Por Ismael Reyes
Debemos dar gracias a la voluntad divina del Todopoderoso porque la actual campaña proselitista que arriba a su final haya estado libre de la violencia que ha caracterizado a anteriores periodos electorales que se mancharon con la sangre de dominicanos. Sobre todo, porque esto esté sucediendo en un contexto donde participan miles de contendientes (producto de la unificación de las elecciones congresuales y presidenciales) cuyas rivalidades han permanecido controladas.
Ello es una muestra o de que estamos avanzando como democracia que camina hacia la madurez y la templanza o de que en estas elecciones no ha habido arietes que despierten las pasiones políticas que alimentan las conductas descontroladas.
Pero prefiero quedarme con la primera razón: de que comenzamos a superar el estadio donde el criterio de la rentabilidad con que algunos ven los cargos electorales no ha podido imponerse por encima de la cordura, pues siempre que se pelea y se compite por ventajas económicas, la racionalidad se espanta y la violencia toma su lugar.Cuando el interés personal es lo que prima y éste se antepone a los del país, de aquí a la violencia hay un solo paso. Y dado ese paso, vienen los siguientes por la misma dirección.
Afortunadamente esto no está pasando y por eso, quizá nos encontremos ante una de las campañas electorales más limpias y pacificasde los últimos tiempos. Aunque no la más entusiasta por lo aburrida que ha sido ante la carencia de una verdadera competencia y donde ya los resultados se dan por consumados.
También hay que extenderle un reconocimiento a la madurez y responsabilidad de nuestro liderazgo político, pues son éstos quienes casi siempre marcan la diferencia entre una campaña sangrienta y una campaña tranquila, con sus arengas y el carácter pasional que infunden a sus acólitos y seguidores. Son los líderes quienes tienen la autoridad y la potestad de hacer que los aspirantes a cargos electivos en las venideras elecciones reproduzcan entre sus seguidores la ecuanimidad, el comedimiento y la paz.
Ojalá que al doblar ya por la “Curvita de la Paraguay” de la carrera electoral, se mantenga ese mismo ánimo y la campaña siga imbuida por ese mismo espíritu de aceptación de las diferencias y que el disentimiento no sea motivo deenfrentamientos violentos entre los partidos contendientes. La imagen internacional de la República Dominicana y el turismo, estarían agradecidos de que sea así.
Y es que la celebración de las elecciones no debe ser causa de luto y de dolor, pues como fiesta de la democracia que se supone que es, debería ser como un carnaval de colores de los distintos partidos que no dañe la vida y no afecte el normaldesenvolvimiento de los dominicanos. No se trata de que seamos irrealistas ni románticos pidiendo que predomine enla campaña electoral lo primero que huye cuando hay choque y desavenencia: laarmonía.
Se trata de que esas disparidades no sean colocadas por encima de la coexistencia política y del respeto al derecho ajeno que es la paz, como bien dijo Benito Juárez. Por esto lucha y aboga el Partido Demócrata institucional, PDI, quien lleva como su candidato presidencial a un hombre de paz, que fomenta la concordia y la armonía: el presidente Danilo Medina.
El único hecho de violencia, ocurrido dentro del marco de esta campaña fue el asesinatoel pasado 11 de marzo del candidato a senador por el opositor Partido Revolucionario Moderno (PRM) y exrector de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), Mateo Aquino Febrillet. Pero este lamentable suceso no puede ser atribuible a la campaña como tal, sino a desavenencias internas y personales entre candidatos de un mismo partido. Por lo demás, no hay novedades que lamentar.
Roguemos a Dios que todo siga como va y que la oposición tenga la entereza de aceptar democráticamente el veredicto de las urnas para que no demos oportunidad de que irrumpa la violencia y que en un ambiente de armonía sigamos avanzando hacia el progreso, después de convertir otra vez en gobierno lo que diga la suprema voluntad del pueblo.