Los movimientos sociales del siglo XX desencadenados por las juventudes contestatarias francesa de mayo de 1968, estadounidense del festival de Woodstock, alemana, española con el destape y luego en este siglo XXI con los indignados de España y Francia, japonesa, china en Tienanmen, latinoamericana en Tlatelolco fueron acompañadas en múltiples capitales y ciudades por el arte popular, los grafitis, la pintura, el teatro y la canción, pero en todos ellos el gran ausente fue el poema. ¿Por qué?
Los movimientos fueron inseparables de la canción popular y su imagen está asociada a la imagen misma del siglo XX, muy bien analizada por Octavio Paz, la democracia representativa: los Beatles, Jimmy Hendrix, Janis Joplin, Joan Báez, los Rolling Stone, Chicago, Traffic, Police, Paco Ibáñez, Violeta e Isabel Parra, Joan Manuel Serrat, Atahualpa Yupanqui, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés y los poetas Antonio Machado, Miguel Hernández, Federico García Lorca y Pablo Neruda, con sus poemas musicalizados y vocalizados por estos hombres, mujeres y otros cantantes de viso. Y no se olvide la canción siempre nueva de Aznavour: “La juventud”. Y contra el balaguerato, 7 Días con el Pueblo. Con la guerra patria de abril del 65 el Frente Cultural de la Revolución y con el Movimiento Renovador de la UASD los recitales poéticos, la poesía coreada (infame, pero coreada al fin), la Rondalla, el Coro, el teatro.
Pero se fraguó poco a poco desde finales de siglo XX en amplios sectores juveniles de finales un descontento y una promesa (Pedro Henríquez Ureña) que luego de la irrupción de la internet y la informática con su mundo digital, su cibermundo y su ciberpolítica se convirtieron en un rechazo a la verticalidad del sistema de la democracia representativa, sus imágenes y discursos ideológicos donde los jóvenes dominicanos nets y nativos digitales ya no se sienten representados y han esbozado, desde el púlpito de las luchas que viene librando (Marcha Verde, defensa de la ecología y el medio ambiente, el 4 por ciento para la educación, etc.), un nuevo modelo de democracia que ellos llaman transparente, horizontal, sin clientelismo, sin corrupción, con institucionalidad, con igualdad efectiva de la ley y un funcionamiento cabal de la justicia.
Algunos intelectuales que abrazamos el compromiso político durante nuestra juventud y que hoy pertenecemos a aquel mundo del siglo XX, vemos con mucha empatía el actual movimiento contestatario de nuestra juventud, porque cuando nos correspondió, hicimos lo propio en la lucha contra los remanentes del trujillato, contra el Triunvirato y los cívicos que derrocaron el gobierno constitucional de Juan Bosch en 1963, contra la ocupación militar estadounidense que ahogó en sangre la revolución constitucionalista de 1965 y contra el régimen autoritario de Balaguer impuesto por el mismo poder yanqui que derrocó a Bosch.
La democracia representativa se encuentra hoy francamente cuestionada por la generación net, los nativos digitales y su franja de jóvenes llamados a dirigir los destinos de la republica dentro de unos 10 o quince años, a lo sumo 20, cuando el liderazgo actual que gobierna el país ronde los 80 años o más, o sea, una generación o museo de ancianos.
Mírese la juventud dominicana en el espejo de aquel grupo de indignados de España que gobierna hoy en coalición con el Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Pero deben prepararse intelectual, ética y políticamente para asumir ese papel inevitable que les llegará dentro de poco.
Para acceder a tal conocimiento no es con los discursos e imágenes del mundo del siglo XX que ustedes construirán la nueva democracia transparente, horizontal, anticlientelista, antipatrimonial, anticorrupción, con igualdad de todos ante la ley, verdaderamente inclusiva de todos los sujetos que han sido invisibilizados en nuestra sociedad desde siempre (LGTBi, entre otros).
