los que han hecho de la política un mero ejercicio de intereses particulares, de negocios. Caiga quien caiga y hasta las últimas consecuencias encontrará su espacio en la justicia!