Por poco se me olvida, pero no, Coronel de siempre, que usted ganó sus auténticos galones en combate, cambiando sus charreteras por una estrella inapagable, en un país donde los traficantes de todo lo traficable hoy exhiben su opulencia en plena calle. Por poco distraigo mi memoria, Román de Caracoles, de que fue en esta tierra donde usted dejó su sangre, que sigue sin embargo viva, por encima de curiosas lides electorales; por encima de políticos farsantes; por encima de desertores, burócratas venales y demagogos capaces de hacer olvidar a todo un pueblo que ha tenido un pasado grande.