(A mis  hijos Ludovino y César Tobías, con justificado orgullo)

El  30 de junio de 1979, recibí una llamada de Milagros Ortiz Bosch pidiéndome que la acompañara al aeropuerto.

Dije está bien y nada más. Del artículo de su autoría publicado en Areito el 26 de abril de 2014, periodico Hoy, copio parte de  algunos párrafos donde ella narra la llegada de Gabriel García  Márquez. Él era uno de los más destacados invitados  a las celebraciones del 70 cumpleaños de Juan Bosch. Ella lo cuenta. "…un honor inesperado: La Habana no había conectado, así de fuerte era la disciplina, a nadie que fuera a recibir al genial colombiano y entonces me pidieron que lo hiciera yo. Fue entonces cuando le solicité a Arlette Fernández que como en otros episodios de nuestras vidas cumpliéramos juntas esta misión.

Arlette Fernández y yo emprendimos junto a Gabriel García Márquez el camino hacia Jarabacoa. Esa noche estaba organizada una cena en la casa de Virgilio Díaz Gullón y Aida Bonnelly.  Llegamos cuando todos los invitados estaban en el hotel del pueblo; recuerdo la terraza en la que estaban desparramados los amigos intelectuales de Juan Bosch llegados para celebrar sus 70 años. En el camino, García Márquez le preocupaba la reacción de Bosch por su tardanza. Mientras conversaba con Arlette sobre Rafael Fernández Domínguez y la Guerra de Abril y volvía a referirse a su encuentro con  su maestro.  Le dijimos que cuando don Juan escuchara de sus labios “maestro ya llegué, estoy aquí”  abriría sus brazos y le diría  “bienvenido Gabo” y el horario de llegada no tendría importancia.

Arlette y yo tuvimos el honor de conocerle y apreciar como cuidaba sus compromisos políticos y la reverencia por aquel amigo  al que llamó maestro", termina Milagros.

De repente, yo estaba involucrada en  las  tareas  relacionadas  con los más destacados  visitantes. Lograr que  se sintieran cómodos  y  seguros  se convirtió en el punto álgido. Existía  un equipo de seguridad que, dada la importancia de los invitados, estaba compuesto por  profesionales de primera.

Pero se necesitaban dos personas para conducir los vehículos  que llevarían a García Márquez y a don Nicolás Guillén y a su esposa doña Rosa al interior del país. Las cualidades exigidas, además del valor personal, eran estar dispuestos a asumir con responsabilidad la misión encomendada y a ser expertos pilotos de autos con suficientes  reflejos y aplomo para reaccionar ante cualquier situación irregular que se presentara  durante el trayecto.

Después de un difícil  trabajo  de búsqueda  los encontramos. Los organizadores dieron su aprobación y cuando le informé a don Juan quienes tendrían  esta responsabilidad, respondió: "nadie mejor que  esos muchachos, los genes no se equivocan"

Esos muchachos eran mis hijos Ludovino de 22 años y César Tobías de 21. Ellos conducirían los vehículos de Nicolás Guillén y  su esposa Rosa,  de Gabriel García Márquez y otros acompañantes.

Ludovino estudiaba ingeniería civil y César la carrera de medicina. Ambos eran calificados pilotos de autos, deporte que practicaban desde su adolescencia. Estaban preparados para conducir un vehículo con habilidad y  resolver  cualquier problema  que se presentara.  Pero lo más importante: estos muchachos tenían la madurez suficiente  para desempeñar tan delicada misión.

Mientras, yo les machacaba:  -"Escuchen bien, óiganme, si un vehículo se les cruza o alguna persona… y en caso de…cuidado al  tomar las curvas a mucha velocidad… estén atentos, no se distraigan… Vi sus ojos y me percaté de que no me hacían ningún caso. Entonces supe que estaban preparados y me sentí tranquila. Tanto lo estaban,  que no departían con los invitados,  se quedaban cuidando el vehículo como medida de seguridad.

La relación surgida entre ellos y don Nicolás Guillén y doña Rosa  fue amorosa, tierna. Ellos les escribieron  a los muchachos calificándolos como sus nietos. En términos cariñosos le agradecían el trabajo que ellos hicieron. Mis hijos, a su vez, le escribieron así:

De César Tobias a "los abuelos" 

Julio-13-1979

Queridos Don Nicolás y Doña Rosa: 

Espero que se encuentren bien y que su estadía aquí en Santo Domingo les resultará placentera. En particular para mí fue una gran experiencia, tanto haberlos conocido como haber compartido con ustedes.

