La capacidad de Juan Bosch de auscultar lo esencial en los fenómenos sociales y explicarlos de manera precisa es demostrable al observar en el tiempo la evolución de fenómenos que él analizó hace 75 años. Venezuela es un buen ejemplo. Un ex-ministro venezolano y docente en Harvard comenta de manera sucinta lo que pasa actualmente en el país sudamericano. “Según las estadísticas disponibles, nunca ha habido en América Latina un colapso comparable con lo que ocurre en Venezuela. El PIB ha caído en más de 45% con respecto a 2013. Las importaciones lo han hecho en más de 80%. Las importaciones del sector privado en más de 90%. Ha salido más del 10% de la población del país en menos de 4 años. De los que utilizaban twitter y solo tuiteaban desde Venezuela entre febrero y abril del 2017, para febrero-abril del 2018, 9,7% dejaron el país”. Eso lo afirma Ricardo Hausmann en El País del 13 de agosto del 2018. Y señala otro indicador aún más grave: “Venezuela es el país con la relación deuda externa pública a exportaciones más alta del mundo por amplio margen, pues el gobierno usó el período del boom petrolero para endeudarse en vez de ahorrar y ahora producimos 1/3 del petróleo que Venezuela producía cuando Chávez llegó al poder”.

Por supuesto hay que tomar en cuenta que el precio del barril del petróleo comenzó a subir desde el 1998, que estaba en unos 20 dólares, hasta alcanzar más de 100 dólares a partir del 2006 y caer de nuevo hace tres años. Chávez le sacó provecho en sus planes de políticas públicas internas y hasta de influencia en toda América Latina, pero con la caída de precio se vino abajo la solidez del chavismo con Maduro y hoy enfrenta Venezuela un destino sombrío, con dos presidentes, un país dividido radicalmente y un descenso dramático de la calidad de vida de los venezolanos y venezolanas. Únicamente el respaldo de las fuerzas armadas explica la permanencia de Maduro en el poder. El error más grave, no sólo de Chávez, sino de los gobiernos anteriores a él, es que utilizaron los ingresos del petróleo para gastarlo y no para generar fuentes de ingresos alternativos a los hidrocarburos. El aparato productivo venezolano es casi nulo, y como el país dependía de las importaciones, la escasez se generalizó al no poder pagar por la compra de productos del extranjero y una deuda astronómica que se traga completamente el modelo económico. En lugar de ser el socialismo del siglo XXI, Venezuela es la incompetencia absoluta del presente siglo.

El 10 de junio del 1944 Juan Bosch escribe un artículo titulado La inflación en Venezuela, donde explica hechos de la economía venezolana que asombran por su actualidad. “Aún en tiempos normales (debido a que estaba en desarrollo la Segunda Guerra Mundial) Venezuela hallaría dos graves obstáculos para industrializarse: la extensión del país, que encarece el transporte, y la escasez de población. El último censo arroja 4 millones 200 mil habitantes, diseminados en un millón de kilómetros cuadrados. Entre esos habitantes están el campesinado y los sectores pobres de las ciudades, cuyo bajo nivel de vida serviría para mantener sólo una industria que cubriera las necesidades más elementales” (Vol. XXXIV, p. 352) En ese entonces, y todavía hoy, Venezuela tiene el grave problema de que su población es muy reducida en relación con su territorio y hoy se agrava con la intensa migración de los que huyen de la miseria generalizada. El segundo obstáculo es lo que hemos comentado: “Venezuela tuvo mentalidad de petróleo, es decir, descansaba en la riqueza del Estado, adquirida a base de impuestos sobre el petróleo; así, la producción se descuidó incluso en el orden agrícola” (Vol. XXXIV, p. 352). ¡Eso en 1944!

En el momento en que escribe Bosch la situación en Venezuela era muy promisoria a pesar de las dificultades económicas que enfrentaba. Tenía dinero, una gran disponibilidad de crédito por sus inversiones en el extranjero, pero la situación bélica le impedía adquirir bienes de consumo y materia prima de producción. “Al aumentar los fondos en el extranjero, ha aumentado el crédito de Venezuela. Pero con ese crédito, que significa capacidad adquisitiva, muy poco puede comprar en los días que corren. Hay, pues, un grave desnivel que se traduce en inflación. Si la guerra terminara de golpe, la amenaza se disiparía” (Vol. XXXIV, p. 353). El ingreso por petróleo durante el conflicto bélico hizo que Venezuela acumulara gran cantidad de dólares que no tenían destino posible por las restricciones de la industria mundial que estaba dedicada exclusivamente a la guerra, Trujillo en el país también se benefició del conflicto bélico incrementando las exportaciones de productos agrícolas a los Estados Unidos y consolidando la moneda nacional y la balanza de pago.

