“Sólo contando con un proyecto alternativo viable, con raíces nacionales, la izquierda podrá hacerle frente al peligro real de desaparecer triturada por el sistema bipartidista y por la ofensiva ideológica de la reacción. En este caso, y tal como dicen algunos, es preferible la disolución de las filas, para que sus integrantes al menos puedan aportar a la construcción de otros movimientos revolucionarios.” (Isabel Rauber-Marta Harnecker).

Los disidentes se salen de la fila, no confían en la doctrina ni las directrices de los genios del pensar y de la estrategia, le llaman con desprecio el “grupo de los arrepentidos”, por su comportamiento y el estilo pequeño burgués de sus actuaciones; pactan con el “statu quo“  y el bienestar del bajo perfil. Son “los románticos” de la deshora.

Los reincidentes, vuelven a la vieja práctica que no ayuda al proceso, porque no creen en la dialéctica de Heráclito “nadie se baña dos veces con la misma agua que corre en el río”. No  creen en que todo cambia y muta. El virus del sectarismo y del vanguardismo se replica con frecuencia en su hábitat. Ellos negocian propuestas, aceptan cargos, postulaciones. Como herejes aceptan las dádivas y el precio que pone el mercado a sus ideas e incongruencias. Nada avanza en el país con sus diputaciones, alcaldías, regidurías y ministerios. Están aletargados, atrapados en sus propias tramas y han entregados las llaves de sus trampas a sus benefactores. Cada cuatro años renegocian las deudas con el mejor postor. Son también los lobistas que se atribuyen la representación del pueblo, acordando unos beneficios que son traídos por el molusco de la babosa y que nunca llega.

Los resilientes, apuestan por salir librado de tantas traiciones, acuerdos, convenios, pactos, de sus partidos con los otros grupos o partidos que se nutren de “la barbarie”.  Ellos saben que para sobrevivir dentro de una izquierda política que tiene código de barra, deben reinventarse dentro de otros escenarios y con otros sujetos de la “izquierda social” tomando en cuenta la geografía nacional y no esos ¨ghettos¨ de  los grandes centros urbanos, como nos tienen acostumbrados. Reconsideran el significado de estar en las filas revolucionarias, como hijos de la resiliencia, definida por Juan García Ballesteros en Rebelión, muestran esa capacidad que tiene una persona o un grupo para sobreponerse a traumas vitales (sean personales o sociales), recuperarse frente a la adversidad para proyectarse fortalecido al futuro.

Si lo dicho, en algo se parece a la izquierda nuestra, no me culpen.