Sepan que aquí todos los queremos mucho y les recordamos con mucho cariño, tanto por su sinceridad como por su sencillez.

Hasta estos momentos no había tenido tantos deseos de conocer al pueblo cubano que sí he conocido personas como ustedes, y si todos son  como ustedes, estoy seguro que su pueblo merece la bendición de Dios. 

Esperando que un día no muy lejano tenga el placer de encontrarlos otra vez, se despide su "nieto".

César Fernández 

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Bellos recuerdos, lindas cartas

Carta de Ludovino a don Nicolás y a doña Rosa 

13 julio 1979.

Sto. Dgo. 

Queridos abuelos: 

Estoy muy feliz de poder saludarlos y a la vez decirles que me han hecho mucha falta; son ustedes personas maravillosas.

Espero que estén muy bien por allá. ¡Muchas Felicidades!  a don Nicolás por su cumpleaños ((atrasadas pero sinceras) 

Tengo muchos deseos de ir por allá a saludarles en su misma casa y conocer su hermoso país.

Un abrazo fuerte a Raúl, Julio y Omar a los cuales también echo de menos. No olviden nunca que tienen una casa por acá llena de personas que se sienten su familia.  Espero verlos pronto. 

Los quiere mucho su nieto

Ludovino. 

Durante aquellos días vivimos momentos de tensión, unos risibles, otros incómodos pero todos interesantes.

Fue la noche del acto en el Club Mauricio Báez que me  acerqué a Regis Debray;  me presenté y me puse a la orden. Fue gentil pero me pareció temperamental; en ocasiones estaba de buen humor y en otras abstraído. Parecía cansado. Me dijo que no dormía y le propuse llevarlo al médico pero se negó. Me di cuenta de que no estaba bien. Se inclinaba hacia mí y yo lo sostenía. Del club pasamos  al Restaurant Vesubio donde nos encontramos Milagros, Víctor, Felucho, Garcia Márquez, Regis y otros amigos. Conversábamos, reíamos y García Márquez no podía disimular su condición de personaje importante y lo demostraba. Noté que le encantaba y me dije que ese placer se lo había ganado con creces. Tomó una servilleta,  escribió GABO y me la entregó.

Notaba que  Regís estaba empeorando. Apenas cenó. Todos recomendaron llevarlo al hotel, el Nicolás de Ovando. Entramos y  le dije al personal de servicio que lo subieran a su habitación y lo acostaran. Protestaron. "Señora, no podemos responsabilizarnos de una persona tan importante. Usted debe subir con nosotros y estar allí hasta que esté dormido"  ¿Yo? ¡Imposible! ¿Como voy a subir a su habitación hasta que esté dormido? ¡No puedo hacer eso! "Entonces señora, lo  lamentamos" 5, 10 minutos de discusión.  Al fin, aceptaron mis argumentos. La persona que manejó el vehículo  intervino y lo resolvió, pero permanecimos en el lobby  hasta saber que Regís dormía y estaba debidamente cuidado. Era mi responsabilidad.

Llego el día en que los invitados regresaron a sus respectivos países. Se marcharon conmovidos por las atenciones brindadas y por el cariño y el calor humano de los dominicanos.

Meses después, Ludovino y César Tobías recibieron cartas del profesor Juan Bosch.

Santo Domingo, 7 de noviembre, 1979.

A Ludovino Fernández F.

Presente

Querido Ludovino: 

La dirección del PLD me ha comisionado para que te dé en su nombre las gracias por los valiosos servicios que nos prestaste atendiendo a Nicolás Guillén y su señora y a otras de las personalidades que vinieron al país en ocasión de cumplirse mis 70 años, y he aceptado ese encargo con mucho gusto. Fui testigo de la forma en que actuaste en esos días y me parece un acto elemental de justicia dejar constancia de la estimación que tenemos por tu conducta ejemplar. 

Va una carta en términos similares a ésta para tu hermano Cesar Tobías  y mis saludos cordiales para tu mamá y para Alma Arlette, Ingrid y Rafael Tomás .  Tuyo

Juan Bosch. 

Este episodio es uno de los tantos que vivimos, esta vez exaltando a Juan Bosch y a la más elevada expresión de la literatura.

Arlette Fernández

30 de junio de 2016