Para lograr esta evolución política, gradualista, pues los proyectos mesiánicos fracasaron en América Latina y el mundo, hay que conocer a fondo el tipo de Estado y sociedad que ustedes van a gobernar dentro de unos cuantos años. Y también los tipos de Estados y sociedades de nuestros vecinos latinoamericanos desde que los criollos, hijos de españoles, proclamaron la primera independencia política de nuestras repúblicas. ¿Y qué sucedió desde aquel inicio de siglo XIX para que a casi 200 o más años de aquellos acontecimientos estemos donde estamos? En el ensayo “Nuestra América”, con prosa sencilla y clara, Martí nos proporciona la pista de cómo han de gobernarse los países latinoamericanos: hay que conocer el medio y la gente. Si no, el fracaso total.
En algunos autores dominicanos del siglo XX encontrarán ustedes respuestas que les ayudarán a realizar las acciones apropiadas cuando les llegue su turno. Américo Lugo, el primero, de quien la juventud actual debe conocer a fondo su tesis doctoral y su carta a Horacio Vásquez del 20 de enero de 1916; el segundo, Rafael Augusto Sánchez Ravelo y su examen de los fracasos políticos dominicanos al cabo de un siglo (1844-1944); el tercero, Juan Bosch y sus obras clásicas sobre composición social, pequeña burguesía y clases sociales; la cuarta, Ramonina Brea, con su explicación de cómo surgió el Estado capitalista dominicano; el quinto, Andrés L. Mateo, con el análisis del mito y la cultura en el trujillismo y cómo la teoría política del Bosch problemático fue caricaturizada; el sexto, Andrés Merejo, con su conjunto de estudios sobre el cibermundo, la ciberpolítica y la dominicanidad transida, donde explica justamente las causas por las cuales la juventud que ahora se levanta, alzá, fue postergada desde la caída de la dictadura.
Y yo, pobre poeta, como Villon, le ofrezco a la juventud alzá el “Manifiesto del partido del ritmo” (Cuadernos de Poética 30): una invitación a la juventud dominicana, latinoamericana y a quienes se sientan jóvenes, a construir la segunda independencia política de nuestro continente, porque la primera se agotó como proyecto en el siglo XX; y en el libro Política y teoría del futuro Estado nacional (Editora de la UASD, 2012) examino la vía para lograr ese nuevo proyecto; y finalmente, en el libro El sujeto dominicano (Editora de la UASD, 2011) planteo cómo salir de la noción de individuo, inseparable del viejo proyecto oligárquico y cómo convertirse en un sujeto despierto. Un dato muy importante: deben conocer el contenido del Plan Hughes-Peynado de 1922 en virtud del cual los políticos transaccionistas dominicanos cedieron la co-soberanía de la república a los Estados Unidos. Deben explicarse los jóvenes del siglo XXI por qué una llamada del Secretario de Defensa de aquel país, Mike Pompeo, le frustró a Danilo Medina su proyecto reeleccionista.
Planteo que el siglo XX dominicano comenzó a raíz del ajusticiamiento de Trujillo. A la cronología del calendario cristiano no corresponde necesariamente una cronología de la historicidad de las modernidades.
Por esta razón, el poema de Franklin Mieses Burgos “Paisaje con un merengue al fondo” y los textos que he recomendado atraviesan el siglo XX y se inscriben en el XXI para acompañar a la generación net y a los nativos digitales.
Todavía no ha aparecido en el escenario de la juventud alzada la ciberliteratura que, en sus distintos textos, se identifique con sus aspiraciones. Juventud llamada a iniciar un nuevo modo de vida y de hacer política desconocido hasta ahora. Pero si esa juventud no conoce el medio y su gente, como decía Martí, correrá el riesgo de que los hijos y los nietos del viejo proyecto oligárquico del siglo XX tomen las riendas de la sociedad dominicana, como lo hicieron sus abuelos y sus padres desde 1844 hasta hoy.
Ese proyecto oligárquico eliminó del currículo de la educación pública el estudio de la literatura y la filosofía. Y lo hizo para que reinara la cultura light como ama absoluta, pero no lo hizo con la asignatura de Historia, porque iba a encontrarse de frente con los miembros del organismo paraoficial que controla a través de los académicos la producción de esa categoría discursiva imprescindible a la ideología de la existencia de la “nación” y el mantenimiento del viejo proyecto político de liberales y conservadores.