La percepción se construye por medio de la realidad, pero, al mismo tiempo, se construye más allá de la realidad. La percepción se potencia en la mente de los habitantes, creando una imagen en el imaginario mental de una población que crea y recrea la sublimación, la extensión de un punto o toda la dimensión o aspecto de esa misma realidad.
Es así que la percepción se instala en la subjetividad del ser humano. Nos guía a mirar un contexto en un momento determinado de tal o cual manera. La percepción es, pues, una actitud que se expresa en una valoración, generalmente coyuntural. Cuando la creación de una percepción va más allá de una realidad real, es como mirar un texto fuera de contexto que produce pretexto, distorsión, manipulación, desinformación.
Una percepción muy alejada de la realidad con el tiempo pierde toda validez, toda reputación, la confianza que haya podido producir en un momento determinado. Como estrategia de publicidad, como marketing político, como estrategia de comunicación para crear un sentido de pertenencia, se viabiliza a través de un momento factual expectante para la sociedad en su conjunto.
A partir del desafío–expectación de la sociedad, una vez asumido por los actores políticos, la redimensionan, la totalizan, la vuelven holística y sistémica, siendo apenas un aspecto de los grandes retos de esa misma sociedad. Los problemas están ahí. Otros se adicionan y complejizan más. Es así como devienen las aristas, las formas, los oropeles del estilo, de la diferenciación sin contenido, sin sustancia. Se administra el silencio como una ventaja competitiva siendo una debilidad de los actores. Lo demás es buscar recursos en la visibilidad mediática para amplificar lo que se ha hecho y ocultar el todo que no se ha realizado.
La percepción, vista desde esa perspectiva, marca la estrategia de diferenciación y al mismo tiempo distintiva, para proyectar lo que no somos y esconder el ejercicio real de las pretensiones que verdaderamente buscamos. Por eso es que Stephen Robbins nos dice que la percepción “es el proceso por el que los individuos organizan e interpretan las impresiones de sus sentidos con el objeto de asignar significado a su entorno”. Kreitner/Kinicki, dicen que “la percepción es un proceso mental y cognitivo que nos capacita para interpretar y comprender nuestro entorno. Judith R. Gordon ve la percepción “como el proceso activo de percibir la realidad y de organizarla en interpretaciones o visiones sensatas”.
Toda la estrategia comunicacional del Gobierno está cimentada en un posicionamiento que hace posible un paradigma institucional, creando una identidad de eficiencia y efectividad más allá de la realidad misma. Su signo identificador es así “haciendo lo que nunca se ha hecho”; aunque la realidad en que descansan los factores estructurales, que serían los elementos para diferenciar, están ahí imperturbables.
Las percepciones construyen el juego de poder como lucha incansable para mantenerse en el mismo. Como diría Manuel Castells “las relaciones de poder se basan en gran medida en la capacidad para modelar las mentes construyendo significados a través de la creación de imágenes”. Los aparatos ideológicos del Estado se han tensado a lo largo de estos cuasi tres años, que no encuentran parangón, anales a lo largo de la historia Republicana.
Los presupuestos ejecutados en el “ejercicio” comunicacional-publicitario han desbordado sistemáticamente la Ley de Presupuesto 423-06, así como las leyes específicas de cada año: 2013, 2014 y 2015 (311-12 y 174-12; Ley 207-13 y 527-14 y 36-14). Es que los sustentadores del Poder Ejecutivo saben, como señala Castells “que la política mediática es la forma de hacer política en y a través de los medios de comunicación; porque son el espacio donde se crea el poder… y las relaciones de poder entre los actores políticos y sociales”.
Prevalece el viejo paradigma “Si se ve en la televisión es verdad”, por eso el Gobierno, en su visión de hegemonía, de vocación autoritaria y totalizadora, lo calcifica todo, lo embruja todo, en todo un tinglado de ausencia de verdades y dulcificador de mentiras en filtros perceptivos subliminales: la producción de mensajes e imágenes que proyectan los intereses que generen la legitimidad anhelada, como una verdadera estrategia política.
El escenario de poder de este Gobierno, en su éxito, ha sido en gran medida su política informacional, en toda una cadena, a través de las más variadas dimensiones. ¿Qué explica entonces, que el 72% de los entrevistados en la Encuesta Gallup/Hoy, estaban de acuerdo con la reforma constitucional y que al mismo tiempo, el 62% dijera que la misma se había hecho de manera no idónea; de igual manera, qué explica que el Presidente obtenga un 62% en los encuestados y de 15 actividades, indicadores evaluados, el Gobierno solo obtuviera puntuación favorable en 4 y que los mismos problemas de seguridad ciudadana, delincuencia en general, alto costo de la vida, desempleo, apagones y corrupción, lejos de aminorar en el imaginario hayan crecido?
No es que solo seamos una sociedad cuasi postrada por el miedo, por el cansancio, por la indiferencia y la complicidad; es también, hay que reconocerlo, este Gobierno ha sido brillante en desdibujar la brecha entre percepción y realidad a través de una fecunda y dinámica relación entre la comunicación y el poder, donde publicidad y propaganda han sido permanente y fulgurante.