Apenas cuenta 16 años y ya dice estar casi decepcionada por el actual estado de cosas en el país: violencia, inmoralidad, drogas, pobreza, inequidad, corrupción y desempleo.
Dilenia, nombre ficticio, es una estudiante sobresaliente en un colegio católico de renombre. La docencia –según ella– no marcha a la par del ideario de los jóvenes del siglo XXI en la República Dominicana.
Entiende que muchos de sus esfuerzos académicos apuntan a un callejón sin salida. Lo atribuye al predominio de la mentalidad conservadora, la hipocresía, el "enllavismo" y la doble moral en el tejido histórico, politico y social de la nación.
Para muestra un botón. Dilenia cuestiona por qué para obtener el primer empleo le piden experiencia de trabajo a un estudiante graduado con notas sobresaliente, cuando es justo la oportunidad que necesita para poner a prueba sus destrezas laborales.
Tampoco comprende por qué le ofrecen como incentivo sueldos miserables para empezar, si ellos constituyen el futuro del país. Y peor, tomar en cuenta el pelo rizo, la cara linda, el color claro de la piel y no estar embarazada, entre otros matices discriminatorios.
En fin, dos jóvenes, un dilema. Dos realidades y una misma causa. Dilenia, insatisfecha con el sistema y la opción final de irse del país. Gladys, víctima de la corrupción sistémica, excluida y sin salida en un mundo tecnológico, de destrezas y de enllaves
Mientras que Gladys, de 17 años, no estudia ni trabaja. Se ha dado por vencida. No tiene la posibilidad de darle a su vida y a su familia un futuro mejor en un país lleno de abundancia, de carencias, de fortunas y de limitaciones.
La escuela de la calle, le ha moldeado y deformado con la sabiduría del oportunismo, la mentira y la vía del menor esfuerzo. En suma, admite que es "una sabichosa." Tiene que sobrevivir así sea al precio de convertir su cuerpo en una caja registradora.
Para ella, la educación, la moral y la ética son un espejismo, algo que se maneja a conveniencia. Ha procreado dos hijos que no son de su esposo actual, un dominicano ausente. Y a la vez mantiene a un amante. La fórmula perfecta para una tragedia anunciada.
En fin, dos jóvenes, un dilema. Dos realidades y una misma causa. Dilenia, insatisfecha con el sistema y la opción final de irse del país. Gladys, víctima de la corrupción sistémica, excluida y sin salida en un mundo tecnológico, de destrezas y de enllaves.
En ambos casos no hay futuro ni progreso. Nadie gana. Es un círculo vicioso con PC, bonos o digital. Cabe preguntar: ¿Qué sistema social queremos? ¿Con educación y sin empleos? ¿Sin artes ni oficios?. Así pierde el país. Así pierde la juventud. Así perdemos todos…