“Nos une el ser seres hablantes, y lo somos porque lo que tenemos para decirnos es nuestra diferencia, el ser únicos como individuos y querer mostrarnos como tales. Se deriva de ello la pretensión de que las creencias y las prácticas democráticas nos hacen plenamente humanos”. (Hannah Arendt).
Somos un Estado profundamente débil, un Estado fracasado cuando observamos la asunción de las instituciones como validación de su propia legalidad y legitimidad, pero sobre todo, cuando desvelamos la capacidad de regulación y de eficacia en la calidad de los servicios que brinda a sus pobladores. Es un Estado que ha creado a lo largo de sus 175 años de existencia, nuevas instituciones que es el germen de su propia construcción, empero, el fortalecimiento de ellas ha devenido en una mera mueca, en un debilitamiento horroroso.
La expresión de nuestro Estado débil se refleja en nuestra pobreza, en la enorme desigualdad, en la marginalidad, en la indefensión en que nos encontramos con la seguridad, en el auge del crimen organizado, en la pandemia de los feminicidios y en las sempiternas enfermedades que brotan cada año (dengue, leptospirosis) que constituyen la fuente fehaciente de la ausencia de instituciones fuertes.
En nuestra sociedad hemos tenido en los últimos años un ejercicio del dominio de lo público donde ha imperado una administración del Estado a la luz de las relaciones partidarias solamente. Dicho de otra manera, la administración del Estado es un ejercicio hegemónico desde la “visión” del partido como estamento y eslabón meramente partidario. Lo fundamental es el partido y con ello, sus hombres y sus mujeres. No es una administración desde la sociedad y a la sociedad y, por lo tanto, con los más competentes de la sociedad.
En nuestra sociedad los partidos políticos que han dirigido el Estado dominicano, en gran medida, no han actuado desde la categoría de la protocracia, que al definirla significa gobernar la democracia con los hombres y mujeres más competentes de la sociedad. Es la puesta en escena desde la praxis política, a la construcción de la eficiencia, de la eficacia y de la calidad desde la esfera pública, para satisfacer las necesidades de la ciudadanía. La protocracia nos permite hacer más con menos, priorizar los recursos de las instituciones para sinergizar y potencializar todo el caudal que hay en el seno de una sociedad, de una institución, de una organización.
La protocracia es la puesta en escena de los más talentosos de la sociedad en cada puesto, en cada institución, sin tomar en cuenta la bandera política, solo la competencia y la integridad como la solemne vocación y devoción hacia los intereses públicos, con la fina sensibilidad que da el sentido por lo colectivo, por lo social y el regocijo de transformar vidas a través de las políticas públicas.
La protocracia significa la posibilidad permanente de un gobierno en la puesta en práctica de su capacidad para gestionar políticas públicas que mejoren sistemáticamente las condiciones materiales de existencia, de la mayoría de la sociedad. La protocracia es la generación de la capacidad institucional que se vehiculiza de manera más fluida, más expedita con los hombres y mujeres más competentes, más decentes del país. La escasez de la protocracia significa en gran medida, la falta de capacidad estatal y esto hace posible la poca proactividad, la que repercute en los indicadores sociales tan dantesca que vivimos y que nos avergüenzan. Verbigracia:
- Mortalidad materna: 106/100,000.
- Mortalidad infantil: 30/1000.
- Tercer país de la Región con la tasa de feminicidio más alta.
- La tasa más alta de la Región en Ni Ni.
- 58% de los empleos son informales.
- Turismo, Remesas y Zonas Franca constituyen alrededor del 80% de los ingresos en divisas en nuestro país.
- Muertes de 2,500 personas en accidentes de tránsito en el año.
- A los hospitales públicos, en el Siglo XXI, solo van los sectores más carenciados económicamente de la sociedad.
- La desigualdad territorial, en un país de apenas 48,444 Km2, es abismal y con ello, la calidad de vida, la esperanza de vida y el nivel de vida es muy diferente.
- La enorme corrupción y la impunidad son flagelos de la expresión de un Estado débil, cuasi fracasado, que no orienta correctamente lo poco que tiene y que drena aún más el bienestar de la gente con ese cáncer y alzhéimer que representan la apropiación de lo público en mano privada y la ausencia de consecuencia.
Muchas veces, más que la debilidad estatal, forma parte medular la separación de la protocracia de seres humanos competentes e íntegros en la dirección de las instituciones. ¿Cómo se expresa esa falencia de la protocracia en la práctica en nuestro país?
- Como entender que Ramón (Monchi) Fadul esté desde el 1996 dirigiendo una institución, pasando desde Director de CORDE, Ministro de Trabajo, Ministro de Industrias y Comercio, Ministro de Interior y Policía. Pareciera que tiene una polivalencia de competencias inigualables. Un superdotado y gurú en todas las áreas. Eso daña, destruye la capacidad de esas instituciones afectando a la sociedad en su conjunto. ¡Solo una razón: es del partido!
- Como asimilar que Roberto Salcedo sea Asesor del Presidente en materia de seguridad pública. Nadie sabe que estudió esa especialidad y que tiene un determinado know how al respecto. ¡Es del partido y responde a una agenda personal del Presidente!
- Como asimilar que en 7 años por el Ministerio de Educación hayan pasado 4 ministros, 3 de ellos que fueron a aprender allí, habiendo muchos PHD en esa rama tan crucial para la sociedad. ¡De nuevo es del partido!
- Como internalizar que en un Ministerio tan fundamental para la sociedad como lo es el Ministerio de Medio Ambiente, tengamos a un ignaro en esa especialidad dirigiendo esa cartera, existiendo tantos profesionales brillantes en el área. ¡De nuevo el partido y la agenda personal del Presidente!
- Como explicar que el Ministro de Salud antes de llegar allí, tenía 11 años siendo Viceministro de Educación Superior. ¡De nuevo la agenda particular del Presidente que no tiene que ver nada con las necesidades de la sociedad!
Estos ejemplos son muestras inexcusables de la anomia institucional que se reflejan en un Estado débil y que cuasi no nos puede proporcionar el necesario orden, seguridad pública, respeto a las leyes. El estado de derecho contribuye, coadyuva a regular el ejercicio del poder. Allí donde nadie se sienta por encima del marco normativo establecido para evitar lo que Hobbes dibujó como la “guerra de todos contra todos”, que nos permita respirar en nuestro propio país.
Es la llamada de atención a que luchemos por la protocracia porque quienes, como nos diría Isidoro Cheresky en su libro El nuevo rostro de la democracia, “se consideran participes y protagonistas de la democracia tienen en común el reconocer la legitimidad que surge de la deliberación y la decisión de pluralidad, y ninguna otra. Esa convicción común es poderosa y es lo que permite estar juntos en la interrogación y la división constitutivas propias de la democracia y confiar, si no en los gobernantes circunstanciales, si en la forma de vida y de gobernarse”.