Estoy seguro de que cualquier recién llegado no creería que la gran banca dominicana, estatal y privada, es capaz de financiar en una semana, con más de tres mil millones de pesos, compras de automóviles de todo tipo, a bajos intereses y con amplias facilidades, más de lo que destina en un año hacia la pequeña y mediana industria y la agropecuaria (poniéndosela en China con intereses y plazos). Y tampoco creería que esa banca ha proclamado mil veces su “compromiso con el desarrollo” de un país que necesita superar intensivamente el atraso. Pero, aunque no lo creyera, ese absurdo es realidad.