¿Te gustó ese antojito que te envié para que te acordaras de las que éramos cuando dejamos el monasterio, las largas enaguas, y nos enamoramos de un diablo cojuelo que enderezaba esquinas en el Viejo San Juan? Qué culpa tengo yo del duelo o la eulexia? La poesía de Álvaro Hernando te invita a un consumirse en el caos de la palabra cotidiana; en el deseo de escribirlo, artistearlo todo. Dice el poeta español: De los trazos a las manos / de las huellas a los besos / de las luces a las letras / del hybris al sosiego / ese soy yo / ese es mi camino. Si ustedes (¿quiénes son ustedes?) se fijan, ayer hablamos de que el cuerpo era camino, también hemos dicho que responde a movimientos de la tierra y el universo, y que también se gobierna, o sea, que obedece o refleja los dichos movimientos (rotación-traslación). Tomando en cuenta esta consideración no es absurdo pues afirmar que bailar es el acto de mantener un balance y el arte de fluir con el tercer movimiento universal. El baile también responde a sístoles y diástoles, movimientos también como se sabe. ¿Es entonces todo baile movimiento? No sé, yo creo que sí. Pero ya está bueno de menearlo, Sancho, y dame más poesía, de la dura, la de Álvaro: Hay que bailar más / inhalando menta, mordiendo los labios la presa / atrapándola en una boca / metamórfico / que nos permita el parto. ¿Cuál es el origen de las palabras? ¿Qué fue primero, la palabra o el movimiento? Creo que fue el gesto lo primero, ¿era la palabra, la imagen, soñada en ese momento? ¿Nace la palabra cuando es escrita o cuando es dicha?
La verdadera dicha es tener tu cuerpo a mi lado, cosiditos o acabado de coser, juntitos, bailando, como sombras que buscan asombro en sueños de plazas desiertas en una plaza de pueblo que bien puede ser Bonaire o San Juan de la Maguana. Dicha es tenerte cerca, bachateándote excusas al amparo de los malechores de la cultura. Bailar contigo y como mantra, utilizar el credo de Álvaro Hernando: Tiene la aguja el compás y el pequeño tiempo la batuta / en tonos de páginas suenan las armonías del verso. Me canta Hierro en palabras / suena Machado en el aula / Resoplan estribillos de Lorca […] y mientras tanto el ritmo que apremia en saltitos los pies, y mientras tanto el baile, ese baile, ese tiempo, que se mide.
Recuerdo que bailé contigo, Samaritana, cuando de la tierra brotaba sangre, protesta, Black Lives Matter, sí o dilo que tú sabes que es así. Tú que viviste conmigo aquí y en las bibliotecas fuiste testigo de nuestro sufrimiento. Una vez le pregunté a Hernando cómo escribía y él respondió, Estupendamente. Y yo le volví a preguntar, esta vez borracha de mezcal, y él respondió: Bailo como si fuese a descocotarme el espinazo, bailo Rota, como Mecho, pero escribo como si fuese a leer estas composiciones en un juzgado o en un funeral. Y hablando de la muerte, cerramos con esta pieza de la coreografía del amor. Dice el poeta: Olvido en el tiempo de morir, olvido. Entender la mentira como una forma de arropar la despedida / Vienes con el pelo húmedo y vistiendo la pobre culpa que un secreto no merece. Te leo en los ojos los celos, pequeña muerte del canto y el crepitar del fuego.