El 6 de junio de 1981 Bosch participó en una mesa redonda organizada por el profesor Bolívar Varela de León, director del Centro de Investigaciones Pedagógicas y Educativas, en la Biblioteca Nacional. Su testimonio fue publicado en Revista Política: Teoría y Acción, en noviembre de 1983. El texto que cito es de sus obras completas como siempre hago en esta serie.

Sus primeras palabras son para reconocer quienes deberían estar ahí por ser participantes en dicho proyecto político-militar. “…que había que invitar a Horacio Julio Ornes, a Virgilio Mainardi, a Ángel Miolán, a Chito Henríquez, a Pedro Mir, a quien no vemos aquí y debería estar porque él estuvo en Cayo Confites” (Vol. IX, p. 249).

Bosch corrige una afirmación de alguien que le precedía a su uso de la palabra que señalaba como fuente al periodista Labourt y que señalaba a Bosch como recolector de unos 30 mil pesos mediante conferencias para dicha expedición. “…No sabemos dónde halló Labourt esa información. Nosotros recaudamos algún dinero, que no llegó a 3 mil pesos, dando conferencias en Venezuela, y ese dinero se gastó en viajes nuestros y de otras personas…” (Vol. IX, p. 249). No fue el único caso de informaciones fantasiosas en torno a la preparación y fracaso de Cayo Confites. Sin valorar la buena fe o no de esa afirmación, para Bosch era importante siempre aclarar versiones del uso de recursos puestos a su disposición en diferentes hechos de la lucha contra Trujillo y posterior a ello. Un buen ejemplo. En el libro de Mildred Guzmán El Bosch que yo conocí se detalla el manejo pulcro de Bosch de unos fondos aportados por el FSLN para desarrollar una campaña continental contra la ofensiva de los contras. Fue tanto el ahorro de él de esos recursos -valiéndose de amigos para alojarse y no usar hoteles, pagando de su bolsillo los boletos de su esposa cuando ella lo acompañaba, que cuando se canceló esa acción nuestro autor devolvió gran parte de dichos recursos a pesar de haber viajado mucho y contactado a gran número de amigos de la revolución sandinista en diversos lugares del mundo.

Su relato comienza tan temprano como el 1945. “…en octubre de 1945 había llegado al poder en Venezuela Rómulo Betancourt, de quien éramos amigos desde que él estuvo en la República Dominicana en el año 1929, y sabíamos que Betancourt era un enemigo de Trujillo y que por tal razón podría facilitarnos las armas que hacían falta para iniciar en el país, es decir, aquí, un movimiento antitrujillista. Ahora bien, si íbamos a pedirle armas a Rómulo Betancourt no podíamos comenzar pidiéndole dinero para viajar (…) y por esa razón recaudábamos dinero para esos gastos dando conferencias, que podían ser dichas en una universidad o en un club. Al terminar esas conferencias les pedíamos a los oyentes que dieran una contribución para ayudar en la lucha por la libertad del Pueblo dominicano y se pasaba un sombrero para recoger las donaciones. En algunos casos se recogieron 100 dólares y en otros menos, y así fue como se reunieron cerca de 3 mil.”     (Vol. IX, p. 250). El plan implicaba el uso de un avión, que no podía ser venezolano por el riesgo de que Trujillo identificara la fuente, y por eso Bosch acude donde el presidente de Haití, Elie Lescot, quien antes de ocupar el gobierno haitiano era muy buen amigo de Trujillo, pero luego rompieron las relaciones. Tal fue la separación entre Trujillo y Lescot que Bernardo Vega identifica el ciclo fuerte del antihaitianismo de la dictadura dominicana como represalia contra Lescot. (El Caribe, 10 de septiembre del 2005).

Con una carta de Betancourt acudió Bosch a ver a Lescot. “…volamos de Caracas a Puerto Príncipe y nos entrevistamos con Lescot, quien nos dio 25 mil dólares, con los cuales se compró un avión Douglas DC-3 que costó 12 mil, y fue en ese avión en el que viajó con nosotros a Venezuela el Dr. Virgilio Mainardi…”  (Vol. IX, p. 251). Al final no se pudo conseguir las armas en Venezuela porque sospechaban los dominicanos que los militares de dicho país los vigilaban y era muy probable que informaran al dictador dominicano. Así que regresaron vacíos en el DC-3. Y retoma de nuevo Bosch una falsa afirmación sobre dinero. “… un dominicano que vivía en aquel país (Venezuela) dijo en un periódico de Caracas que Betancourt nos había dado no recuerdo qué cantidad de dinero, pero era algo así como 400 o 500 mil dólares o bolívares, y eso no fue cierto, pues como explicamos poco antes nosotros no le pedimos dinero a Betancourt. Para nosotros lo que podía darnos él eran las armas, y eso era lo realmente importante; eso no tenía precio y eso era lo que buscábamos, y creíamos que si le pedíamos dinero a Betancourt nos exponíamos a perder la autoridad moral que necesitábamos para reclamar que se nos dieran las armas” (Vol. IX, pp. 251-252). Para Bosch era fundamental que en política y sobre todo en una acción patriótica como la que planeaban para liberar al pueblo dominicano de la dictadura, era esencial mantener la moral. Nunca se debía caer en inmoralidades. Muchas veces Bosch condenó la falta de moralidad en acciones políticas patrocinadas por fuerzas reaccionarias y revolucionarías. Sin moral la acción política se desnaturaliza y el liderazgo que se basa en dichas acciones pierde el respeto del pueblo. A partir de ese hecho los dirigentes políticos tienen dos opciones frente al pueblo, o usar la fuerza o corromperlo. Los hechos recientes en nuestro país lo demuestran absolutamente.

Las armas no tenían como destino Cuba, sino la República Dominicana, y aquí Bosch introduce una información novedosa al momento de dar ese testimonio en 1981. “…antes de ir a Venezuela a buscar las armas enviamos aquí a un chileno que vino a ver al Lic. Antinoe Fiallo para decirle cuál era el plan, y fue el Lic. Antinoe Fiallo quien le informó a Juan Rodríguez de las posibilidades que había de traer las armas en uno o más aviones. Esos aviones debían aterrizar en secaderos de cacao en una finca que tenía don Juan Rodríguez cerca de La Piña, ese lugar que ahora se llama Fantino” (Vol. IX, p. 252). Al no conseguir las armas indudablemente el plan tenía que cambiarse y se modificó en el transcurso del tiempo varias veces. La expedición que partió de Cayo Confites fue el resultado de muchos cambios en el transcurso de su preparación, pero no era el plan original.

Pero también en territorio dominicano los planes cambiaban. “Don Juan Rodríguez no tardó en convencerse de que lo que nos habíamos propuesto hacer no iba a tener efecto y entonces se dedicó a hacer dentro del país algo muy importante (…) que a nuestro juicio fue lo que le dio categoría de jefe militar del movimiento antitrujillista. Lo que hizo fue entrevistarse con los terratenientes y ganaderos más importantes del país, entre ellos José Manuel Jimenes, Israel Álvarez, Carmito Ramírez o alguien de su familia. (…) Esos señores se pusieron de acuerdo y delegaron en don Juan para que éste saliera al exilio a encabezar un movimiento armado. Don Juan pondría el dinero, pero más importante que el dinero era la organización que él había dejado montada a base de hombres que tenían autoridad social en todo el territorio nacional” (Vol. IX, pp. 253-254). El plan, en ese momento, implicaba una expedición militar que vendría del exterior y una red nacional que crearía las bases para recibir a los libertadores del pueblo dominicano de la tiranía que padecían.