Ojalá que el Big Papi, hoy el ser más admirado en Massachusetts, entienda que lo más importante que le queda por delante, ya en la postrimería de su brillante carrera, es ganar la gloria, más allá de Cooperstown. Ojalá que David Ortiz, oriundo de humilde hogar obrero del Haina de los Rojas Alou, comprenda lo que significaría una estatua suya en cualquier calle de Boston de largo abolengo beisbolístico y patricio (como la de Marichal en San Francisco, California, y Joaquín Andujar en San Luis, Missouri). Ojalá que se lleve de Leo Corporán y Felix Decena y ponga toda su  inteligencia en comprenderlo.