Cuando Bosch escribe este artículo gobernaba en Venezuela Isaías Medina Angarita, quien gobernó de 1941 a 1945, permitiendo la libertad de prensa, legalizando el Partido Comunista y aprobando el derecho electoral a nivel municipal a las mujeres. La valoración de Bosch sobre dicho gobierno y el precedente es positiva a nivel económico. “Si esa situación (la de depender exclusivamente del petróleo) no hubiera sido mejorada por los gobiernos de López Contreras y de Medina Angarita, la inflación estaría castigando ahora terriblemente a las masas más sufridas del Pueblo” (Vol. XXXIV, p. 352). A Medina Angarita le quedaba poco en el poder, ya que el 18 de octubre del 1945 fue derrocado por un movimiento que agrupaba oficiales militares jóvenes y políticos progresistas, eso le permitió a Rómulo Betancourt alcanzar el poder y preparar unas elecciones libres que ganó su compañero de partido el literato Rómulo Gallegos, quien asumió la presidencia el 17 de febrero del 1948. Pero Gallegos duró sólo 11 meses en el poder, semejante al caso de Bosch años después, y volvió Venezuela a una dictadura militar cuyo último exponente fue el tristemente célebre Marcos Pérez Jiménez, gran aliado del sátrapa dominicano, junto a Somoza y Batista. De ellos cuatro escribirá Bosch su obra Póker de espanto en El Caribe en 1955, pero publicada al final de los años 80. Venezuela y Acción Democrática serán durante las siguientes dos décadas un puntual de apoyo para el exilio dominicano y el PRD en particular. Tal fue el compromiso de Rómulo Betancourt con la lucha contra Trujillo que estuvo a punto de ser asesinado en un atentado el 24 de junio de 1960 en Caracas. Luego de eso Trujillo duró vivo menos de un año.

Tres años después del artículo que venimos comentando, Bosch escribió otro titulado ¿Qué ocurre, por fin, en Venezuela? Este texto lo publicó en la revista Bohemia el 10 de agosto del 1947. Bosch responde en ese artículo a los libelos que se difundían contra Betancourt. “A las redacciones de los periódicos, a los despachos de los políticos, a las manos de diplomáticos, industriales, jerarcas de la iglesia y oficiales de gobierno de estos países está llegando una ola de folletos, artículos, cartas y periódicos que tiene como único fin la de confundir a la opinión pública continental en relación con el régimen gubernamental de Venezuela (…) la acusación más difundida entre las muchas que se lanzan a la Junta Revolucionaria de Gobierno de Caracas, y especialmente a su presidente Rómulo Betancourt, es la de comunista; el más activo de los vehículos de esa acusación es un llamado Libro Rojo, que inunda los lugares más distantes y que, aunque sin pie de imprenta, está sin duda editado por los talleres de un periódico que publica Rafael L. Trujillo en la capital de la desventurada República Dominicana” (Vol. XXXIV, p. 75). Esa acusación de comunista fue empleada centenares de veces contra líderes y gobiernos que procuraban mayor democracia y justicia social para sus pueblos. Contra el mismo Bosch fue empleada indecentemente durante la campaña electoral del 1962 y luego durante su gobierno hasta que lograron derrocarlo e imponer la dictadura del triunvirato que posibilitó la expoliación de gran parte de la riqueza nacional para colocarla en manos de una pequeña minoría. Ese guion se empleó también contra Venezuela y el gobierno de Rómulo Gallegos.

Bosch defiende al gobierno encabezado por Betancourt en 1947 con una definición precisa de las tareas de un buen gobierno: “Lo que ocurre en Venezuela no puede ser deformado por propagandas interesadas. Hay allí un gobierno cuyo fin primordial es el más amplio desarrollo económico —y por tanto cultural, político, sanitario— sin que tal desarrollo se obtenga a expensas de las clases tradicionalmente más sufridas. En lugar del capital imperialista foráneo, hay que facilitar el crecimiento del capital nacional, en una palabra, suplantar con una burguesía criolla apta las fuerzas extranjeras en la economía del país. Eso debe hacerse sin que se explote a trabajadores y campesinos, pues el progreso de estas clases debe ser simultáneo con el de la burguesía si en realidad se quiere echar sobre bases sólidas el edificio de la democracia venezolana” (Vol. XXXIV, p. 79). En la próxima Veritas liberabit vos seguiremos analizando este artículo del 1947, para luego seguir con los del 1944.