Debemos buscarlos con agudeza para votar o no votar por ellos. En momentos en que el país está viviendo bajo incertidumbres, desesperanza y excesos políticos surge la necesidad de un voto reflexionado para evitar la elección de candidatos “rechazables”, tanto por su incapacidad política como por su escasa jerarquía de valores y virtudes públicas.

Nada ni nadie puede obligar al ciudadano a votar en contra de su conciencia  y su  conciencia  debe estar fundamentada en razones y principios que  sobrepasan la simple lealtad partidaria  y la propaganda tramposa que manipula la decisión del voto. Como dijera Hans Küng: “la situación política que no se ajusta normas éticas termina siendo una política sin conciencia”.

Tiene razón Kung cuando sostiene además que una política sin moral, sin normas éticas universalmente obligantes, las naciones van a ser abocadas por decenas de acumulación de problemas a una crisis colapsante, es decir, a la ruina económica el desmoronamiento social y la catástrofe política. En esta situación de catástrofe se encuentra precisamente nuestro país. Ahí lo ha colocado la política sin moral de partidos sin moral que apadrinan candidatos políticos y gobiernos inmorales.

En este mismo sentido, la filósofa española Adela Cortina sostiene que uno de los grandes desafíos del  tiempo que discurre es conseguir que la gente que tenga también ética y que la ética llegue al poder será parte de la salvación de la humanidad.  Por lo que nos toca, decimos “salvar” nuestro país del poder antiético.

Para la filósofa, “si la ética abandona la política está en peligro la democracia”. Esto sucede aquí. Lo que prima es un quehacer político de espaldas a la ética, poniendo  la democracia en peligro porque a los políticos se les piden pocas responsabilidades. La relación de la ética con la política es obligatoria cuando se concibe la política como una forma de reflexión de un entramado ético.

No se puede apostar a una democracia manipulada, sino todo lo contrario, ya que la verdadera democracia se ocupa de los procesos mediante los cuales los ciudadanos ejercen un grado de control relativamente alto sobre los dirigentes y gobernantes. Votar siendo manipulado es un voto poco inteligente y peligroso. Motivar a votar para manipular y engañar a los ciudadanos es un voto envilecido, es un voto traicionado, es un voto inmoral.

Cómo saber si un candidato será capaz de respetar las exigencias sociales de los ciudadanos. Elimine todas sus dudas sobre la reputación del candidato y de su partido. Escuche lo que se dice ambos y sométalo a juicio y deliberación. Pregunte, cuestione, investigue. Manténgase alerta sobre el pasado y el presente del candidato. Vistas estas dos realidades, el futuro que prometa no será diferente.

Conviene observar las “pistas morales” para el descubrimiento del comportamiento ético de los candidatos.  Dentro de estas pistas se encuentran el evitar el uso incorrecto y deshonesto de los fondos públicos, el no usar los fondos públicos para gastos y privilegios, no comprar votos, no ejercer ni promover el tráfico de influencia ni el nepotismo y evitar recibir dinero ilícito para su campaña. No practicar ni promover practicar la corrupción. Conviene recordar que un candidato inepto, inmoral y mentiroso será parte de un gobierno con iguales cualidades condenables.

Resultan también indispensables otras cualidades éticas, tales como hablar y actuar de cara a la verdad, así como asumir un compromiso con esta virtud, evitando servirse de la mentira como instrumento para su triunfo político. Muchos candidatos violentan la verdad cuando cometen fraudes, mienten y se comportan como hipócritas, demagogos  e irresponsables. La mentira, la corrupción y la hipocresía manifiestan perversidad en el candidato.

No votar por candidatos que pretenden conseguir el favor del voto mediante trucos y engaños es un deber ciudadano. La fe ciega en un partido o un candidato, así como  otorgarle el favor del voto sin pasarlo por el filtro de la crítica y la reflexión puede resultar  un salto al vacío  con daños irreparables.  Hay que “examinar” bien al candidato sin importar el partido al que pertenece incluyendo el propio partido.  Hay que  estar seguro de que el candidato está formado éticamente para ser parte de un  gobierno local o nacional también ético.

Procuremos no tener que arrepentirnos de hacer otorgado el favor del voto a alguien que intenta manipularnos y engañarnos sin sentir remordimiento ni vergüenza. No fomentemos la inmoralidad de aquellos candidatos rechazables y que quieren llegar al poder  para sus propios  intereses  o los de su grupo. Alejémonos de ellos  candidatos “desechables” aunque se pongan la vestidura de buenos, honestos y serios. ¡No votemos por candidatos inmorales!

Despertemos  las voces independientes que no se  arrodillan ante nadie, que no se dejan asustar ni manipular ni engañar.  Ahora, de cara a las elecciones de febrero y de mayo necesitamos evitar ser de los ciudadanos pasivos e indecisos y convertirnos en comunidades críticas y reflexivas para votar por candidatos que sean éticos y nos aseguren un gobierno ético. ¡Siempre!